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15 de agosto de 2017 | Provincia

Panorama REALPOLITIK

Duro golpe para Sergio Massa, cuya “ancha avenida” fue ignorada en las urnas

Sergio Massa se sentó en uno de los cómodos sillones del complejo Pipa de Tigre y sacó la lapicera azul Bic que le pide a su mujer por cábala en cada proceso eleccionario. Observó la planilla, amarilla para que no dañe la vista, que descansaba sobre la mesa ratona, y tachó el nombre menos pensado: el suyo propio. Con el magro 15,53 por ciento de los votos obtenidos, difícilmente alcance el puesto de senador al que se había postulado.

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Sergio Massa se sentó en uno de los cómodos sillones del complejo Pipa de Tigre y sacó la lapicera azul Bic que le pide a su mujer por cábala en cada proceso eleccionario. Observó la planilla, amarilla para que no dañe la vista, que descansaba sobre la mesa ratona, y tachó el nombre menos pensado: el suyo propio. Con el magro 15,53 por ciento de los votos obtenidos, difícilmente alcance el puesto de senador al que se había postulado.

Margarita Stolbizer dibujó una sonrisa, mezcla de pena y simpatía, y le palmeó la espalda compasiva. “Hay que esperar a octubre”, le dijo en voz baja. Él asintió mecánicamente y siguió repasando la planilla. Fracasos en todos los frentes.

Subrayó con fibrón azul indeleble sus magras victorias. El pequeño distrito de General Pinto, en donde se impuso con el 36 por ciento; y su propio Tigre, en donde arañó un opaco triunfo obtenido por menos de 800 votos de diferencia. Poco y nada. La “ancha avenida del medio” fue poco menos que un camino de tierra al que nadie accede por considerarlo poco atractivo. La televisión, aun encendida, mostraba a Lilita Carrió bailando sobre un escenario.

Sergio Massa había asumido su diputación en el año 2013 con más de un 44 por ciento de votos en la provincia. Cuatro años más tarde, tiene que levantar la mano para que se acuerden de él. ¿Qué ocurrió con sus votantes? Tal vez se los llevó el tsunami político que significó su vinculación con el fiscal general de San Isidro, Julio Novo, actualmente imputado en un escándalo de narcotráfico y encubrimiento. Quizá simplemente se fueron solos, cuando de tanto apoyar las iniciativas de María Eugenia Vidal en Diputados sus seguidores dejaron de distinguir entre Un País y Cambiemos. Se acercaron por su discurso de “oposición seria al gobierno”, y se alejaron por su servilismo.

En CABA, profundizado por el aplastante triunfo de Elisa Carrió, el resultado fue aun peor. Su candidato, Matías Tombolini, todavía está mirando la pantalla del centro de cómputos sin entender cómo se quedó en el 4 por ciento.

El escenario para octubre promete ser aun peor. Históricamente, la sociedad argentina se decanta hacia el voto útil y trata de ser parte de la batalla, que hoy se dirime entre Cambiemos y Unidad Ciudadana. La perspectiva más factible es que, lejos de sumar, pierda aun más votos. ¿Se bajará antes? Sólo él lo sabe.

No quedaba más nada por hacer. Se levantó del sillón y enfrentó al escaso público que aun seguía de pie frente al improvisado escenario. “Quiero pedirles que redoblemos el esfuerzo. El país necesita una oposición responsable que le ponga límites al gobierno”. Nadie aplaudió. Alguno encendió su celular para sacarle una foto. Sergio Massa agradeció a la nada y abandonó el escenario, tal vez pensando en qué fue lo que pasó para que su fuerza haya dejado de pelear por el campeonato y comience a pensar en el descenso. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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Elisa Carrió, Margarita Stolbizer

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