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20 de noviembre de 2016 | Cultura

Documento histórico REALPOLITIK

Urquiza, el actor y su máscara al descubierto

Justo José de Urquiza es uno de los personajes más relevantes y a la vez polémicos de toda la historia argentina. Para muchos un héroe, para otros un traidor, su impronta y su acción marcaron a fuego todo un ciclo. A lo largo de su vida, tuvo amigos y adversarios varios, y se distinguió por su talento en los negocios y en el campo de batalla.

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por:
Sabino Mostaccio

Justo José de Urquiza es uno de los personajes más relevantes y a la vez polémicos de toda la historia argentina. Para muchos un héroe, para otros un traidor, su impronta y su acción marcaron a fuego todo un ciclo. A lo largo de su vida, tuvo amigos y adversarios varios, y se distinguió por su talento en los negocios y en el campo de batalla.

Nacido en una familia de ganaderos y comerciantes, no pudo continuar su educación formal debido a los coletazos de las guerras intestinas entre unitarios y federales y, hacia 1820, al finalizar su adolescencia, se inicia en el negocio familiar. Siendo joven ingresa también en la vida política como representante en la Legislatura de su natal Entre Ríos, de la mano del gobernador federal Ricardo López Jordán padre. Más tarde fue nombrado comandante de milicias de campaña y acrecentó su prestigio y fortuna personal como proveedor de los ejércitos nacionales que combatieron contra el Imperio de Brasil en 1826 y luego abasteciendo a las milicias federales en sus luchas contra los unitarios en 1831.

Su agitada vida sentimental fue comidilla en su época y para los historiadores posteriores, al atribuírsele sonados y variados romances, y al adjudicarle alrededor de cien hijos naturales sus biógrafos. Aunque al final de su vida estaba felizmente casado con Dolores Costa, su aspecto gallardo y su buena posición económica atraían el interés femenino y alimentaban su leyenda. En 1842, tras años de servicio con el gobernador federal Pascual Echague es nombrado gobernador de Entre Ríos, cargo que detentará sin interrupción casi, hasta el final de su vida.

Tras repeler incursiones unitarias, interviene en la República Oriental del Uruguay apoyando a las milicias blancas de Manuel Oribe en contra del presidente colorado Fructuoso Rivera. Teniendo primero en mira proteger sus negocios del otro lado del río, y luego hacerse un nombre como caudillo del bando federal, obtiene sonoros éxitos militares y se granjea la amistad y protección de Juan Manuel de Rosas. En el ínterin, fomenta el progreso de su provincia con obras públicas y escuelas, entre otras obras y busca comerciar con el resto del mundo, pero el monopolio porteño entorpece sus planes. En el crítico año de 1845, un atribulado Urquiza comienza a pergeñar su plan para sacudirse la influencia rosista y porteña de encima. Aliado a los correntinos Salvador Madariaga y Benjamín Virasoro, pacta también con el presidente paraguayo Carlos Antonio López un acuerdo de defensa mutua y promete el reconocimiento del Paraguay como país libre y el acceso del mismo a los ríos argentinos.

En tanto, el Imperio de Brasil empieza a ver en él un potencial aliado para desembarazarse de su enemigo Rosas y en 1851 lo tienta con armas y dinero para rebelarse. Urquiza necesita un estandarte para eso y toma la causa de la unidad nacional y la constitución. Esta bandera había llegado a él a través de la joven guardia de la Generación de 1837, quienes sostenían ideas liberales y contrarias a Rosas. Muchos de sus exponentes como Bartolomé Mitre, Valentín Alsina, Juan Bautista Alberdi y Domingo F. Sarmiento lo apoyan y los antiguos unitarios le ayudan a levantar el célebre Ejército Grande, con el cual en 1852 aniquiló el poder de Rosas tras Caseros.

Prometiendo organizar el país bajo un único gobierno federal, convoca a un congreso constituyente en Santa Fe, a celebrarse en marzo de 1853. Pero su sed de poder lo enfrenta con la provincia de Buenos Aires, a la cual infructuosamente trató de someter y viejos aliados como Mitre y Sarmiento pasan a ser feroces enemigos del caudillo. En 1854, sin resolverse la cuestión porteña (a causa del traspaso de la aduana y el puerto a jurisdicción nacional), es elegido presidente de la Confederación Argentina. Con una gran estrechés económica, hace un gobierno relativamente ordenado y progresista y logra que muchas potencias europeas terminen de reconocer la independencia argentina.

En 1860, al vencer su mandato es sustituido por Santiago Derqui, y consigue finalmente humillar a la díscola Buenos Aires, tras vencerla en batalla y sumarla a la Confederación (acuerdo de San José de Flores, 1859). Pero la situación se enturbia por la actitud hegemónica de Buenos Aires y su intromisión en el interior y Urquiza, que se cree traicionado por Derqui, camina en Pavón hacia una previsible victoria militar frente al débil ejército de Bartolomé Mitre. Pero el entrerriano se retira dejando la victoria a sus rivales y su obra se hunde.

Tras pactar con Mitre y habiéndose atrincherado en su provincia natal, Urquiza hace conspicuos negocios con sus otrora enemigos porteños y su acercamiento a los presidentes Mitre y Sarmiento, despierta la aversión de su tropa. Habiendo apoyado la guerra de la Triple Alianza, aunque no combatió en ella, en 1870 recibe a Sarmiento en su palacio San José para celebrar juntos la victoria y la reconciliación entre ambos. Sin saber que sus brindis serían las ultimas gotas que probaría Urquiza antes de sucumbir el 11 de abril de 1870 a las armas de una partida de asesinos.

Padre de la constitución y del orden, para muchos, traidor y bárbaro para otros, al día de hoy mucha tela por cortar queda de la vida de Urquiza, un hombre que como tanta gente moldeó con acero y sangre un nuevo país que le sobrevivió a él y que lucha aun por sobrevivir a sus demonios. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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