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15 de noviembre de 2017 | Provincia

Panorama REALPOLITIK

Un nuevo fracaso legislativo desnudó las debilidades del Partido Justicialista en la provincia

La palabra que sobrevoló ayer la Legislatura bonaerense fue “traición”, que en el lenguaje peronista adquiere un peso inusitado, es casi una declaración de guerra.

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La palabra que sobrevoló ayer la Legislatura bonaerense fue “traición”. Primero la mencionó Fernando Espinoza cuando, al llegar a La Plata con el objetivo de encolumnar a todos los legisladores peronistas para rechazar, o al menos demorar, el tratamiento del Presupuesto, recibió la noticia de que muchos de ellos ni siquiera estaban dispuestos a recibirlo en sus despachos. Luego la mencionó el pequeño grupo de intendentes del interior que acompañaron a Verónica Magario a convencer a los mandatarios de las ciudades más grandes de la provincia de no aprobar la ley Impositiva que impulsó María Eugenia Vidal.

La palabra “traición” en el lenguaje peronista adquiere un peso inusitado, es casi una declaración de guerra. No obstante, lo que el tándem matancero Espinoza-Magario recibe de los intendentes y legisladores más díscolos no es un enfrentamiento, sino absoluta indiferencia. Tanta, que resulta irritante para quienes supieron ser los que dictaban el camino a seguir dentro del partido.

Verónica Magario los había citado a todos, días atrás, en un despacho de la Cámara de Senadores de la provincia de Buenos Aires. Sólo asistieron 4, y de los distritos menos estratégicos. Los intendentes más convocantes, como Juan Pablo de Jesús (Partido de La Costa); Martín Insaurralde (Lomas de Zamora), Gustavo Menéndez (Merlo) y Alberto Descalzo (Ituzaingó), se cortaron solos y se reunieron con Manuel Mosca, presidente de la Cámara de Diputados bonaerenses, para cerrar un acuerdo ajeno a la estrategia K. Allí, acordaron recibir unos 3.200 millones de pesos extras de los fondos nacionales, que serán coparticipados a los municipios. Además, se comentó off the record, se puso sobre la mesa un excedente para destinar a obras a cargo de los intendentes.

El resultado de semejante quiebre fue el esperado. En la votación que se llevó a cabo hace unas pocas horas en la Legislatura, de los 17 integrantes del bloque de La Cámpora, 8 aprobaron el proyecto de Vidal. Entre ellos, quienes fueran en otro momento furiosos kirchneristas, como Marisol Merkel o Juan José Mussi, hoy uno de los principales opositores internos a Cristina Fernández de Kirchner.

A nivel nacional, el problema solo se agiganta exponencialmente. La enorme mayoría de los gobernadores peronistas viene armando un frente “Justicialista sin CFK” desde hace algo más de un año. La derrota de la ex presidente en las elecciones de octubre no hizo más que apresurar el armado. Miguel Ángel Pichetto es el hombre que los nuclea desde su despacho del Congreso nacional. El objetivo de corto plazo pareciera estar cumplido: Lejos de las mayorías que supo ostentar, Cristina Fernández formará un monobloque sin mayores apoyos. La meta de mediano plazo es transformarla en “una moderna Carlos Menem”, destinada a envejecer en su banca, lejos de las luces y la toma de decisiones. Por el momento al menos, ningún peronista se atreve a mencionar la cárcel.

Con la cuenta regresiva para la renovación de autoridades ya iniciada, el Partido Justicialista bonaerense se encuentra en un punto de quiebre. De no encontrar una salida ordenada al caos, se sumergirá en un aletargado período de transición que seguramente será aprovechado por Cambiemos. La esperanza radica en que haya tenido razón Juan Domingo Perón cuando aseguró que “los peronistas somos como los gatos, cuando parece que nos peleamos, en realidad nos estamos reproduciendo”. (www.REALPOLITIK.com.ar)

 


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