31 de octubre de 2025 | Nacionales

Nuevo avanza de CFK

Axel Kicillof, tibieza y falta de conducción

En medio del derrumbe del panperonismo, la nueva carta de Cristina Fernández de Kirchner profundizó la fractura con Axel Kicillof y desató una ola de tensiones en el oficialismo bonaerense. En contraposición con su silencio electoral, la expresidenta reapareció para cuestionar al gobernador y ratificar su pulseada por el control del espacio.

Otra carta de Cristina Fernández de Kirchner, otra demostración de su colapso y de su declinación sin piso. Tal como en los tiempos del gobierno de Alberto Fernández, a quien eligió para ser presidente contra la opinión de la mayoría del panperonismo y sin consultar con nadie, y que a los pocos meses de gobierno comenzó a demoler con sus cartas públicas haciendo una masacre con lo que, en su opinión, eran sus errores, cuando lo que en realidad lo que realmente le espantaba era la altísima imagen pública que había construido su Frankenstein. Ahora es el turno de Axel Kicillof. Nadie que amenace su liderazgo merece otra cosa más que su odio enfermizo. La expresidenta perdió el equilibrio.

En prisión domiciliaria y con su vida institucional clausurada de manera vitalicia, Cristina transcurre sus horas vacías dedicándose a lo que mejor le sale: fustigar y demoler a quienes pretendan sucederla en el liderazgo. En medio de la frustración y la depresión que había invadido al panperonismo el domingo electoral por la noche, la expresidenta salió a bailar a su balcón. ¿Qué festejaba? La derrota de Kicillof, sin meditar en que la lista derrotada era de su completa autoría. Una vez más había corroborado que la elección de candidatos y el armado de boletas electorales jamás fue una de sus habilidades. Alberto era un desastre, sí, pero nunca aceptó que había sido su elección. Axel se rebeló: otro traidor que nació de un repollo.

Mientras que Javier Milei carga constantemente contra el gobernador bonaerense, quien eligió ausentarse de la convocatoria a los ejecutivos provinciales, Cristina aprovechó para darle otro golpe bajo: se equivocó al no hacerle caso, disoció las elecciones y revitalizó al presidente, fue el único gobernador panperonista en cuya provincia no se triunfó.

¿Qué quiere conseguir? Lo mismo que la desvela desde 2015: que su hijo Máximo Kirchner sea su sucesor. Algo se contradice con la opinión de al menos un 75 por ciento de la sociedad argentina. No le importa, ni tampoco el costo que implica para el panperonismo, cada dìa más extraviado de las expectativas y preocupaciones populares. Su obsesión es destruir a Kicillof, aunque ello signifique consolidar a Milei. Esta ciega de odio, no razona.

En el entorno de Kicillof presionan al tibio gobernador para que exija la renuncia de los cristinistas que participan de su gabinete: Juan Martín Mena (ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires), Nicolás Kreplak (ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires), Florencia Saintout (Instituto Cultural), Marina Moretti (Instituto de Previsión Social), Homero Giles (IOMA), entre otros. “Sin son tan leales, que se vayan”.

Los intendentes del kicillofismo reclaman la ruptura con Cristina. Competir contra Máximo por la presidencia del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires que debe renovarse en los próximos sesenta dìas. Quien parece ser la elegida para desafiarlo es Verónica Magario. La expresidenta exige que su hijo sea el único candidato. ¿Se animará alguna vez Kicillof a provocar el quiebre definitivo?

Parece ser la última oportunidad para el gobernador. O rompe y lanza su propio armado propio, con sus “nuevas canciones” que impliquen un armado que exceda largamente al panperonismo, o caerá en picada libre. Su cercanía con Cristina significa un ancla de plomo para su proyecto presidencial. Políticamente, o confronta o se desvanece. (www.REALPOLITIK.com.ar)