26 de julio de 2025 | Nacionales
El gobierno nacional elaboró un discurso basado en la necesidad de restablecer la salud del sistema económico-financiero, sobre la base de la aplicación de la motosierra sobre el gasto público, la reducción dramática del estado y el superávit fiscal. Detectó que la inflación y la condena de la casta eran dos ítems determinantes para conseguir el respaldo de la mayoría de los argentinos, y retrasó deliberadamente la cotización del dólar para conseguir una cierta estabilización de los precios.
Pero, tras un año y medio de gestión, todas las variables de la economía están detonadas, y sólo la especulación financiera y la exportación de recursos naturales y energía están en verde. El consumo, la ocupación, la capacidad de compra de los salarios, las finanzas familiares y las expectativas de la sociedad han caído dramáticamente, y el programa económico del gobierno transita su peor momento. Pero, en estas condiciones desfavorables, ha recibido un apoyo decisivo del gobierno de los Estados Unidos. La paradoja es que, para una gestión que declara constantemente despreciarla, la política –y la geopolítica- le ha provisto de un andador inmejorable, aunque con fecha de vencimiento: si el resultado electoral de septiembre y de octubre no es favorable para el oficialismo, esos apoyos se le escurrirán como arena entre las manos.
En efecto, cuando el dólar se había disparado y parecía acercarse peligrosamente al tope de la banda acordada con el Fondo Monetario Internacional, a pesar de los esfuerzos de contención por parte de la conducción económica a través de la venta de miles de millones a futuro, y las liquidaciones de agrodólares parecían haber llegado a su fin, el “Messi de las finanzas” ensayó un nuevo truco: disparar la tasa de interés pagada en corto a los bancos del 10 al 80 por ciento, restableciendo las condiciones para el carry trade.
Los bancos impusieron esa tasa de default y aceptaron liquidar buena parte de los casi 4.500 millones de dólares en su poder para nutrir las finanzas públicas y así posibilitar que el gobierno pueda llegar a empezar a cumplir, aunque sea en pequeña medida, con la exigencia de incremento de las reservas que le impuso el FMI. Inmediatamente el Fondo Monetario salió a la palestra, elogió la política económica del gobierno y habilitó la posibilidad de enviar los 2.000 millones de dólares que venían retrasados, y otros bancos de desarrollo internacional contribuirán con nuevos préstamos para nutrir las finanzas públicas.
Por si fuera poco, las declaraciones del inminente nuevo embajador de los Estados Unidos en la Argentina, Peter Lamelas, sonaron como un respaldo irrestricto al gobierno de Javier Milei, incluida su andanada contra Cristina Fernández de Kirchner y la celebración de su condena. Varios meses atrás había recibido la visita del secretario del Tesoro, Scott Bessent, a escasas horas de su asunción, quien deslizó por entonces que el gobierno norteamericano respaldaría al gobierno libertario en caso de que lo necesitara. El gobierno de Donald Trump, además, presionó nuevamente al FMI para el otorgamiento de un nuevo préstamo contrariando los estatutos de la entidad, y hasta días atrás Kristalina Georgieva salió a respaldar al gobierno nacional en su desafío electoral de medio término. Por supuesto que estos apoyos no serán gratuitos, sino que se incluyen en la estrategia de apropiación de recursos naturales de los Estados Unidos a escala internacional, en detrimento de su principal competidor: China.
Las declaraciones de funcionarios norteamericanos, de Georgieva y de Lamelas, implican violaciones concretas de la soberanía nacional, pero eso no parece importarle a un gobierno que ha desistido de cualquier compromiso con los intereses nacionales, y que ve en estos apoyos el auxilio que precisa como el viajero en el desierto al agua, en momentos en que su programa económico había colapsado y la sociedad comienza a expresar claras señales de decepción.
En su peor momento, el gobierno ha recibido un salvavidas que podría permitirle llegar sin mayores alteraciones a las elecciones de medio término. Dependerá de él si puede administrarlo. Ahora, la paradoja es más que evidente respecto de su clave de supervivencia: no es la economía, “es la política, idiota”. (www.REALPOLITIK.com.ar)