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Los trabajadores de ARBA se reparten entre la bronca y la resignación. Un área completa del edificio opta entre lavarse los dientes en el comercio de comidas rápidas de enfrente y dejárselos sucios, porque en el tanque de agua hay ratas muertas flotando en la superficie.
Los trabajadores de ARBA se reparten entre la bronca y la resignación. Un área completa del edificio opta entre lavarse los dientes en el comercio de comidas rápidas de enfrente y dejárselos sucios, porque en el tanque de agua hay ratas muertas flotando en la superficie.
Los agujeros del edificio son tan grandes, que un gato bien alimentado se filtró por uno de ellos y murió electrocutado con un cable pelado, dejando sin luz a todo el edificio. Durante el último temporal, el agua entraba con tanta energía desde las goteras del techo que desprendió por completo un cielorraso, que cayó estrepitosamente al suelo. Fue un milagro que no hubiera que lamentar víctimas.
Resulta paradójico, tragicómico, recordar las palabras del titular de ARBA, Gastón Fossati, al asumir el cargo: “Llegó la era de la modernidad”, aseguró primero. “Acá se terminó la joda”, expresó después como para cerrar el discurso de un modo contundente. La “modernidad” y “el fin de la joda” tenían que ver con la única verdadera innovación que impulsó Fossati, un sistema biométrico que permite registrar los horarios de entrada y salida de todos los empleados del edificio, en teoría. Y decimos “en teoría” porque el sistema todavía tiene fallas estructurales que hacen que el control sea ineficiente. Aun hoy, meses después de su inauguración con bombos y platillos, hay una gran cantidad de personal al que el sistema no reconoce.
En el afán de cumplir, aunque tan sólo sea una parte, de lo prometido, Fossati autorizó el gasto de 1.796.736 pesos en contratar un sistema de desratización y control de plagas, que les devuelva algo de dignidad a sus empleados. Lo hará a través de la contratación directa número 74/2017, cuyo número de expediente es el 22700 - 11845/2017-0-0.
Los trabajadores de ARBA ya lo saben. A partir del 11 de septiembre, fecha en la que se celebre la contratación, dejarán de convivir con ratas en las oficinas. De los techos caídos; los agujeros en las paredes; las goteras en el cielorraso y los gatos muertos, por el momento ni hablar. Todo no se puede, che. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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