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11 de junio de 2017 | Cultura

Documento histórico REALPOLITIK

Charles de Gaulle: El estadista y las postreras horas de un héroe francés

Es 1969. Un hombre celebra sus 80 años, envuelto en una rara sombra. Habiendo alcanzado en vida los máximos honores que un ciudadano podía alcanzar, y habiendo servido con orgullo a su país, se siente no obstante sin fuerzas para seguir.

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por:
Sabino Mostaccio

Es 1969. Un hombre celebra sus 80 años, envuelto en una rara sombra. Habiendo alcanzado en vida los máximos honores que un ciudadano podía alcanzar, y habiendo servido con orgullo a su país, se siente no obstante sin fuerzas para seguir. En las calles de París, como tantas otras veces en la historia, no se han apagado aún los ecos de las barricadas y las protestas revolucionarias que habían sacudido la metrópoli en mayo del año anterior.

Pero la revuelta había sido dominada y Francia aún estaba fuerte, y era una potencia respetada y temida. Algo se había roto entre su pueblo y el gran líder, ahora octogenario y veterano de muchas batallas, que había cambiado el uniforme por el traje y los cuarteles por la arena política. Hablamos del gran Carles de Gaulle. El anciano, que está por firmar su dimisión como presidente, ve pasar la película de su vida ante sus ojos, y por un instante, se conmueve.

Empiezan los recuerdos de su infancia en la pintoresca ciudad de Lille, en la frontera belga, que llevaba poco siendo francesa, para el año 1890, cuando en el seno de una familia de clase media baja y monárquica nace Charles.

Las enseñanzas de sus padres, el patriotismo y el respeto a la tradición que le inculcaran la devoción católica cultivada en las parroquias locales (que le acompañara toda su vida) y el tesón de sus vecinos obreros, que cada mañana dejan su sudor en las fábricas que rodean la ciudad, marcan al joven. Junto a las historias de los grandes héroes de Francia, que lo inspiran a seguir la carrera militar, enrolándose de joven en el Ejercito Francés.

Luego, los recuerdos del fragor de sangre y fuego de la Gran Guerra (1914-1918), donde como joven teniente y luego ascendido a capitán, destacó en el frente de batalla. Y con la gloria, la amargura de su cautiverio a manos del enemigo alemán, dos años en los cuales sufrió una enorme humillación, pero no obstante, aprenderá a conocer parte del alma del pueblo germánico, crucial para su futuro político.

Y más recuerdos. Su matrimonio con Yvonne Vendroux en 1921, la llegada de sus hijos, y los años como burócrata en el ministerio de Guerra, donde por primera vez, este militar hasta entonces indiferentes, empezara a captar los códigos de la política. Viene luego el recuerdo del desastre de 1940, con la derrota y humillante capitulación de Francia, casi podía adivinarla tras criticar la estrategia defensiva de los jefes militares. Su huida a Londres en un vuelo nocturno, con su familia, y su rutilante aparición en la BBC, animando a la Resistencia contra el invasor alemán, conmueven los recuerdos del viejo estadista. Vienen más tarde los recuerdos de las luchas, y de los camaradas caídos por Francia y su libertad, junto a la triunfal entrada en Paris en agosto de 1944.

Con sus íntimos, rememora luego las mezquindades de los políticos que lo llevan al llano, el gran héroe de Francia, al que se le negó el honor de Mariscal, al igual que a su ídolo Napoleón Bonaparte, antaño marginado también. Y el crucial año 1958, con Francia al borde del colapso y con Argelia en llamas, dónde un grupo ultranacionalista intenta un golpe de estado que el general De Gaulle, consigue frenar. Y después, la campaña para el referéndum de reforma constitucional, dónde el general Charles de Gaulle es electo presidente de la Quinta República, que estrena aquella invención suya y de su amigo Maurice Duverger, el sistema semi presidencialista de gobierno.

Al momento de estampar la renuncia en el papel, recuerda el anciano general los 10 años gloriosos donde Francia prosperó y creció, convirtiéndose en una nación moderna y desarrollada, siendo respetada por propios y ajenas, moderna y orgullosa de su herencia occidental. El general aun no comprende el ímpetu con que esos jóvenes de mayo del 68, desafiando su autoridad, demuestran una osadía que lo alarma pero a la vez le enorgullece al saber que su pueblo conservaba reservas suficientes como para encausar tales desbordes.

Èl se consideraba un obstáculo y no se ve con fuerzas para guiar a Francia hacia el futuro, habiendo dado todo de sí.  Y tras perder una votación para las elecciones regionales, deicidio dejar su pedestal. Quedaba su herencia de la construcción europea, la amistad y la reconciliación con los alemanes, con su abrazo en 1963 con el canciller Conrad Adenauer, sus discordias con el mundo anglo sajón y la sombra de las pruebas nucleares en el océano Pacifico, con sus secuelas de contaminación y devastación. En una mañana de 1970, mientras el insigne líder descansaba, fallece victimiza de un aneurisma. En silencio y tranquilo, parte a al eternidad, a formar parte del Panteón de la historia. Deja en Francia un vacío que no se ha podido llenar, y pero ha ganado su merecido lugar en la historia, el líder y el hombre. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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