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5 de marzo de 2017 | Cultura

Documento histórico REALPOLITIK

La sombra de Rosas y la historia argentina: Un debate abierto

El 30 de septiembre de 1989 regresaban a la República Argentina los restos mortales de don Juan Manuel de Rosas, prohombre y estadista argentino, y quizá una de las figuras más controversiales de nuestra historia. Había fallecido en su exilio ingles en 1877, despojado de sus riquezas y olvidado pro muchos de los que lo habían exaltado y servido.

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por:
Sabino Mostaccio

El 30 de septiembre de 1989 regresaban a la República Argentina los restos mortales de don Juan Manuel de Rosas, prohombre y estadista argentino, y quizá una de las figuras más controversiales de nuestra historia. Había fallecido en su exilio ingles en 1877, despojado de sus riquezas y olvidado pro muchos de los que lo habían exaltado y servido.

La historiografía argentina vivió siempre con el fantasma de Rosas rondándole. En los comienzos, se intentó por todos los medios borrarlo de la historia oficial y hasta demonizarlo, lo cual tiene que ver con que los padres de la historia argentina como Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, no tenían un buen recuerdo de Rosas.

El primero se le había opuesto y había sufrido el exilio por su enemistad con el gobierno rosista, que rigió en la provincia de Buenos Aires por dos periodos: 1829-1832 y 1835-1852. El segundo, pese a la amistad de su padre Vicente López y Planes con Rosas, tras al ciada de este a manos del ejército del gobernador entrerriano Justo José de Urquiza, se había convertido a la causa liberal que abominaba del caudillismo y de la figura su  figura, que encarnaba la barbarie y el atraso.

Fue Domingo Faustino Sarmiento quien en su obra “Facundo” contribuyo a crear una leyenda negra alrededor de Rosas, que para el simbolizaba la herencia hispánica, sinónimo de desorden, autoritarismo, violencia y atraso. Acusaba a Rosas de hacer todo lo posible por favorecer a Buenos Aires, maltratar y utilizar al interior y de manipular a su gente, creando una especie de fanatismo patológico entre sus partidarios.

Bartolomé Mitre encomendó a un amigo, durante su presidencia, realizar una especie de reportaje a Rosas en su exilio, y utilizar la entrevista como propaganda oficial en contra de los caudillos provincias que por entonces, hacia 1863, se sublevaban contra el gobierno nacional del presidente Mitre. Pero Adolfo Saldias, tal era este hombre, cautivado por el carisma de Rosas y por la encendida defensa que este hizo de su obra, termina ponderando en su libro “Historia de Rosas y de la Confederación Argentina”, la labor como constructor del orden público y la institucionalidad, como un hombre que se dedicó a luchar contra la barbarie y la violencia, lo cual lo asemejaba a los propósitos liberales de entonces, y a la vez, pondero su patriotismo, sobre todo frente a las pretensiones anglo-francesas durante los bloqueos al puerto de Buenos Aires. Él libertador José de San Martin, también lo ponderó como constructor del orden y como premio por su patriotismo, le lego su sable en su testamento hecho en 1848.

José Hernández, autor del Martín Fierro, inicialmente fue un propagandista de la causa de Rosas, y ponderó su defensa de las tradiciones nacionales y la cultura gaucha. Pero Rosas desaparecerá del debate historiográfico hasta entrado el siglo XX, no obstante, políticamente, gozó de admiradores tan variopintos como Julio Argentino Roca (quien basó su Campaña al Desierto en la que emprendiera Rosas en 1833) e Hipólito Yrigoyen (que ponderó el sentimiento americanista de Rosas).

Hacia 1920, comienza a tomar auge un nuevo nacionalismo en Argentina, vinculado a las experiencias europeas de extrema derecha y contrario a la ideología liberal hasta entonces dominante, que encontró en Rosas y los caudillos sus héroes predilectos para socavar el relato dominante desde hacía más de medio siglo. Hombres como Carlos Ibarguren, o los hermanos Julio y Ricardo Irazusta, contribuyeron a sacar del olvido la figura de Rosas, que se convirtió en modelo a seguir para muchos jóvenes nacionalistas. Pero no solamente la derecha se apropió de la figura de Rosas, sino que desde la izquierda liberal argentina comenzó a revistarse el personaje, en especial como símbolo de la lucha anti imperialista durante la llamada “Década Infame” (1932-1943), cuando el capital ingles fue ganando mucho poder e influencia política en el país, para disgusto de muchos argentinos. Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y otros ex militantes de la Unión Cívica Radical, enrolados en la organización FORJA, levantaron el estandarte de Rosas con la misma pasión que los nacionalistas católicos de los años 20.

Con la llegada del peronismo y el surgimiento de una nueva generación de historiadores revisionistas entre los que destaca José María Rosa, es cuando definitivamente se desempolva el recuerdo de don Juan Manuel de Rosas, que pasa incluso a ser parte del relato de grupos políticos diversos, y pese a la inestabilidad política que enfrenta en país entre 1955 y 1983, se mantendrá bien visible la reputación de Rosas como foco de patriotismo y garante de orden en una época signada por el caos, la violencia y el sometimiento nacional a potencias extranjeras.

En 1972 es llevada al cine la vida del Restaurador con guion de José María Rosa, y en las décadas siguientes se mantuvo viva su memoria hasta que en 1989, un grupo de argentinos promueve la repatriación de sus restos, que serán inhumados en el cementerio de la Recoleta, donde descansan paradójicamente grandes rivales políticos de Rosaos, como Juan Lavalle o Sarmiento y Mitre. Como una forma de reconciliación histórica, a la par que de reparación a un hombre que no tuvo bronce alguno en su patria por décadas y que aún no termina de ser revistado en todas sus grandezas y miserias con la amplitud que la memoria histórica requiere. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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