13 de octubre de 2025 | Opinión
He leído y escuchado comentarios que, lejos de acompañar, reproducen prejuicios y descalificaciones hacia ellas y sus familias. Es momento de mirar más allá del caso policial. De reconocer que detrás de cada historia hay una realidad social dolorosa y estructural que no podemos seguir ignorando.
Sin negar la responsabilidad individual ni el libre albedrío de cada persona, debemos volver a advertir la gravedad de la situación en nuestros barrios. Lo dicen los referentes sociales, lo repiten los sacerdotes, lo señalan algunos comunicadores, pero parece que desde ciertos despachos todavía no se alcanza a ver la magnitud del problema.
Un amigo y vecino, Juan Carlos Sancheta, de la Mesa de la Economía Social y Popular (MESYP), junto a un grupo de compañeros, realizó un estudio en barrios de Merlo, Moreno, General Rodríguez, Hurlingham y Morón.
Los resultados son alarmantes y podrían replicarse en zonas de La Matanza como Ciudad Evita, Tablada, Virrey del Pino o González Catán. De más de 2.500 familias encuestadas, el 61 por ciento come solo una vez al día, solo el 5 por ciento respeta las cuatro comidas, el 16 por ciento consumió leche, carne o verduras la última semana, el 48 por ciento trabaja de manera informal, el 65 por ciento gana menos de 480.000 pesos al mes, el 47 por ciento tiene préstamos informales con tasas del 50 por ciento mensual, el 46 por ciento compra alimentos con tarjeta de crédito, el 36 por ciento se enganchó de la luz en los últimos tres meses, el 72 por ciento no cree que el país mejore, el 76 por ciento no confía en la política, solo el 12 por ciento terminó la escuela secundaria y el 88 por ciento fue víctima de robo en los últimos dos meses.
“El 100 por ciento no fue al Movistar Arena”. Una frase que sintetiza el abismo social entre los que pueden vivir y los que apenas sobreviven. “Argentina duele —dice Sancheta—. No necesitamos adjetivos: los números son un grito silencioso de nuestro pueblo”.
El mismo trabajo incluyó un relevamiento entre 675 jóvenes de 16 a 22 años, y los resultados son devastadores: solo 8 por ciento estudia y 6 por ciento tiene trabajo. Entre las mujeres: 24 por ciento ejerció o ejerce la prostitución como medio de vida, 28 por ciento consumió drogas y 38 por ciento tiene uno o más hijos a cargo. Entre los varones: 52 por ciento consumió drogas, 54 por ciento robó alguna vez para sobrevivir y 18 por ciento trabaja o trabajó en la venta de estupefacientes. El 62 por ciento de los jóvenes consultados cree que “la droga o la delincuencia es el único camino para salir de la pobreza”.
En cada barrio, en cada familia, se refleja el rostro de esta crisis. Mientras en algunos sectores de la sociedad se discuten recitales o precios, en otros se pelea por comer una vez al día.
La diferencia entre Ramos Mejía y Tablada, entre San Justo y Catán, muestra que incluso dentro de un mismo distrito conviven dos realidades opuestas. Estos números no son estadísticas: son vidas. Son las Laras, las Morenas y las Brendas que hoy están en riesgo.
Si no hay políticas públicas concretas y sostenidas, si la educación, el trabajo y la seguridad no vuelven al centro del debate, vamos a seguir llorando nombres propios.
No alcanza con la indignación pasajera. Hace falta decisión política, compromiso y cercanía. Porque el futuro de la Argentina se define en los barrios, donde cada día miles de familias luchan por sobrevivir con dignidad.
El relevamiento realizado revela una situación social preocupante: el 61 por ciento de las familias informadas indicó que solo puede comer una vez al día, mientras que el 48 por ciento de los trabajadores se desempeña en la informalidad. En cuanto a los jóvenes, apenas el 8 por ciento continúa estudiando y solo el 6 por ciento cuenta con un empleo formal. La precariedad económica también se refleja en que el 47 por ciento de las familias recurre a préstamos informales para cubrir sus necesidades básicas. Además, un alarmante 62 por ciento de los jóvenes considera que la delincuencia es la única salida ante la falta de oportunidades.
(*) Miguel Saredi es secretario de Planificación de La Matanza.