1 de noviembre de 2024 | Internacionales
El conflicto político en Georgia está marcado por una profunda división entre la presidenta Salomé Zurabishvili y el primer ministro Irakli Garibashvili. Zurabishvili, quien tiene una trayectoria diplomática y fue exministra de Relaciones Exteriores, se ha destacado por su enfoque pro-europeo y su interés en integrar a Georgia en la Unión Europea. Garibashvili, por su parte, es un miembro clave del partido Sueño Georgiano y ha ocupado el cargo de primer ministro en dos ocasiones, siendo conocido por su postura pragmática y su capacidad para consolidar el poder interno. Mientras Zurabishvili busca acercar al país a la Unión Europea, Garibashvili ha optado por un enfoque equilibrado entre Europa y Rusia.
Las recientes elecciones en Georgia han sido intensamente disputadas. El recuento de votos reafirmó la victoria del partido gobernante, pero las acusaciones de fraude y la agitación en las calles reflejan la intensidad del momento político que atraviesa el país. La Comisión Electoral, en un esfuerzo por mantener la transparencia, concluyó el recuento confirmando la victoria del oficialismo, mientras que organismos internacionales observaban de cerca los acontecimientos. Sin embargo, la situación ha atraído la atención de figuras internacionales como el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, quien ha manifestado preocupación por el resultado.
La relación entre el oficialismo y la oposición se ha vuelto cada vez más tensa. Las manifestaciones en las calles de Tiflis reflejan el descontento de una parte significativa de la población, que no solo denuncia el supuesto fraude electoral, sino que también critica la falta de avances en el proceso de integración europea. La presidenta Zurabishvili, pese a sus intenciones pro-europeas, se ha encontrado limitada por la falta de apoyo para impulsar reformas fundamentales. Esto ha dejado a Garibashvili y su partido con el control político, gestionando el equilibrio entre las aspiraciones europeas y la necesidad de mantener relaciones pragmáticas con Rusia.
La situación política en Georgia, a la luz de las acusaciones de fraude electoral, puede ser comprendida a través del análisis del poder según Bertrand de Jouvenel. Jouvenel argumentaba que el poder en manos de una élite debe sostenerse no solo mediante el control institucional, sino también a través de la aceptación popular. En el contexto georgiano, la oposición y algunos sectores de la sociedad perciben al oficialismo como una élite desconectada que se mantiene en el poder solo gracias al aparato estatal. Sin embargo, el recuento de votos y la confirmación de los resultados sugieren que el gobierno ha logrado cierta legitimidad, apelando a la voluntad popular, tal como señala Jouvenel. La legitimidad del poder no se construye únicamente a través de la fuerza institucional, sino que también depende de cómo la población perciba la capacidad del gobierno para brindar estabilidad y progreso. En este sentido, el oficialismo busca consolidarse mediante resultados tangibles que refuercen su narrativa de estabilidad y crecimiento.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski fue contundente en sus declaraciones, afirmando que Rusia ganó en Georgia y advirtiendo del riesgo de que otros países sigan un camino similar. Su llamado a Occidente fue claro: evitar que situaciones como la de Georgia se repitan en otras naciones, sugiriendo que la influencia rusa amenaza la independencia georgiana. Por otro lado, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, mostró un fuerte respaldo al gobierno de Georgia en medio de la controversia electoral. Durante su visita a Tiflis, Orbán enfatizó la soberanía y autonomía del gobierno georgiano como valores fundamentales que deben ser respetados por Europa. Este apoyo se ha interpretado como un intento de contrarrestar la narrativa crítica impulsada por los líderes occidentales, particularmente por aquellos que consideran que Georgia está cayendo bajo la influencia rusa.
El camino que Georgia decida tomar en este contexto será crucial para su futuro político y social. Entre el apoyo de líderes como Orbán y la presión de Occidente liderada por figuras como Zelenski, el gobierno georgiano enfrenta un delicado equilibrio en un contexto geopolítico cada vez más incierto. Las denuncias de fraude han llevado a la fiscalía a investigar las irregularidades electorales, mientras las manifestaciones de la oposición continúan en las calles de Tiflis. Sin embargo, el recuento de votos confirmó la victoria del partido gobernante, lo cual refuerza su legitimidad y demuestra que, a pesar de las críticas y tensiones, el oficialismo cuenta con el respaldo suficiente para continuar guiando al país hacia su visión de estabilidad y soberanía.
Aunque las tensiones persisten, el liderazgo de Irakli Garibashvili se mantiene firme, proyectando una imagen de control y resistencia frente a las adversidades. Esta narrativa sugiere que el gobierno está decidido a seguir adelante con su agenda, buscando consolidar un camino que equilibre las relaciones exteriores con la estabilidad interna. Sin embargo, es fundamental recordar que la verdadera soberanía reside en el pueblo y que el respeto a la voluntad popular debe ser la base de cualquier gobierno legítimo. Solo garantizando que la decisión de la gente sea respetada, Georgia podrá avanzar hacia una estabilidad duradera y una integración que refleje el deseo de toda su sociedad. (www.REALPOLITIK.com.ar)