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El 14 de octubre de 1066, dos hombres dirimieron el destino de Inglaterra en una batalla campal. Por un lado, el noble sajón Harold Godwinson, miembro de la nobleza local y el señor más rico y poderoso del reino. Por el otro, Guillermo, duque de Normandía y descendiente de antiguos piratas vikingos.
El 14 de octubre de 1066, dos hombres dirimieron el destino de Inglaterra en una batalla campal. Por un lado, el noble sajón Harold Godwinson, miembro de la nobleza local y el señor más rico y poderoso del reino. Por el otro, Guillermo, duque de Normandía y descendiente de antiguos piratas vikingos. Ambos hombres alegaban derechos al trono que había dejado Eduardo el “Confesor”, rey sajón inglés que gobernó Inglaterra por más de cuarenta años y murió sin dejar heredero. El monarca era pariente de ambos hombres, lo cual agravaba la situación.
Mientras la vida de Harold había sido cómoda y fácil, Guillermo, hijo ilegitimo del duque Roberto de Normandía, había tenido que lidiar desde niño con un ambiente de extrema desconfianza y con las ambiciones de los nobles que querían arrebatarle su poder, una vez que su padre lo reconoció como heredero cuando apenas contaba ocho años de edad, en 1035. Pasó gran parte de su juventud buscando consolidar su poder y enfrentado las frecuentes revueltas de la nobleza normanda. Pero el apoyo del rey francés Luis I y de la iglesia, logró apuntalar a Guillermo, quien en 1051 aplastó las últimas rebeliones y se hizo con el poder en toda Normandía.
Durante los siguientes años, Guillermo se convirtió en un gobernante modelo y Normandía prosperó bajo su mandato. Creó una nueva nobleza con los caballeros que le habían sido fieles, franceses muchos de ellos, y fue protector incondicional de la iglesia. Utilizó las riquezas amasadas para levantar un potente ejército y guerreando con los señores vecinos, agrandó su herencia.
Pero Guillermo no estaba satisfecho con sus logros y ambicionaba algo más en su vida: llevar el título de rey, antes que seguir siendo un simple príncipe. Ya casi no le quedaba nada por conquistar en su vecindad, cuando se produjo en 1066 la muerte de su primo Eduardo de Inglaterra. Inmediatamente el duque normando alegó derechos dinásticos que fueron reconocidos por gran parte de los señores y reyes de Europa, pero la nobleza sajona de Inglaterra, que no deseaba un extranjero por rey, y el monarca noruego Harald Hardrada, que codiciaba el trono inglés vacante, no le harían las cosas fáciles.
Apoyado por los cortesanos de Eduardo, Harold se coronó rey en junio de 1066 en Londres, para consternación de Guillermo que eligió el camino de las armas para castigar al usurpador Harold. Pero mientras preparaba su expedición a Inglaterra, la fortuna le hizo un guiño a Guillermo: sus dos competidores por el trono chocaron entre sí. En efecto, los noruegos habían invadido el norte de Inglaterra en julio de 1066 y el rey Harold debió ir a combatirlos con su ejército, y en la famosa batalla de Stanford Bridge, noruegos e ingleses se desangraron aunque la victoria fue para los locales. Caído su rey, los noruegos volverían a casa.
Aprovechando el cambio de clima, finalmente Guillermo cruzó el Canal de la Mancha y llegó a Inglaterra a principios de octubre de 1066. Harold volvió a toda prisa con sus tropas desde el norte y el 14 de octubre, se produjo el choque final en Hastings. Los sajones eran superiores en número y ocuparon una posición ventajosa en una colina, pero estaban cansados por las marchas y los normandos contaban con un armamento superior. Nueve horas costó a Guillermo quebrar la línea enemiga, y eso que estuvo a punto de sucumbir tres veces en el curso del día, pero tras la muerte de su rey, los nativos se desbandaron y los normandos quedaron victoriosos. Marcharon a Londres y proclamaron rey a Guillermo.
A partir de ahí una nueva era iniciaba para Inglaterra, y de la fusión de elementos sajones y normandos, nacería la moderna cultura inglesa, y se irá forjando una nación con una nueva conciencia, llamada a tener un protagonismo importante en la historia humana. Lo mejor de Europa y del antiguo mundo germánico se combinará para dar a luz a una nueva Inglaterra, con una conciencia imperial insuflada por la ambición de un hombre que supo ser año de su destino, Guillermo I el “Conquistador”. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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