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La epopeya de La Odisea, junto con su hermana y precursora La Ilíada, ambas atribuidas al poeta y bardo griego Homero, son los dos monumentos literarios que dieron origen a la genealogía de la literatura occidental y europea...
La epopeya de La Odisea, junto con su hermana y precursora La Ilíada, ambas atribuidas al poeta y bardo griego Homero, son los dos monumentos literarios que dieron origen a la genealogía de la literatura occidental y europea; ambas ambientadas al calor de los acontecimientos de la guerra de Troya -que historiadores y arqueólogos cifran entre 1184 y 1174 AC-, aquel mítico conflicto sostenido por el pueblo frigio de Asia Menor contra la liga de ciudades micénicas de la actual Grecia. Muchos de los héroes y heroínas de estos poemas han quedado inmortalizados para siempre, tales como Héctor, Aquiles, Agamenón, Menelao, Paris, Príamo, Helena, Casandra y Odiseo, entre tantos.
Centrémonos en el último, llamado Ulises por los clásicos romanos. A él se le debe el fin de la guerra que se extendió por diez desgastantes años, gracias a su estratagema del célebre “Caballo de Troya” -aquella escultura enviada como presente a sus enemigos donde un grupo de soldados micénicos esperó escondido para abrir las puertas de la inexpugnable ciudadela a sus compatriotas-.
Así, una vez concluida la guerra y saqueada Troya, Ulises emprendió con los guerreros que le quedaban al mando el retorno a su patria Ítaca, donde lo esperaba su familia, que no había visto en una década. Pero el regreso, que se avizoraba rápido, por la corta distancia que separaba Asia Menor de la patria de Ulises, se complicó, según el poeta, por una maldición que el dios Poseidón echara sobre el contingente de Ulises (Odiseo) y que le obligara a vagar otros diez años lejos de casa.
Y vivirán Odiseo y su gente muchas tribulaciones, enfrentando tormentas colosales, monstruos legendarios como el ciclope Polifemo, las sirenas o el temible monstruo Escila, y de todas estas el héroe saldrá adelante por su inteligencia y la lealtad a muerte de sus hombres. Pero otra clase de desafíos romperá finalmente el lazo de Odiseo con su tripulación, cuando este sucumba a los encantos de dos hechiceras, Circe y Calipso, que lo tientan con sensualidad y con el don de la inmortalidad. Abandonado por su tripulación, que sucumbe en una tempestad, el atormentado naufrago Odiseo emprende dolorido el regreso final a casa.
Su aspecto es distinto por las penurias que debió afrontar en el camino, más melancólico y envejecido. Pero al volver a casa, se inflama su sangre al enterarse cómo ha estado su tierra durante su ausencia. Su esposa Penélope ha regido el reino, pero sufre el acoso de pretendientes nobles que creyendo muerto a Odiseo quieren ahora su trono, amenazando a Telémaco, el príncipe heredero que cree aun que su padre vive. La reina ha evitado con estratagemas variadas a sus pretendientes pero pasados diez años y presionada por ellos, anuncia que dará su mano a aquel que pueda tender el arco de su esposo.
Odiseo, vestido de mendigo, llega al palacio. Su mujer no lo reconoce, pero su fiel perro, que lo ha esperado, sí, al igual que su hijo. Entonces Odiseo se apunta al torneo y para sorpresa de todos tiende su arco con naturalidad. Revela su identidad y se desata una refriega con sus rivales, y casi todos ellos mueren enfrentándolo. Se une de nuevo con su esposa fiel y reina en su isla hasta sus últimos días.
El mito de Ulises u Odiseo ha cautivado a generaciones y podemos ver reflejos del mismo en otras historias y parábolas, desde la biblia y aquellos evangelios apócrifos que narran el descenso de Cristo al inframundo (tal cual el héroe helénico lo hiciera), hasta la Divina Comedia de Dante (cuya primera parte transcurre en el infierno), pasando por la Eneida del romano Virgilio, ambientada también a fines de la guerra de Troya pero vista desde la perspectiva del héroe troyano Eneas, que después de peregrinar diez años por el Mediterráneo va a dar por consejo de los dioses a la costa itálica, y acabara fundando un reino que los primeros romanos consideraban la cuna de su patria.
Pero sin duda el reflejo más célebre está en la obra Ulises del dramaturgo irlandés James Joyce (1882-1941), quien narra solo un día en la vida del protagonista, pero una jornada de búsqueda intensa en medio de un mundo moderno donde el hombre estaba perdiendo muchas de sus certezas, sobre todo después del clima de desosiego generado por la gran guerra (1914-1918). De nuevo había que barajar y dar de nuevo, como el héroe griego hiciese, lo que demuestra que Homero creó un mito inmortal y perenne, que explica mucho sobre la existencia humana en un mundo de cambios y donde los valores son puestos a prueba. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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