22 de agosto de 2025 | Cultura
"Soy de una época en la que no había demasiado entretenimiento fuera de la radio y lo que podías leer. La ficción entraba por la radio, las revistas o los libros", relató Mauricio Kartun sobre su infancia en San Andrés, en el Gran Buenos Aires. "Mis padres me abrieron una cuenta corriente en una librería de barrio para que comprase todo lo que fuese para leer. Me hice el hábito de encargar revistas semanales, como Misterix, y con el tiempo pasé a los libros, devorando autores como Abelardo Castillo, Ricardo Piglia y Dalmiro Sáenz".
El dramaturgo explicó que su acercamiento a la escritura fue casi orgánico: "Todos los que leemos mucho nos empezamos a preguntar cómo se hace, y de manera avergonzante uno empieza a escribir intentos de cuentos. Con el tiempo entendés que el secreto está en la corrección, en reelaborar lo escrito, no en la primera versión".
Sobre la escritura teatral, contó: "Un periodista amigo me dijo que era muy malo para los diálogos y me sugirió escribir teatro como un gimnasio para aprender a dialogar. Descubrí un lenguaje muy atractivo y, además, que el teatro siempre se hace acompañado. Hay comunidad, amor y militancia. A diferencia de la narrativa, que es solitaria, el teatro te inserta en un colectivo".
Kartun detalló también cómo llegó a dirigir: "Mis textos eran demandados por directores que admiraba, pero eso condicionaba el material. Me di cuenta de que el verdadero lugar divertido del teatro estaba en los alrededores del escenario, en la creación colectiva, en ser parte del hecho creado".
Acerca de la enseñanza, el dramaturgo señaló: "Empecé con talleres en mi casa, y pronto descubrí que podía enseñar teoría. Ese fue un gran salto: enfrentar un grupo y transmitir conocimientos, especialmente a quienes nunca habían escrito. Empecé a tomar notas, a compilar lo que sabía, y eso se convirtió en un material de estudio que fui enriqueciendo año a año".
Finalmente, reflexionó sobre la relación con los errores en el arte: "En el teatro vivimos con el error como una mascota doméstica. Le damos de comer, lo atravesamos con alegría. Hay que amigarse con la posibilidad de escribir porquerías, porque a partir de ahí se construye lo que sí servirá. Es un trabajo contracultural, lejos de la lógica de rendimiento capitalista". (www.REALPOLITIK.com.ar)