6 de noviembre de 2025 | Pastillas de Colores
Yayo Guridi nació el 6 de noviembre de 1965 en Villa María, Córdoba, de modo que hoy jueves está cumpliendo 60 años. Su biografía avanzó entre proyectos que aparecieron, se instalaron, mutaron o concluyeron. Desde los pubs cordobeses de los 80 hasta el actual programa de streaming La Gambeta, el imaginario popular le tiene consagrado un lugar de privilegio a partir de sus aportes en Showmatch y Sin Codificar. Primero fue el particular uso de lenguajes fuertes en chistes o el Cuarteto Obrero, épocas en las que putear en la televisión abierta todavía era un límite con mucho riesgo de atravesar. Y luego su reinvención los domingos al mediodía a través de personajes aptos para todo público pero con la misma picaresca.
Todo comenzó de una manera curiosa: Yayo había terminado la licenciatura en Economía en la Universidad Nacional de Córdoba y el humor era apenas una vocación. "Me recibí en 1988 y ejercí hasta el 95 tanto en el sector privado como en el público, así que al humor me dedicaba de manera amateur. Entonces con unos amigos decidimos apuntar todos los cañones a Buenos Aires porque estábamos cansados de tener que hacernos toda la movida en pubs de Córdoba o teatros independientes", recordó Guridi en esta entrevista que le hice en agosto de 2010 y nunca había sido publicada.
"Nos la fuimos rebuscando, yendo y viniendo, hasta que un día nos contactan de Telefe para ir a Ritmo de la Noche. Le agarramos la mano, al año siguiente nos confirmaron y entramos al equipo. Contrato en mano, nos instalamos en Buenos Aires: hicimos "Los Gauchos" en Videomatch", dijo Guridi en relación al trío folclórico-humorístico completado por los también villamarenses Bubu Tanús y el Corto Otoño, quienes luego pasaron a trabajar en la producción del programa en general. Yayo, en cambio, quería seguir adelante de la cámara.
"Me venía rompiendo el ojete en Videomatch desde el 93: cuatro días para presentar una nota de tres minutos que después el flaco (Marcelo Tinelli) veía y decidía. Pero nunca pasaba nada", rememora. "Hasta que la cosa explotó en 2001 con los chistes y el Cuarteto Obrero en las cámaras ocultas".
- Sí, y no sé ni quién carajo los habrá subido. Escapó a las pretensiones de uno: solo se trataba de cumplir con un laburo determinado en una cámara oculta y jamás me hubiese imaginado que pasara eso, ni siquiera fue mi intención. Yo venía laburando varios años en Videomatch y no pasaba nada. Hasta que un día, mientras delineábamos una cámara oculta, faltaba el momento del remate, del redondeo, entonces conté chistes subidos de tono en una mesa y la cosa explotó. Empezamos yendo a programas muy formales, onda Pizarro, Embón, más políticos. La onda era romper el formalismo con el negro zarpándose al final de una ronda de chistes. Después surgió el Cuarteto Obrero y ya el negro se mandó a cantar. La mayoría de la música y de letra las hacía el productor Gustavo Pavan. La idea era hacer reir a los compañeros, la víctima ni nos interesaba. Queríamos sorprendernos a nosotros. Y muchas veces me tenía que levantar porque estaba tentado.
- La verdad es que no pienso en función de: "uh, la llegada a la gente, las fotos". No espero una repercusión masiva ni llenar Vélez Sarsfield, tampoco me preocupa quedar pegado a algo. Me chupa un huevo. Rematar una situación en una cámara oculta era toda la pretensión, pero explotó y no estaba previsto. Lo de los chistes, y lo mismo el Cuarteto Obrero, es algo que salió, pegó y se siguió sosteniendo porque esa era la lógica del programa: exprimir lo que funcionaba hasta el final. No fue por incapacidad mía de hacer otras cosas. No me creo preso de esa faceta mía ni tampoco me creo un contador de chistes: solo preparaba tres o cuatro para cada cámara oculta. Contadores de chistes son tipos que hacen un humor de excelencia, yo simplemente me dedico a divertir a la gente. Hay gente que labura para eso, hace lobby y se junta con gente un año antes para ver si les van a dar un premio. Poné la energía en el laburo que lo demás viene solo. Prefiero pensar en lo que tengo que hacer para el próximo programa en vez de detenerme a analizar como una copetuda el espacio que ocupo en el humor argentino.
- Fue lo más parecido a un milagro porque nunca nos planteamos ese tipo de programa. El proyecto original era tener a los capos del deporte al servicio del programa, por ejemplo a Mariano Closs con cámaras en su cabina viendo como relataba el partido, móviles adentro y afuera de la cancha, cosas así. Era una producción tan pretensiosa que, llegado el momento de largar, no hubo nada de eso, entonces tuvimos que llenar las tres horas con lo que fuera, y así el programa dio el vuelco. También ayudó mucho estar en un canal de aire que nos permitía dos horas para hacer lo que queríamos sin que nadie nos hinchara las bolas. Eso es muy importante y hay que cuidarlo como de no mearse en la cama porque es muy jodido encontrar un canal para laburar, pero mucho más jodido es irse de uno y buscar otro. Siempre necesité un lugar para todas mis boludeces y Videomatch supo ser un espacio maravilloso para hacer lo que se me cantaba los huevos con una continuidad de laburo no habitual. Luego, para Sin Codificar, pasé a los domingos al mediodía y ya no podía putear, entonces tuve que explorar otras cosas para sostener los personajes y por suerte también funcionó.
- No son composiciones muy logradas, la imitación en mi caso es un homenaje. Me da el cuero medianamente para hacer algo bueno y solo busco que sea divertido. Es una cosa que tocamos y salimos. En Gran Cuñado, por ejemplo, me enchufaban los personajes, pero en Sin Codificar metí mano yo. Eso sí: nunca quisimos bajar línea ni dobles mensajes. La tele de aire no está para pensar, para eso leé un libro, andá al cine, o mirá People & Arts. La gente mira tele para divertirse, de lo contrario cambia de canal. La forma con la que compongo las imitaciones es muy simple: dame minutos para verlo, prendé cámara y vamos para adelante. No me da el cuero para otra cosa: puedo estar un mes entero mirando que no me va a salir. Hay excelentes imitaciones que se diluyen porque no causan gracia. Yo prefiero que sea una imitación mediocre pero con cosas espontáneas.
- Fue muy difícil hacer esa imitación porque ya el discurso propio del tipo era muy divertido, entonces es jodido superar eso. Y después está lo otro: que el imitado lo tome con buena onda. Siempre quisimos hacerlo con respeto y buena leche. El papo de Iorio era fantástico y solo había que exacerbarlo. Satirizar el ambiente de él, contraponerlo a la ciudad, "el cheto de Belgrano que pisa caca de perro y le tienen que cortar la pierna", esas cosas. En otro orden de cosas, al loco lo seguía y me había gustado mucho "Toro y pampa", el disco que había sacado por ese momento, mientras que después quise escuchar "Peso Argento", esa fusión con el folclore que hizo con Flavio Cianciarulo de los Fabulosos Cadillacs, porque "Allá en Tilcara" es un temazo y me entró por ese lado. Que reivindicara el interior del país, más aún viniendo de un tipo como él, que era bicho de ciudad, me parecía fantástico. A veces se endiosa cualquier cosa de afuera sin saber lo que pasa dentro de nuestro propio país, así que el hecho de que el tipo tuviera esa mirada me pareció sumamente respetable. Y, si algo faltaba para redondear, me enteré también que era amigo de Gieco. Para mí, León es como el Diego.
- Es muy pretencioso clasificar a algo como "humor". Acá cualquiera aparece y se dice "humorista" o "capocómico". ¿Quién te puso ese cartel? ¡Te lo pusiste vos, hijo de puta! Después vas al teatro y tenés tres personas sentadas. Cuando hablás de capocómicos, decis Alberto Olmedo, Antonio Gasalla, Enrique Pinti, Guillermo Francella. ¡Más respeto! En todo caso hago algo divertido para la gente, eso me parece lo más objetivo y justo. Lo mismo con los chistes: salieron de casualidad, nunca pensamos que iba a explotar. Contadores son Les Luthiers, Luis Landriscina, Cacho Buenaventura, el flaco Fernando Pailos o el Negro Álvarez, un humor de excelencia. Estar muchos años con la producción del número uno, como me pasó a mí, facilitaba todo, pero cuando te vas, notás que estuviste criado en una burbuja de cristal. Todo lo que vino después fue gracias a eso, aunque demostrar el cuero para largarse solo es otra historia. De última, desempolvaré mi título universitario y volveré a evaluar proyectos de inversión. (www.REALPOLITIK.com.ar)