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31 de diciembre de 2017 | Historia

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Daireaux: De desierto a vergel

El ferrocarril Sud fue el artífice del partido de Daireaux, línea férrea que iba desde Buenos Aires a Bahía Blanca. Emilio Daireaux era el dueño del campo "Las 10 Lagunas". En el siglo XVIII donó las tierras a la empresa ferroviaria, aportando una vertiginosa y notoria expansión de la zona.

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por:
PAOLA RODRÍGUEZ

El ferrocarril Sud fue el artífice del partido de Daireaux, línea férrea que iba desde Buenos Aires a Bahía Blanca. Emilio Daireaux era el dueño del campo "Las 10 Lagunas". En el siglo XVIII donó las tierras a la empresa ferroviaria, aportando una vertiginosa y notoria expansión de la zona.

La estación que hoy perpetúa su nombre solo era un desierto desolado e inhóspito con tres casas construidas de barro y zinc. En esta zona levantaron sus casas los primeros pobladores, desafiando al pampero que soplaba casi en forma permanente, con anticuada violencia, levantando nubes de arena que llegaban hasta los lugares más resguardados.

Daireaux dio origen a la naciente población, permitiendo con el primer loteo que se afincaran nuevos vecinos que no solo contribuirían al aumento demográfico sino que aportarían con su trabajo e inteligencia al aumento de recursos del lugar.

El estanciero de “Las 10 lagunas” facilitó también arrendamientos de grandes parcelas de campo, permitiendo que llegaran hombres dispuestos a roturar las tierras vírgenes desafiando las inclemencias del tiempo.

Con el paso del tiempo darían a la vasta llanura bonaerense una mentalidad ciudadana, llevando el progreso de la técnica a sus campos y permitiendo que se abrieran nuevos caminos que harían un enlace entre el campo y la ciudad.

En el año 1902 llegó al territorio de Daireaux Pablo Guglieri, que venía a caballo desde Pigüé. Su primer contacto lo tuvo con Carlos Bonnettini, jefe de la Estación de ferrocarril. Su propósito era radicarse en algún lugar propició donde volcar sus inquietudes de hombre realizador.

Guglieri era una semilla europea: “A menos de cuatro lustros de su arribo al pueblo de Buenos Aires, en la bodega de un mal barco, era poco menos que el dueño del pueblo en que vivía, con todos los caminos abiertos para llegar a ser millonario. Ya entonces tenía la visión clara de su porvenir y tomado el rumbo de su derrotero. Un derrotero que sería tan largo como toda su vida de trabajo honorable, inteligente y tesonero. No hace mucho, en una provincia del interior cuyo clima le sienta, he podido apreciar una vez más de lo que es capaz ese hombre. Lo encontré transformando un páramo en un vergel, iniciando a los peones nativos en la técnica del trabajo, enseñándoles a manejar la plomada, el nivel y la escuadra, a reforestar regiones bárbaramente taladas por ‘el hacha de la codicia’, plantando, en artística disposición, árboles escogidos que él, ya más que octogenario, no alcanzaría a ver crecidos", relata un lugareño.

Su deseo de formar en torno a la estación un núcleo urbano le llevó a comprar una extensión de campo de 600 hectáreas, que adquirió de Daireaux. Así se creó el partido de Daireaux: comenzó con unas vías férreas que cruzaban el desierto y término siendo el paraíso del oeste bonaerense. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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