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7 de agosto de 2017 | Municipales

LA MATANZA | Panorama REALPOLITIK

Crecen en La Matanza las sospechas por una “caja paralela” de Verónica Magario

Con los tiempos que corren, nadie tiene el futuro asegurado. Esto debe haber pensado la intendenta de La Matanza, Verónica Magario, cuando comenzó a moverse en la delgada línea que separa lo legal de lo ilícito. Para la biblia peronista, el oficio más viejo no es el de la prostitución sino el del fraude al Estado través de las licitaciones públicas.

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Con los tiempos que corren, nadie tiene el futuro asegurado. Esto debe haber pensado la intendenta de La Matanza, Verónica Magario, cuando comenzó a moverse en la delgada línea que separa lo legal de lo ilícito. Para la biblia peronista, el oficio más viejo no es el de la prostitución sino el del fraude al Estado través de las licitaciones públicas.

La ley histórica sobre la que se rige el hampa que maneja estos negociados es asombrosa por lo simple: “Todo en su justa medida”. No está mal estafar al Estado. No está mal sobornar a un jefe de Compras o acordar con empresas amigas, previo a la licitación, quién se va a llevar el premio y cómo va a acomodar al resto para que no levante la perdiz. Lo que sí está mal es que se te vaya la mano, robar demasiado, ser obvio. Eso es de giles.

Tanto tiempo lleva Verónica Magario en su cargo como mandataria de La Matanza, que pareciera haber cometido el pecado de los giles. Se le fue la mano.

Ajena a las verdaderas necesidades que aquejan a uno de los distritos más pobres del país, decidió pagar la friolera suma de 23.012.270,02 de pesos a través de la licitación número 199/16 para algo que nadie pidió. No fue para comprar alimentos, construir una escuela o un comedor infantil. Fue para una plaza. La plaza El Periodista Islas Malvinas, que es ahora la más costosa del país.

Teniendo en cuenta que cualquier plaza, de las que se licitan todos los días en el Boletín Oficial de la provincia de Buenos Aires, oscila entre los 2 y los 7 millones de pesos. ¿Quién se quedó con el resto del dinero? Ese que, no está de más recordarlo, es el de todos los bonaerenses.

Pocos días después Magario volvió al ruedo. Se engolosinó. Hizo caso omiso a las decenas de reclamos que aun se sostenían en el viento y resolvió pagar casi 10 millones por una cancha de hockey. Incluso en el Polideportivo Alem de Ramos Mejía, el club beneficiado, se asombraron por la desorbitante suma, entre tres y cuatro veces mayor al costo de las canchas en las que juegan las mismísimas Leonas, la selección nacional de hockey femenino. “¿9.700 milones de pesos? ¿En qué quilombo nos metieron?” exclamó el presidente del club cuando leyó la licitación publicada en el Boletín Oficial.

La polémica, no obstante, no termina ahí. Miguel Calvete, concejal de Cambiemos, alertó que “son siempre los mismos proveedores los que ganan. Tienen todo el circuito armado”. ¿De qué circuito habla el dirigente macrista? No es otro que el que estructura este ilícito desde el principio de los tiempos. La empresa amiga le paga un asado al director del departamento de Legales que confecciona el pliego, para que incluya cláusulas que sólo se adapten a su empresa y a la de sus amigotes.

Luego acuerdan entre ellos el precio de los supuestos costos a presentar en sus ofertas, siempre muy por encima de la realidad. El trabajo incluye, por qué no, un regalo para el jefe de Compras, no sea cosa que se vaya a revelar a último momento. Finalmente, se lleva un vuelto también el director municipal, para que no moleste y deje hacer. Lo más fuerte del botín se lo reparten entre los empresarios y el ejecutivo municipal. Siempre la misma historia.

La oposición propuso formar un grupo de veedores formado por ingenieros matriculados, que evaluarían cada una de las obras. Verónica Magario puso el grito en cielo. “¿Qué nos van a controlar a nosotros, si nosotros inventamos esto?”, dicen que le dijo a su aliado y presidente del Partido Justicialista bonaerense, Fernando Espinoza; que dicho sea de paso, acaba de ser noticia por un video que lo muestra como Dios lo trajo al mundo, exhibiendo su “pequeña” capacidad de mando.

En La Matanza está ocurriendo lo mismo que ocurre cuando en una casa que ha sido abandonada hace muchos años, de pronto se enciende la luz. Las ratas corren hacia todos lados, se desbandan, desentendiéndose unas de otras, abandonándose a su suerte. A Verónica Magario se le fue la mano, y ahora en su distrito alguien encendió la luz. Y las ratas comenzaron a correr. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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