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2 de abril de 2017 | Cultura

Documento histórico

Julio César en Hispania: Los orígenes de la leyenda

Para el gran romano Cayo Julio César, le península ibérica siempre ocupó un lugar importante en su historia. Su foja de servicios la inició precisamente en la por entonces llamada Hispania, donde muy joven comenzó una fulgurante carrera política como pretor.

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por:
Sabino Mostaccio

Para el gran romano Cayo Julio César, le península ibérica siempre ocupó un lugar importante en su historia. Su foja de servicios la inició precisamente en la por entonces llamada Hispania, donde muy joven comenzó una fulgurante carrera política como pretor. Allí se familiarizó con la gestión de grandes territorios e hizo buenas relaciones con los nativos descendientes de los pueblos sojuzgados por los romanos.

Desde allí puso los ojos en la que sería su presa más codiciada, la Galia. Inmensa región que abarcaba desde los montes Pirineos hasta el río Rin y desde el mar del Norte hasta los Alpes que, salvo la costa sur, estaba fuera del dominio romano. Era un territorio que rebozaba de riquezas y estaba ocupado por pueblos que para los romanos eran considerados bárbaros y salvajes. Y que habían traído muchos dolores de cabeza a los romanos.

De hecho, las tribus celtas de Hispania, hermanas de las tribus de la Galia indómita, habían opuesto una feroz resistencia a la conquista romana y cuando César se iniciaba en la política, no hacía 50 años que los romanos habían terminado con la resistencia de estos pueblos, una guerra que causo enormes pérdidas as ambos bandos y que terminara con la destrucción de la ciudad celta de Numancia, en el centro de la actual España. Hispania no se había repuesto aun de tanta guerra y en el norte resistían a los romanos algunos pueblos montañeses como vascos y astures.

César, en el tiempo que estuvo en la península ibérica, impulso el comercio y la prosperidad de las ciudades decaídas, armó un fuerte ejército gracias a las riquezas mineras hispanas, y recabó la información necesaria para su siguiente empresa.

Tras su vuelta a Roma, donde gobernaba en triunvirato junto a sus consocios Marco Craso y Cneo Pompeyo, dedicó su esfuerzo a la campaña de la Galia, que inició cruzando los Alpes en el año 58 AC, desde la llanura del rio Po. Tratando de dividir a las tribus nativas entre sí, y adoptando una táctica de tierra arrasada que mermó a los nativos, pudo alzarse triunfal y su popularidad creció en todo el imperio, sobre todo en Hispania, despertando la envidia de sus socios del gobierno y los recelos del senado romano que, pese a su origen noble y patricio, lo rechazaba por su cercanía a la facción plebeya a la que había pertenecido su tío también, el ilustre Cayo Mario.

Tras la muerte de Craso en una frustrada campaña militar en Oriente, contra el reino persa de los partos, César quedó como cónsul junto a Pompeyo, pero este último envidiaba su poder y popularidad y empezó a conspirar contra él, luego de la depresión que sufriera tras la muerte de su esposa Julia, hija del mismo César. La ruptura fue insalvable y en Hispania se cortó el hilo precisamente, cuando Pompeyo mandó a sus hijos a sublevar a las guarniciones legionarias contra Julio César.

César no desesperó y en el año 49 AC, llegó el punto de no retorno al cruzar César el Rubicón e invadir Italia con su ejército, desobedeciendo a Pompeyo y al Senado. Pompeyo escapó y se inició una nueva guerra civil que tuvo epicentro en los Balcanes y Grecia, donde César finalmente derrota a Pompeyo en la batalla de Farsalia, en el año 48 AC. Pompeyo murió en Egipto y César queda dictador supremo de Roma, pero había que suprimir la rebelión de Hispania, donde los dos hijos de Pompeyo eran fuertes. César fue en persona en vez de enviar a su fiel Marco Antonio.

Desembarco en Cádiz, donde había iniciado su periplo hispánico de joven y en las batallas de Munda y Lérida (año 45AC), venció a los rebeldes y reconquisto Hispania. Aclamado por los nativos y por todo el imperio, César apoyó la colonización de nuevas regiones en la península ibérica y un ambicioso plan de obras públicas en la región.

Cuando le sorprendió la muerte, en el año 44 AC, estaba planeando una campaña contra las tribus del norte peninsular, tarea que completo su sucesor Octavio Augusto. No cabe duda que el camino a la inmortalidad de César empezó en Hispania y su herencia aún se ve allí en los rincones de la península donde el anduviera hace siglos ya. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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