El derrotero del biodiesel argentino en los mercados externos prevé el cierre de plantas elaboradoras

En materia de políticas de comercio exterior, el oficialismo mostró durante 2017 una gestión nula, en parte por un escenario internacional desfavorable, pero también por errores propios. Como botón de muestra, la actividad pública en materia de biocombustibles termina con un desaprobado rotundo. 

Tomemos como punto de partida el biodiesel, elaborado a partir del aceite de soja. En la última década, estos fabricantes se posicionaron en la élite, y de la mano del mayor complejo de crushing sojero mundial, se consolidaron como uno de los principales exportadores.

Hasta 2013, el grueso de las exportaciones argentinas tenía como destino Europa, pero en ese año los europeos acusaron de comercio desleal a nuestro país, y el litigio en la OMC se extendió hasta mediados de 2017. En paralelo a esta situación, y con el viejo continente cerrado, se abrió el mercado norteamericano, que absorbió biodiesel en niveles similares.

Pasando en limpio, Argentina exportaba hasta 2016 unas 1,6 millones de toneladas, con un ingreso de divisas que se ubicaba en torno a los 1.300 millones de dólares. Los problemas para los fabricantes argentinos empezaron a mediados de este año, cuando el proteccionismo norteamericano y la presión de los fabricantes de biodiesel de EE.UU. se combinaron y derivaron en el cierre de las exportaciones argentinas por los próximos cinco años.

De nada sirvieron las reuniones entre el mandatario estadounidense Donald Trump y el presidente Mauricio Macri. El biocombustible argentino no ingresará a norteamérica por los próximos cuatro o cinco años, penalizado con una suma de aranceles que llegan al 120 por ciento.

La única buena noticia para los atribulados fabricantes argentinos llegó desde Europa, tras el fallo favorable de la OMC. En agosto se reabrieron las exportaciones, y en el último cuatrimestre se vendieron a Europa unas 300 mil toneladas, a todo ritmo.

Hasta este punto, el derrotero del biodiesel estuvo marcado en parte por la coyuntura internacional y alguna falta de pericia en las negociaciones, pero era un escenario previsible. Cabe destacar que tanto Estados Unidos como Europa en su momento adquirían cerca del 90 por ciento del saldo exportable argentino.

En los últimos días, y en una medida realmente insólita, el gobierno nacional instruyó una suba de los aranceles de exportación a este biocombustible del 8 por ciento, que entrará en vigencia desde el 1 de enero de 2018. ¿Qué representa esta suba, en el marco de una clara intención recaudatoria? Este producto salía de Argentina con arancel cero, y en el caso de Europa, sufría un recargo del 14 por ciento, cifra que dejaba un margen rentable sensato. Pero con este 8 por ciento el arancel global quedaría en 22, a los mismos niveles de 2013.

Fuentes vinculadas a esta cadena de valor advierten a REALPOLITIK que el próximo año podrían peligrar las ventas externas, con el consiguiente impacto en la industria local. En Argentina existen unas cuarenta fábricas de biodiesel, de las cuales veinte están en la zona de influencia de Rosario y generan 6 mil puestos de trabajo. En la actualidad, y víctimas de esta situación, trabajan casi a la mitad de su capacidad operativa total.

Con el mercado norteamericano bloqueado y Europa en duda, esta situación podría reflejarse en un 2018 con plantas elaboradoras que deberán cerrar sus puertas, con el recuerdo no tan lejano de ser uno de los jugadores más destacados del negocio a nivel global. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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