"Vive más sencillamente, para que otros
puedan, sencillamente vivir”
(Mahatma Ghandi).
“Las medidas de seguridad que se habían impuesto decían que si a tal hora uno de los dos no volvía de una actividad militante, el otro debía tomar un poco de ropa, sus documentos y los paupérrimos fondos que poseían y partir de la casa que los albergaba.
“Sólo que era agosto de 1977 y de noche y que por sobre todas las cosas, no existían ya lugares donde refugiarse. Las agrupaciones juveniles de montoneros estaban diezmadas, sus integrantes muertos o desaparecidos, los más afortunados escondidos en lugares lejanos y aislados de todo vínculo.
“Esta joven, iba a ser madre pronto, su capacidad de escape a esta riesgosísima situación era muy pequeña. Los hoteles y albergues solían ser el objeto de redadas militares y de controles estrictos.
“Así pues, dadas las cosas, la muchacha toma el colectivo más cercano y de trayecto más extenso y emprende una fuga circular por la noche porteña. El viaje no es a un lugar sino a un horario. Debe alcanzar la mañana siguiente para ir a pedir ayuda a su padre que se convertía así, en una tabla de salvación impensada.
“La circulación en redondo durante toda una noche era casi una metáfora de las juventudes políticas de la época; lo habían dejado todo, -hasta la propia vida- y no estaba yendo a ninguna parte”.
A pasado el tiempo. Hace unos días, sorprendían a la máxima autoridad del PAMI argentino, Luana Volnovich, en unas vacaciones doradas en una isla mexicana de ensueño. El gasto de una noche equivale a dos jubilaciones mínimas. Esto desató la bronca de los que se dice representar y de una parte cada vez más grande de la población argentina, que ya no tolera estas impúdicas insolencias.
Estaba acompañada de su pareja, el segundo del PAMI (un clásico: una pareja con los dos primeros cargos), Martín Rodríguez, a pesar de que ella promocionaba vacacionar en Argentina y el presidente había recomendado quedarse en el país. Pero no es en esto -de por sí intolerable-, donde estoy poniendo el énfasis.
Decidí mostrar el contraespejo de los militantes de base en los años ´70, los que con errores y críticas dejaban todo en pos de sus ideales. Renunciando al mínimo confort, seguridad y ambiciones de riquezas personales, hacían de la militancia una verdadera forma de vida.
Esta señora, Volnovich y tantos otros adujeron, durante años, -desde La Cámpora- ser los herederos de la gloriosa JP. Cimentaron, sin embargo, una forma de vida ostentosa, con enormes salarios públicos, viviendo en lugares de privilegio y vacacionando en los mejores hoteles del mundo, cuando toda la Argentina languidece, sobre todo los jubilados y pensionados.
Esta nueva oligarquía política no es en nada la heredera de aquellos militantes, bien por el contrario. Agravian su memoria y los sueños perseguidos por ellos, que eran de una sociedad más justa y equitativa y no la de farsantes que dicen llorarlos, para en realidad beneficiarse de una tragedia que debe asumirse en su plenitud.
La niebla que los protegía se está levantando y la luz de la mañana los está mostrando tal cual son. Estamos cansados de este espejismo de izquierda que vive luego en el mejor de los mundos burgueses. Y que se permite cualquier tropelía y exceso en nombre de personas que jamás las hubieran cometido.
Nunca una generación se repite, menos cuando lo hacen impostores.
“Esa mujer llegó al día y a buen puerto, en forma figurada y literal y pudo poner su vida a salvo gracias a sus padres y no a una organización revolucionaria, que la dejó en la más absoluta de las orfandades, cuando arreciaba, de veras, una dictadura en nuestra patria”.
“Ella es mi compañera, Diana Manos y ha sido un ejemplo de coherencia y compromiso durante toda la vida que, con gran coraje y valentía conquistó aquella nefasta noche, en la más profunda de las soledades.”
(*) Oscar Dinova es escritor mercedino, jubilado docente rural. Ex militante de la UES y exiliado.