21 de agosto de 2025 | Nacionales

Elecciones

Javier Milei ya ganó en octubre: ¿Todos contentos?

Las elecciones de octubre se perfilan como un plebiscito sobre Javier Milei, en un escenario de crisis económica y apatía social, donde el oficialismo aparece como único espacio con estructura nacional frente a una oposición fragmentada y resignada.

Las elecciones de octubre se han convertido en un gran plebiscito a favor o en contra de Javier Milei, que el gobierno ha decidido presentar bajo el slogan “Kirchnerismo Nunca Más”. Para obtener la victoria no ha hesitado en colocar a la economía en situación crítica, planchando el dólar para evitar un incremento de los indicadores de inflación y pagando tasas propias de una economía en default para tratar de mantener con vida al carry trade y secar de pesos que podrían orientarse a la compra de la divisa norteamericana. Con estas decisiones ha puesto una bomba de tiempo a la economía real y a los ingresos de la enorme mayoría de los argentinos, sobre todo de los que dependen de un salario formal o informal. 

El gobierno sabe que no puede fallar y que su continuidad depende del resultado del mes de octubre. Debe garantizar la gobernanza y la obediencia y resignación de la sociedad argentina frente a sus políticas constantes de ajuste, para renovar el respaldo que le brindan los mercados internacionales y los factores de poder con eje en los Estados Unidos y el estado de Israel. En definitiva, y ante el colapso de todas las variables económicas, su supervivencia depende de su posicionamiento geopolítico, y de las garantías que pueda brindar a sus mandantes sobre su capacidad de disciplinamiento social y de esterilización de la oposición.

Las encuestas, incluso las encargadas por el propio gobierno nacional, denotan una creciente apatía social y una caída sostenida del apoyo hacia el presidente y su gobierno. Todas las elecciones provinciales realizadas hasta el momento –a excepción de la de Formosa- denotan una preocupante tendencia abstencionista, que resulta superior al 45 por ciento. Incluso en lo que fue la mayor victoria de La Libertad Avanza (LLA), en la CABA, apenas si llegó a obtener un 30 por ciento de los votos, con un 50 por ciento de inasistencia.

Tras las bengalas de los festejos se encubrió que sólo el 15 por ciento de los porteños en condiciones de votar respaldaron la gestión de gobierno. Pero con eso le alcanzó, ya que la descalificación de la “casta” política –a la que ya se incorporó el gobierno actual- es un rasgo común que asume la mayoría de los argentinos.

Paradójicamente, el gobierno seguramente se impondrá en octubre, y no por contar con un respaldo social considerable, sino porque no tiene contra quien perder. Merced a las negociaciones de Karina Milei, junto con los Menem a nivel nacional y Sebastián Pareja en la provincia de Buenos Aires, LLA es la única fuerza que se presenta con sello propio y unificado a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. El panperonismo de Fuerza Patria apenas sí se ha instalado en algunos distritos, y en varias provincias el justicialismo se presenta con sello propio. Los gobernadores de Provincias Unidas sufren fracturas por todas partes, y apenas si han conseguido cerrar listas en unas pocas provincias. En síntesis, no hay una fuerza nacional capaz de confrontar con el oficialismo. La victoria parece estar así asegurada.

Del lado del panperonismo, la imagen predominante es la de una silenciosa resignación. Para cerrar la unidad han debido llamarse a silencio y procrastinar sus diferencias y cuentas pendientes para el día después de los comicios. Para las fuerzas que componen Fuerza Patria el objetivo no es la victoria sino haber conseguido presentar listas en común en el AMBA. El precio ha sido muy alto: en las elecciones legislativas de la CABA ha debido ceder la cabeza de la lista a un radical como Leandro Santoro, y repetirán en la de diputados nacionales con Itaí Hagman. En síntesis, el peronismo ha debido travestirse, resignar su identidad histórica, para camuflarse detrás de la máscara de dos socialdemócratas extrapartidarios.


Eduardo Belliboni y Juan Grabois.

También resulta frustrante para los espacios del panperonismo haber tenido que reconocer que no pueden postular a sus principales referentes por su condición de “piantavotos”. Ni Sergio Massa, ni Máximo Kirchner, ni Cristina Fernández de Kirchner –por su sanción judicial-, pudieron encabezar –y, ni siquiera, ser incluidos- en las boletas. El único que presionó con impudicia y obtuvo lugares clave fue Juan Grabois, que hasta consiguió excluir al líder del Frente Renovador de las boletas. En cuanto a la cabeza de lista en la provincia de Buenos Aires, Jorge Taiana, es un candidato que se asemeja al Quaker: no mueve el amperímetro. No hace ni bien ni mal. Simplemente pasa desapercibido.

La composición de las boletas expresa la endogamia de una casta que sólo se preocupa por conservar sus quioscos y escaños. No hay empatía alguna con la sociedad, no hay propuesta ni programa, y ni siquiera hay críticas al gobierno nacional, a excepción de las que formula con insólita impunidad, Axel Kicillof. Pero el gobernador ha sido el gran perdedor en la negociación de lugares, ya que se llevó la menor porción, superado largamente por La Cámpora, el Frente Renovador y el propio Grabois. Kicillof no consiguió ubicar a nadie propio, aunque le computen como tales a Taiana y a otros dos sindicalistas por los que abogó. Tampoco hubo lugar para los intendentes. De hecho, si bien los alcaldes municipales seguramente se mantendrán muy activos para los comicios de septiembre, donde se pone en juego su gobernanza, pondrán muy poco empeño en respaldar las listas de octubre, en la que nada se juegan.

De este modo, podría darse la paradoja de una eventual victoria de Fuerza Patria en los comicios provinciales y, apenas unas semanas después, la de los libertarios en las de octubre. Y, si bien la limpieza de propios y aliados que realizaron Karina Milei y sus laderos dejó muchos heridos y tal vez los exponga a derrotas en varias provincias, la sumatoria de votos nacionales difícilmente ponga en riesgo la victoria nacional.

Así la cosas, todos podrían darse por satisfechos. El gobierno por alcanzar la mayor sumatoria de votos totales, el panperonismo por haber hecho buena elecciones en el AMBA y varios gobernadores e intendentes por haber consolidado su autoridad territorial.

Quienes, en cambio, sufrirán una derrota segura son la mayoría de los argentinos de a pie, que desde hace mucho tiempo tienen en claro que nada pueden esperar de la “casta” política. Su paciencia ha sido –y parece seguir siendo- inmensa, al ritmo de la disolución del tejido social que experimenta nuestra sociedad. (www.REALPOLITIK.com.ar)