27 de junio de 2020 | Literatura
Durante algunas semanas se habló de la homilía violenta del cura -y hasta los mismos hermanos García depositaron una cifra cuatro veces superior a la faltante en la cuenta del hospicio- pero el episodio pasó a ser considerado un episodio aislado en la vida de Aldao, episodio parcialmente velado por las acciones mundanas y galantes del fraile, que a la manera de la sucesión de los días en el progresar de la conciencia, difuminaban el impacto de sus acciones singulares y violentas.
Una de aquellas casas pertenecía a dos hermanas solteras de nacionalidad italiana cuyo padre se había instalado en Mendoza para la fabricación de velas. El apellido de las hermanas era Contini y de ellas se comentaba que el nivel de su cultura solo era superado por la procacidad de sus intenciones. A la casa eran invitados otros comerciantes -casi todos españoles ultramarinos-, militares, religiosos y médicos. Las mujeres nunca estaban ausentes, pero su número era mucho menor al de los hombres y solamente eran admitidas aquellas de conversación variada y liviana. Se servía un ponche a la llegada de los invitados y poco tiempo más tarde los contertulios eran recibidos en el salón principal de la casa, gran estancia que hacía las veces de comedor y biblioteca. En los estantes de las librerías de caoba convivían ediciones de los clásicos españoles del Siglo de Oro junto a volúmenes italianos en papel biblia y cubierta de cuero. Los cuadros de la estancia representaban escenas mitológicas y militares, y en el centro de la pared que daba a la cabecera de mesa un altorrelieve en mármol de la Medusa de Mérida advertía a los visitantes el carácter extraordinario de todo el conjunto.
Aldao era un contertulio distinguido. Su alta estatura -en una época donde la media era considerablemente más baja que la actual, y que poco después lo habría de ayudar en mucho durante la campaña de los Andes-, su elocución enfática y elegante y el prestigio militar de sus hermanos, le habían ganado la consideración de la familia Contini y el temor y la reverencia social del resto de los invitados. En una ocasión, un español de la región de Andalucía le había preguntado acerca del movimiento independentista americano y su relación con la iglesia. Aldao, que tenía la rara particularidad de encantar a todos los interlocutores -tuviesen estos o no las mismas ideas entre sí- le contestó:
- Es un tema que no tiene una solución que contente a todas las partes. Por tradición y desenvolvimiento la iglesia tiene lazos irrenunciables con España. La historia de este continente así lo demuestra. Pensemos en aquellos grandes padres que trajeron la palabra de Dios a estos lugares olvidados de su mano. Los mártires que atravesando los mares de nuestra tierra instruyeron con el evangelio la ignorancia de tantas gentes y sus costumbres bárbaras y despiadadas. Muchos de aquellos hombres dieron su vida en el empeño; sirva de ejemplo el martirio del padre Aguirre, despellejado hasta el cráneo y muerto después de las torturas más atroces. Los señoritos ilustrados como Saavedra pueden objetar el antiguo dominio español, y están en su pleno derecho, pero no debemos olvidar que muchos de nosotros, él mismo, seguramente, llevamos en nuestra sangre la historia y la hidalguía españolas. Somos como un animal que, expulsado de manera violenta del vientre materno, comienza a dar sus primeros pasos en un territorio inhóspito y desconocido del todo. Pertenecemos a una tierra desgarrada y sangrienta. En nosotros está el darle la paz y el entendimiento que nos conduzca a la concordia de los tiempos felices. Dios, que todo lo ve, y a todos nos juzga, será el árbitro de nuestros actos, y el juez de nuestro destino.
- ¿Usted se considera español?- preguntó Ana, la menor de las hermanas Contini.
- No lo soy -respondió Aldao-, porque nací en estas tierras, y porque los intereses, la misma historia y nuestros deseos, son diferentes a los de los peninsulares. Sin embargo, por nuestras venas, por las venas de la mayoría de nosotros, corre sangre española. Que algún indio haya metido mano -Aldao hizo en ese momento una reverencia a las hermanas Contini- y de esa mezcla haya salido un mestizo, no cambia las cosas. Porque somos, y lo seguiremos siendo hasta el final, españoles de la más pura cepa. (www.REALPOLITIK.com.ar)