27 de octubre de 2025 | Nacionales
En 1995, hace tres décadas, se hacía realidad la adquisición por parte de Argentina de treinta y seis aviones Mc Donell Douglas A-4M, veteranos de Vietnam, que sirvieron en los US Marines Corps y luego fueron almacenados en la Base de la Fuerza Aérea Davis-Monthan. El contrato de 485 millones de dólares fue adjudicado a Lockheed Martin Aircraft Services para la inspección, revisión y modernización de treinta y dos aviones A-4M monoplazas y TA- 4M biplazas. Este también incluyó un contrato de gestión. El “paquete” incluyó la privatización de la Fábrica Militar de Aviones Sociedad del Estado (denominada Lockheed Martin Aircraft Argentina SA). Al costo citado se agregó unos 125 millones de dólares por ocho motores Pratt & Whitney J52-P-408, material de entrenamiento, munición para el cañón de 20 mm de los aviones. En su momento Argentina pidió reemplazar el problemático cañón de 20 mm por uno de 30 mm, rechazado por Estados Unidos, compensando con la venta a bajo precio de munición y repuestos para dicha pieza. No fue contemplada la compra de armamento inteligente, ni implementos necesarios para garantizar la operatividad de los aviones. Esto tuvo sus consecuencias en materia de costos y dificultades de acceso a repuestos comprados a proveedores privados.
De los treinta y seis aviones adquiridos, veintisiete fueron modernizados en Argentina en la ex Fábrica de Aviones de Córdoba. En cuanto al equipamiento, se reemplazó el radar original por los APG -66 (V) 2 con menor capacidad que los de su tipo como los empleados por los aviones A-4 de Nueva Zelanda, Singapur o Kuwait (vendidos a Brasil). El proceso se caracterizó por la ausencia de financiamiento. Las entregas comenzaron en 1997 y finalizó el proceso en el 2000. En esos años, Chile, adquirió un lote de veinticinco aviones Mirage M5 Elkan a la Fuerza Aérea belga en 1994, modernizados, con un banco de pruebas para los motores incluido, abundante stock de repuestos y sin restricciones políticas, todo por 109 millones de dólares.
El resultado del “exitoso” programa A-4AR fue disponer de un avión cazabombardero, con una moderna aviónica, lo que permitió a los pilotos adquirir conocimientos, pero desde el punto de vista netamente militar, el país carecía de un elemento de superioridad aérea moderno. Los constantes recortes de presupuesto afectaron la operatividad de la plataforma, agregándose que no se adquirieron misiles aire superficie para mejorar sus prestaciones, unido a la incertidumbre de su reemplazo.
La salida en 2015 de los veteranos sistemas de armas Mirage III/5 con base en Tandil, dejó la defensa aérea reducida a un puñado de aviones A-4AR con capacidad de defensa de punto. La Argentina pronto quedó rezagada frente a Chile con la llegada de los modernos Lockheed F-16 C/D Block 52 nuevos o los Northrop F-5 E/F brasileños que, a pesar de sus años a cuestas, tenían un paquete de modernización con tecnología israelí de punta.
La Fuerza Aérea Argentina inició un derrotero para reemplazar los sistemas de armas Mirage y A-4AR. En medios especializados, “expertos” de diversa índole hablaron de potenciales candidatos como el Dessault Mirage F-1 españoles, los cazas israelíes Kfir modernizados y F-16 A/B Block 15 de segunda mano ofrecidos por Estados Unidos, pero con restricciones, especialmente en lo que respecta al radar (similar al del A-4AR, por ende, limitados para portar misiles aire – aire del tipo BVR de largo alcance).
El avión israelí era un candidato de vieja data para la Fuerza Aérea Argentina, pero por razones de presupuesto no pudo adquirirse (destacándose los enormes gastos del proyecto misilístico Condor II o la crisis inflacionaria de 1989). En 2009 comenzó a avanzar la posible adquisición de catorce aviones modernizados con tecnología de punta israelí, sin restricciones políticas en cuanto armamento y equipamiento, además del apoyo para la comercialización del avión argentino de entrenamiento avanzado IA -63 Pampa III. En 2015, por una extraña maniobra de un brigadier, frenó el proceso de compra y el ministro de Defensa de entonces, a pesar que hasta último momento la misma Fuerza Aérea no puso objeciones a la compra, suspendió el proceso de adquisición.

Agustín Rossi, dejó la firma del contrato para el gobierno que resultara electo dicho año. La gestión del ingeniero Mauricio Macri dio por tierra el proyecto. No cabe duda que el proyecto del avión Kfir había intereses creados, lobistas de toda especie y poca transparencia. La novela de los cazas no terminó ahí, apareciendo en escena el avión surcoreano KAI FA-50 Golden Eagle. Otra vez los “expertos” aparecieron, sin explicar en primer lugar que no era un avión de superioridad aérea, sino más bien lo que se conoce como un LWF o avión de combate ligero, destinado a complementar a cazas de mayores prestaciones. Un tema que los planificadores del proceso pasaron por alto, fue que dicha plataforma tiene componentes británicos y el Reino Unido, tiene un régimen legal, que mantiene el veto sobre cualquier venta de equipos militares dirigidos a la Argentina. En 2020 la idea de comprar el FA-50 quedó en la nada, cuando el mismo fabricante hizo saber del veto británico.
En 2023, en el marco de la campaña presidencial, la “novela del caza” se hizo presente, apareciendo las ofertas de China por el caza JF-17 Thunder Block III, el caza ligero indio HAL Tejas y el F-16 estadounidense. Al parecer la oferta de Pekín era dieciocho aviones JF -17 (el equivalente a un escuadrón) por 750 millones de dólares, con un programa de financiamiento a diez años. El problema de la propuesta china al parecer eran las presiones de Estados Unidos, que podría suponer el veto a la venta de repuestos para el resto de la flota de aviones de las Fuerzas Armadas. Un fantasma que agitaban sectores militares.
Un ejemplo práctico, fue la amenaza literal a Egipto por las negociaciones con Rusia por cazas Su-35, por parte de Washington en 2019, de aplicar la ley para Contrarrestar a los Adversarios de Estados Unidos Mediante Sanciones, aplicada a los casos de Irán o Corea del Norte. El Cairo optó por aviones franceses Rafale, pero no cortó lazos con Moscú en una muestra de autonomía en política exterior y se incorporó al espacio BRICS. En otros casos, al parecer la Casa Blanca no es tan susceptible como el caso de Indonesia, que hizo pública su voluntad de adquirir cazas chinos JC -10C, a pesar de operar 33 F-16 A/B y C/D, o el caso paquistaní que utiliza F-16 junto con material aéreo ruso, francés, chino. Islamabad, no recibió presiones de Estados Unidos por retirar dicho equipo. En su momento padeció sanciones por su programa nuclear militar, pero el liderazgo paquistaní siguió adelante y su cercanía con Estados Unidos, fue reemplazada por una política exterior multilateral focalizada en China y los países islámicos.
Antes del cambio de gobierno en 2023, personal de la Fuerza Aérea inspeccionó los aviones F-16 ofrecidos por Dinamarca con el visto bueno de Estados Unidos. La ventaja era que no tenían componentes británicos, pero un dato no menor, que Copenhague, tiene una estrecha relación con Londres desde hace mucho tiempo, tanto en el plano económico, como político y estratégico. La política de defensa dinamarquesa, considera al Reino Unido como socio estratégico.

En octubre de 2023, el Congreso de Estados Unidos dio luz verde para una eventual venta de los cazas daneses de fabricación estadounidense a la Argentina. Seguramente una evaluación correcta de inteligencia, les permitió a los estadounidenses saber que la llegada de Javier Milei a la presidencia, significaba una administración funcional a sus intereses.
El contrato relativo a la compra de los 24 aviones Lockheed F-16 AM/BM Block 15 (de cuarenta y tres años de antigüedad) está cargado de hermetismo, por decisión del ministerio de Defensa de Argentina, de declarar secreto militar. Una decisión más que cuestionable.
Los costos, surgen de los medios especializados. Los aviones en cuestión, la inversión en su compra es de unos 301.2 millones de dólares incluyendo motores de repuesto, equipos de guerra electrónica y pods de designación de blancos y reconocimiento, vendidos a través del sistema FMS (pagaderos en un plazo de cinco años). En esta modalidad de gobierno a gobierno, el Departamento de Defensa de Estados Unidos actúa como intermediario, gestionando la compra, logística, entrega y apoyo a la capacitación del usuario de los sistemas adquiridos. Esto reduce costos y trámites, no hay empresas intermediarias y el Pentágono negocia directamente con el fabricante.
A esta suma cabría agregar 312 millones de dólares, en un contrato separado, para la compra de armamento que incluyen misiles aire – aire AIM – 9X Sidewinder (de corto alcance) y AIM -120 D AMRAAM (aire – aire de largo alcance) y aire superficie. En otros medios, se habla que el paquete de armas para los aviones, autorizado por Estados Unidos, asciende a 941 millones de dólares, que incluyen treinta y séis misiles aire – aire citados y ciento dos bombas de propósito general MK-82 de 500 libras, cincuenta bombas guiadas por láser GBU-12 Paveway II, 102 espoletas programables FMU-152A/B, radios tácticas, sistemas de planeamiento de misión, equipos de apoyo, etcétera. Un contrato de 43 millones de dólares con Sumaria Systems LLC para servicios de ingeniería, investigación, gestión de seguridad y apoyo al sostenimiento del programa Peace Condor (como se denomina la compra de los F16), enlazado con un convenio con Lockheed Martin por 265 millones en moneda estadounidense para tareas de apoyo de la flota de los cazas argentinos, modernizando sistemas para operar armamento inteligente. También hay un contrato con la empresa danesa Terma para modernización de equipos de guerra electrónica.
En cuanto a la infraestructura para apoyar la operación de los aviones en cuestión, por ejemplo, adaptar la base aérea de Tandil, asiento de la VI Brigada Aérea (donde operaron los Mirage hasta 2015) tuvo un costo de unos 40 millones de dólares. El acondicionamiento de las pistas en Río Cuarto, asiento de la unidad logística Área Material Río Cuarto, el costo estimado es de unos 10 millones de dólares. En dicha dependencia se llevará a cabo el mantenimiento del tercer escalón de los F-16, quedando marginado de este proceso la estatal Fábrica Argentina de Aviones (FADEA) que agoniza por deudas con proveedores y congelamiento de contratos con la Fuerza Aérea Argentina, a pesar de las capacidades de la empresa y especialmente de sus técnicos.
Un dato sobre el cual se hizo escaso hincapié es que el gobierno de Dinamarca donó a Ucrania diecinueve F-16 de su Fuerza Aérea, los mismos aviones que la Argentina compró por 300 millones de dólares más los costos asociados con la puesta a punto y armamento señalados anteriormente. Dado el interés de Estados Unidos para que Argentina se hiciera con dicho sistema de armas, deja el interrogante: ¿Se podría haber negociado un mejor precio por los F-16? ¿Podría haberse optado por una solución como el Peace Caesar italiano? Italia precisaba un avión que reemplace temporariamente los veteranos cazas F-104 Starfighter hasta la incorporación de los modernos Eurofighter EF -2000 Typhoon. La opción fue arrendar en 2001 a la Fuerza Aérea de Estados Unidos treinta y cuatro aviones F-16 A/B Block 15 ADF por diez años, por 777 millones de dólares, incluyendo modernización, mantenimiento, repuestos y entrenamiento. El gobierno italiano recibió por el contrato compensaciones industriales por 150 millones. El fabricante Lockheed Martin asumió la responsabilidad del mantenimiento in situ de los aviones alquilados por los italianos.
Otro interrogante que aparece refiere a la edad de los aviones adquiridos por Argentina. Estos tienen cuarenta y tres años. ¿Cuánto tiempo estarán en servicio? Generalmente un caza opera durante entre treinta y cinco y cuarenta años. No trascendió públicamente cuánto será la extensión de la vida útil de los F-16, agregándose que el combate aéreo en un futuro no muy lejano será una combinación de plataformas tripuladas y no tripuladas. ¿Los estrategas de la Defensa argentina habrán pensado en ello?

En este proceso no se habla de transferencia de tecnología, un régimen de compensaciones industriales u offset, como se conoce en el mercado de defensa. Este se entiende como acuerdos buscan que la adquisición de sistemas de armas de alto costo genere beneficios para la economía local, tales como transferencia de tecnología, coproducción, subcontratación, inversión extranjera o exportaciones, fortaleciendo así la industria de defensa nacional del comprador y el desarrollo tecnológico. El ministerio de Defensa en 2023 dictó una normativa al respecto, pero a todas luces es letra muerta. En su momento, en otros procesos de adquisiciones de armamento naval, permitió la modernización de nuestros astilleros, permitiendo construir en el país de manera exitosa corbetas de tecnología alemana como también un destructor de diseño británico (el ARA Santísima Trinidad).
En los medios especializados y los diversos “expertos” que nos inundan sobre datos y virtudes de los aviones F-16 omiten los graves problemas que subyacen en la Defensa nacional. El diseño de las Fuerzas Armadas, su organización, despliegue, equipamiento, surgen de una Directiva Estratégica Nacional -si funcionaran los mecanismos previstos por la ley 23.554 de Defensa nacional-, pauta rectora sobre la cual se emitirá la Directiva de Planeamiento Militar, del cual emanan las Directivas Estratégicas Militares de Corto y Mediano Plazo. En Argentina ha sido frecuente invertir la secuencia del planeamiento, con consecuencias funestas.
En 1975, en plena escalada de violencia política, el gobierno de entonces, emitió la directiva 1/75 formulando la estrategia militar, sin contar con bases necesarias que debía proporcionar la estrategia nacional. En el conflicto de 1978 por el Beagle, esta vez los militares cometieron los mismos errores que en 1982, durante la guerra de Malvinas: la estrategia militar no tuvo sustento en una Directiva Estratégica Nacional. La falta de estrategia se pagó con la derrota y la pérdida de muchas vidas, además de consecuencias geopolíticas y estratégicas en el Atlántico Sur, sumamente perjudiciales para los intereses nacionales. Una vez más se comete el mismo error que en el pasado. La toma de decisión de adquirir nuevos aviones de combate se lleva a cabo sin tener en cuenta una estrategia clara en materia de defensa, ni el perfil de fuerzas armadas que requiere la Argentina, ni los recursos para sostener sistema de armas complejos en el mediano plazo.
La adquisición de los aviones F-16 como de los tan publicitados blindados Stryker, se insertan en la improvisación y la falta de una estrategia nacional, que determine el tipo de fuerzas armadas que precisa el país. El resultado fue la compra de un sistema de armas, con fuertes condicionantes político - estratégicos, además de generar dudas sobre la capacidad de la Fuerza Aérea de garantizar un adecuado sostén logístico a una plataforma con altos costos de operación (10 mil a 12 mil dólares por hora de vuelo) y que requiere una infraestructura adecuada (por ejemplo, el manejo de hidracina, altamente tóxico y cancerígeno, empleado para el sistema auxiliar de energía del avión).

Vale la pena recordar en el caso de la Fuerza Aérea Argentina, mientras apuesta a un sistema de armas complejo como el F-16, tiene paralizado la modernización del avión de entrenamiento avanzado FMA IA-63 Pampa III, de ataque liviano EMB -312 Tucano que también cumplen funciones de entrenamiento, la incertidumbre sobre el avión de instrucción básica FMA IA -100B Malvina, los trabajos de mantenimiento y modernización de tres aviones de transporte táctico Lockheed K/C130H que esperan en FADEA (algo que impactará en la campaña Antártica de 2026 por una baja disponibilidad de aviones de transporte). La radarización prevista en su momento en 2004, no se completó del todo, ni siquiera hay previsiones para un avión de alerta temprana, elemento importante para complementar la red de estaciones de radar. Estamos frente a una organización sobredimensionada, con unos 16 mil efectivos, ocho brigadas aéreas con unas 180 aeronaves, mayor parte de ellas precisan ser modernizadas o reemplazadas. A título de ejemplo, la Real Fuerza Aérea de Canadá opera 390 aeronaves y tiene 12 mil efectivos. Dicho dato pone en evidencia el nivel de improvisación que hay en el ámbito de la Defensa en Argentina.
El F-16 es una muy buena plataforma, a pesar de lo anticuada, y será de utilidad para que los pilotos de la Fuerza Aérea se familiaricen con un avión de combate, luego de una década de la baja del sistema de armas Mirage III/V, pero desde el punto de vista disuasivo, tiene escaso valor militar. La operación de estos cazas estará bajo la atenta mirada de Washington y esto lo tiene muy en claro el Reino Unido, cuyo gobierno siguió de cerca la compra de los F-16. Desde la prensa británica, se hizo hincapié que el programa Peace Condor, no es una amenaza a los intereses de Londres en el Atlántico Sur. Esto impacta en el reclamo sobre nuestras islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. El gobierno argentino ha decidido lisa y llanamente, renunciar a cualquier mecanismo de presión a Londres, pero también de contención del expansionismo británico sobre el Atlántico Sur y la Antártida, territorio sobre el cual Argentina tiene intereses muy claros.
Un ejemplo claro sobre como un la Casa Blanca impone condiciones a los países compradores de sus sistemas de armas, es el caso de Qatar. En septiembre de 2025, Israel lanzó un ataque contra el equipo negociador del grupo terrorista Hamas en Doha. El espacio aéreo qatarí, defendido por modernos sistemas de defensa antiaérea, pero de origen estadounidense, quedaron bloqueados. Esto permitió a Washington, imponer su poder de veto y presionar para que Qatar no respondiera a la incursión israelí.
La adquisición del sistema de armas F-16, mostrada como un “hito” recordando a la narrativa de los años 90 respecto de los aviones A-4AR, oculta una dura realidad. El Ejército argentino está mal equipado, gran parte de su material tiene una edad promedio de cuarenta a cincuenta años, su despliegue obedece a otros tiempos, las unidades están incompletas (faltan soldados), carece de recursos adecuados para su adiestramiento; la Armada, apenas tiene un destructor operativo, más cuatro barcos de patrulla y sus posibilidades se reducen a cierta capacidad de patrulla y vigilancia del espacio marítimo; no hay un sistema de reservistas ni de movilización; el sector industrial de defensa es ínfimo.
En síntesis, las Fuerzas Armadas argentinas tienen capacidades para actuar en catástrofes y operaciones de asistencia humanitaria con limitaciones; operaciones de apoyo a la seguridad interior y sostener cierta presencia en operaciones de mantenimiento de paz bajo mandato de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero no están preparadas para hacer frente a una agresión armada de cierta entidad.
Estados Unidos tiene una estrategia muy clara en el Atlántico Sur, donde Tierra del Fuego juega un papel importante, a los fines de poder controlar los pasos interoceánicos y proyectarse sobre la Antártida. En esta ecuación tiene un papel clave la presencia británica en Malvinas, donde hay una base de preposicionamiento estratégico, capaz de dar apoyo a una fuerza de 8 mil efectivos.
Los “favores” de Washington para sostener la política económica del presidente Milei, de alguna manera serán cobrados. Un área sensible al interés nacional como es la Defensa, de alguna manera claudicó, gracias a que un importante sector de liderazgo de las fuerzas armadas en complicidad con sectores políticos, son funcionales a los intereses de Washington, reflejado en el programa Peace Condor con la adquisición de los aviones F-16, con un alto costo económico, sin transferencia de tecnología y en un contexto de bajos salarios, una pésima prestación de servicios de salud para la familia militar.
El resultado será una flota de aviones que será un lastre presupuestario y para peor, un símbolo de condicionamiento de nuestra soberanía nacional. (www.REALPOLITIK.com.ar)