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23 de julio de 2017 | Política de medios

Informe REALPOLITIK

Marchas y contramarchas para evitar el triunfo de Cristina

La situación amerita esfuerzos y decisiones fuertes. De las nueve encuestas que mandó a hacer el gobierno bonaerense, no hay una que ubique en el primer puesto a Esteban Bullrich.

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La situación amerita esfuerzos y decisiones fuertes. De las nueve encuestas que mandó a hacer el gobierno bonaerense, no hay una que ubique en el primer puesto a Esteban Bullrich. Sorprendentemente para los más allegados a la gobernadora, la figura de María Eugenia Vidal ya no arrastra tantos votos como pensaban, y no son pocos los que comienzan a asomarse del otro lado del barranco, mirando con temor ese abismo tan temido que es el de la derrota electoral.

En su recorrida por los medios de comunicación más importantes del país, la gobernadora no se anduvo con rodeos y fue directo al punto: “Si gana Cristina Fernández de Kirchner, vamos a ver comprometido todo nuestro trabajo”, amenazó. ¿Necesita de éstas declamaciones drásticas? Ciertamente, sí. El escenario es completamente distinto a lo que sus analistas esperaban. Luego de casi dos años de gobierno y de una implacable campaña de demonización del kirchnerismo, se suponía que las elecciones de medio término de 2017 iban a ser un paseo por el campo. Lejos de esa esperanza, el piso de CFK se mantuvo inamovible y, llamativamente, el voto blando (léase, el que es permeable al cambio de opinión) de Cambiemos comenzó a erosionarse.

A lo largo y ancho de la provincia, los intendentes comenzaron a movilizarse. Aquí sucede algo paradigmático de las marchas y contramarchas de Cambiemos. Cuando los intendentes de la alianza asumieron en sus cargos en diciembre de 2015, prácticamente todos los medios de comunicación recibieron la misma advertencia: “Acá se acabó. De ahora en más, no hay más trato preferencial para los medios. El que quiere notas, que venga y labure. Desde que llegamos nosotros, los municipios no llaman más a nadie”. La amenaza duró cuatro meses. Para marzo de 2016, todos y cada uno de los municipios pedían ansiosos el servicio de los medios. Hoy, a pocos meses de las elecciones, los intendentes descuelgan el teléfono febrilmente buscando cobertura para sus actos y piedad para sus yerros.

No es para menos, con un empate o una victoria de Cristina Fernández de Kirchner no habrá concejo deliberante donde se trabaje en paz. CFK no es Sergio Massa, que se muestra ante su gente como un enérgico opositor, crítico a decir basta, pero que en los hechos ha sido la herramienta clave para que Cambiemos pueda aprobar todo lo que se propuso en la Legislatura bonaerense. Cristina va a dar batalla, va a obligar a la negociación, al tire y afloje y apelará, sin lugar a dudas, a la estrategia del desgaste. En Unidad Ciudadana miran al 2019. María Eugenia Vidal también lo hace. La diferencia, hoy, es que los primeros lo miran con esperanza y cierto sabor a revancha hacia el final de la lengua, mientras que la gobernadora comienza a mirarlo con temor.

Quizá el error de Cambiemos haya sido pensar que los casos de corrupción vinculados a Cristina Fernández, Julio de Vido y otros funcionarios K sean más importantes que el bolsillo. El error, entonces, nace del desconocimiento del electorado argentino, del pensar que con una preparación en empresas multinacionales se puede conocer, palpar, a una de las sociedades más castigadas de Latinoamérica. El elector argentino quiere Justicia pero, más aun, quiere llegar a fin de mes. La falta de comprensión de este postulado tan simple y el error de interpretación de los funcionarios del gobierno hizo que el discurso exitista y las explicaciones técnicas de gerente de empresa se hayan borrado de un plumazo. Ya no existen. Hoy recorren atolondrados los barrios, hablan con punteros, abren locales y unidades básicas. Hoy son, de golpe, peronistas.

La tendencia no es irreversible. Aun puede ganar Cambiemos, que ya ha demostrado su capacidad para hacerlo en las elecciones generales de 2015. No obstante, ya es muy tarde para alcanzar aquel objetivo que parecía tan simple durante la asunción de Mauricio Macri o durante el discurso de apertura de sesiones legislativas de María Eugenia Vidal el 1 de marzo del 2016: borrar de la historia argentina las páginas que escribieron Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Lo que a ésta altura se antoja inevitable es una segunda mitad de mandato pletórica en dificultades, negociaciones y trabas. Dos años en los que María Eugenia Vidal, Mauricio Macri y el resto de sus acólitos deberán verse cara a cara con la más dura de las lecciones: “Esto no es una empresa privada. Es la política, estúpido”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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