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28 de agosto de 2017 | Provincia

Panorama REALPOLITIK

“Lopecito”, el asesor General de Gobierno, más feliz que nene con juguete nuevo

Muy preocupada se encuentra la gobernadora Vidal en virtud del paquete que le adosaron los vientos del sur. Fue la provincia de Chubut la que a fines del 2016 se sacó de la Cámara Civil al doctor Marcelo López Mesa. El paquete venía con cargo de “no devolución”.

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Muy preocupada se encuentra la gobernadora Vidal en virtud del paquete que le adosaron los vientos del sur. Fue la provincia de Chubut la que a fines del 2016 se sacó de la Cámara Civil al doctor Marcelo López Mesa. El paquete venía con cargo de “no devolución”. Para cerciorarse de que López Mesa no vuelva a esos lares, le procuraron más de tres celebraciones de despedida, y de paso festejo para quienes quedaban allí, al sacarse tamaño personaje.

Fue el propio Marcelo López Mesa quien pisó el palito y tuvo que rajar: es que le pidió a  Mario Das Neves que lo nombre ministro del poder ejecutivo o ministro de la Corte provincial. El gobernador, ni lerdo ni perezoso, era incapaz de darle tamaño poder al susodicho. Es más, le allanó el camino: López Mesa le dijo que si no lo nombraba ministro, renunciaba.

Herido en su egocentrismo y narcisismo ante la negativa del gobernador, López Mesa (“Lopecito”, como lo conocen en su pueblo natal, Dorrego) hubo de renunciar  al cargo.

En busca de nuevos aires, y disimulado su peronismo de ultraderecha recalcitrante, con la máscara de pseudo académico, embaucó, por interpósita persona, a la gobernadora a quien, en un descuido (como en los embarazos) le metieron a “Lopecito”.

Ya arrancó mal el hombre el día de su jura. No lo acompañó ni el tiempo. La gobernadora se negó a tomarle juramento cuando se enteró que entre sus invitados principales estaba el ex presidente Eduardo Duhalde. Ni en sueños quería que el ex gobernador, de quien “Lopecito” se jacta de haber sido asesor, entre a la gobernación de calle 6.

 EL REINO DE LÓPEZ MESA, “LOPECITO”, LÓPEZ REGA

Pero la cosa no queda allí, “Lopecito”, un muchacho con aparentes inconvenientes psicológicos, económicos y familiares, a quien de chico le faltaron  amigos y juguetes, por primera vez tenía uno: la Asesoría General de Gobierno. Y ahí empezó a jugar.

Montó un reino como en el ajedrez, con peones, alfiles, torres y claro, con caballos que nunca pueden faltar. Y la reina. Dejemos que López Mesa juegue un poco y así fue.

Al reino de Asesoría le faltaba seguridad y al mejor estilo de George Orwell en 1984, montó todo un sistema como si fuese Big Brother: cámaras de seguridad (con imagen y audio), buches, primero en puntos neurálgicos y luego extendido a todas las dependencias; interceptación informática y telefónica; y custodios. A él le gustaría una guardia imperial o granaderos, pero en esta historia bizarra, ha tenido que conformarse con guardias del Servicio Penitenciario (en algunos casos jubilados). Y el vehículo; ya le cambiaron varios, pero ninguno le gusta. Se sentiría cómodo en el carruaje del rey Luis III de Francia, pero, eso sí, al vehículo que tiene lo llenó de lucecitas azules, de esas que en la ruta te parten el retrovisor.

Y en lo que a su persona refiere, encontró en el cargo la excusa perfecta para lograr lo que, si fuere un simple ciudadano, no lograría. Tramitó primero la tenencia de armas de guerra y luego la portación. Todo ello en trámite express en el RENAR, así que “Lopecito” además de egocéntrico y narcisista, es pistolero.

Marcelo se dice peronista, eso no es cierto, él no es nada, porque todo está debajo de él, hasta inclusive el mismísimo Tata.

Bajo su eslogan preferido "yo no estoy acá para que me laman el culo, sino para romper culos" -estudiosos de Freud hagan sus editoriales- a diario desata sus frustraciones con la arbitrariedad de un pobre tipo que nunca tuvo nada y hoy, como en la propaganda del Banco Hipotecario, se siente “dueño” con derecho de pernada y todo.

Pero la cuestión sería cómica, si no fuese por los varios empleados que se ven perjudicados salarial y laboralmente.

Cuesta disimular la risa en el despacho de su reino, cuando se lo ve en una foto sentado en el sillón del rey de España; y ni que hablar al ver el sillón capitoneado de estilo bergere, con casi dos metros de altura. Y justo detrás de eso, un retrato de “Lopecito” hecho a lápiz, sentado en el mismísimo sillón, mandado a hacer por sus bufones. Les juro que es cierto. A Woody Allen no le sale.

La Asesoría sirve a “Lopecito” para realimentar su ego, cada oportunidad que visita algún municipio de la provincia, en lugar de hacer política para la gestión, instruye a sus laderos para que gestionen una declaración de ciudadano ilustre, visitante ilustre o personalidad destacada. Todo para un falso bronce que solo él cree.

La delegación de facultades que hizo la gobernadora le vino como anillo al dedo, ya que en gobernación no le quieren firmar ni un telegrama, pero ahora, con las facultades delegadas, sus decisiones no quedan sujetas a control alguno, las hace él y es más peligroso que un agroquímico made in Chernóbil.

Se la tomó a pecho, y como darle un arma a un chico, empezó a nombrar gente a diestra y siniestra. Y no sólo de la planta permanente. En un organismo de trescientas personas, ya lleva más de setenta personas nombradas por contrato para que le rindan tributo y homenaje permanente, adulando todas sus actividades por las redes sociales. Con ello pudo armar una estructura paralela más grande que la que supo hacer el hoy ministro de Justicia Gustavo Ferrari cuando lo antecedió en el cargo de asesor.

Todo ello sin contar los ñoquis de esta y la gestión anterior, que mantiene y  compensa como si fuera un clearing bancario. Y hay más… (www.REALPOLITIK.com.ar)


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