22 de noviembre de 2020 | Cultura
El rock fue producto de una época convulsionada y también de una gran variedad de diversas influencias, tanto musicales como literarias.
Podríamos rastrear al jazz como el gen musical originario del rock, allá por principios del siglo XX en Nueva Orleans y alrededores. Este idioma musical había surgido como reacción a la centenaria rigidez del sistema musical occidental, donde entre otras cosas estaban prohibidas la improvisación instrumental y las manifestaciones del público en los conciertos. El jazz además motorizaba un proceso de integración racial reclamado pero postergado en un país segregacionista como Estados Unidos.
Siguiendo con la evolución artística, aparecen también el country y el western, el twist e incluso rasgos de la música gospel. Aunque el hito determinante el denominado rhythm and blues, que si bien no era difundido en las grandes radios estadounidenses, impulsó la aparición del rock and roll, así denominado por primera vez en 1952 por el musicalizador Alan Freed.
La explosión se produciría en 1955, cuando la canción “Rock around the clock” de Bill Halley (publicada dos años antes) es parte de la banda sonora de la película “Semilla de maldad”. Ese mismo año Little Richard alcanza gran repercusión con el provocativo “Tutti Frutti”, mientras que Chuck Berry lanza “Maybellene” y vende medio millón de copias. Las repercusiones comerciales del nuevo género son astronómicas.
En el ’54 Elvis Presley sacaría su primer single, pero se haría conocido dos años después con su disco homónimo (después de llamar la atención en varias radios estadounidenses con la canción “That's All Right”) y sus apariciones televisivas en el programa de Ed Sullivan. Allí todo volaría por los aires.
Aquel rock se plantea como una expresión de ruptura generacional, aunque más no sea para estimular el baile. La intelectualización de los textos sería una etapa posterior. De todos modos esta expresión generaría escándalos: el ejemplo más recordado fue la prohibición que padeció Elvis de ser mostrado en TV debajo de su cintura, por la fuerte presión de organizaciones ultraconservadores.
Lo que distinguía a esa juventud norteameticana de posguerra fue su apreciación por parte del mercado de consumo como un actor protagónico con dinero en su bolsillo dispuesto a gastar. La sociedad de bienestar de posguerra. Pero el mundo no se acababa en Estados Unidos y al otro lado del océano la juventud se manifestaba como un factor de agitación social: Mayo Francés, la Primavera de Praga y diversos movimientos antibelicistas. El músculo de agitación se movía en todo el planeta con movilizaciones en China y la aparición de los primeros grupos guerrilleros (que se expandirían en los ’70).
Además el mundo hervía: guerra fría, movimientos descolonialozadores en Africa, la famosa Guerra de los 7 Días que acentuaría el conflicto entre Israel y Palestina en Medio Oriente, los 17 golpes de estado de la década en América Latina. Y otro detalle: la aparición de la píldora anticonceptiva como símbolo del empoderamiento de la mujer y de los reclamos de género.
El rock también se complejiza. Un grupo de rockers estadounidenses como Gene Vincent o Eddie Cochran realizan giras por Inglaterra y despiertan el interés de los británicos en este género que es releído a través de ellos. Quienes introducen un aporte sustantivo: la generación de canciones propias y la complejidad literaria.
Ahí aparecen Los Beatles, quienes luego hacen una gira por Estados Unidos y vuelven al rock un fenómeno de masas. Y también los Rolling Stones. Ambos grupos dan cuenta del agitado momento que les toca vivir a través de varias canciones. La tapa del disco “Sgt. Peppers”, con la aparición de varios protagonistas de esa década, lo sintetiza gráficamente. Y canciones como Revolution, del Album Blanco, que hablan justamente del Mayo Francés. Ahí se nota la influencia de John Lennon, el Beatle más movilizado por las inquietudes sociales y políticas de su tiempo.
Pero el círculo de madurez intelectual y artística necesesitaría de otro protagonista para sellarse. Esa persona sería Bob Dylan, quien en Estados Unidos se toma el trabajo de sacar al rock de la ociosidad propia de una sociedad de consumo y lo arrima al calor de centros universitarios y de jóvenes disconformes con la violenta política belicista que Estados Unidos llevaba en el mundo, sobre todo en Vietnam.
Sus letras se vuelven manifiestos de reclamos y reivindicaciones sociales y civiles, sobre todo a partir de Freehellin’, su segundo disco, de 1963. Como diría Eric Clapton tiempo después: “Bob Dylan y John Lennon tiene la culpa de hacerle creer a la gente que nosotros somos alguien que puede hablar de algo”.