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4 de febrero de 2018 | Política de medios

Informe REALPOLITIK

Apocalíptico: Por el decreto que prohíbe designar familiares, San Vicente se quedó sin funcionarios

El intendente Gómez, entonces, se puso de pie frente a su familión y anunció: “Ya está muchachos. La gobernadora va a reproducir el decreto de Macri en la provincia, y de ahí a los municipios hay un paso. Se terminó. Mañana quiero la renuncia de todos ustedes en mi escritorio".

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por:
Santiago Albizzatti

Luciana está feliz. Luego de 11 años de noviazgo, su novio Rogelio le pidió matrimonio. Fue toda una conmoción en su familia y en la pequeña y taciturna ciudad de San Vicente. Una confusa conmoción.

Rogelio, que fue peón de campo durante 16 años y ahora tenía su propia parcela con seis vacas y varias gallinas ponedoras, siempre tuvo ínfulas de caballero de la gran ciudad. Había visto un episodio de Intrusos en el Espectáculo, en el que el novio de Mónica Farro le propuso matrimonio a través de un audio de Whatsapp. Rogelio hizo lo mismo, pero por timidez optó por un mensaje de texto. Luciana, que a esas alturas no se tomaba el asunto en broma, le respondió con un emoticón de un dedo en señal de “fuck you” y un “pelotudo” en la siguiente línea. La madre de Rogelio, que esperaba la respuesta de su futura yerna tomando con ansias la mano a su hijo, leyó el mensaje, lo soltó y murmuró mientras calentaba el agua para el mate: “Si serás boludo, te dije que no iba a entender nada”.

Rogelió corrió los doscientos metros que separan su casa de la de Luciana, a quien encontró cuando salía a trabajar a la verdulería de su padre, y le propuso matrimonio ahí mismo frente a un improvisado grupo de veteranas que aplaudieron desde la comodidad de sus sillas mecedoras.

Al otro día, Luciana se acercó al registro civil para sacar turno. Encontró la puerta de hierro fundido pintada de verde inglés abierta, pero no había nadie en el interior. Sus pasos resonaron en la vacuidad del garaje improvisado como sala de espera y golpeó el mostrador esperando a ser atendida. Nadie. Tan solo un perro, mezcla de ovejero alemán con dogo de Mozambique, que dormía plácidamente sobre unos viejos ejemplares de La Nación.

Sobre el mostrador de madera había un sinfín de papeles viejos, ajados en los bordes, junto a  biromes Bic mordidas y fotocopias con fotos de gente perdida pegadas con cinta adhesiva. Tomó el papel más cercano, que era un formulario que había que completar para obtener un turno y, luego de terminarlo, le adjuntó con un broche las fotocopias de documento y los resultados de los exámenes de sangre que se habían hecho la semana pasada.

Cuando salió a la calle, todo parecía normal. La gente paseaba, hacía mandados y conversaba en las esquinas. Todo era absolutamente corriente y ordinario. El sol brillaba en las alturas y una brisa fresca olía a pasto recién cortado.

Pero no había un solo alma en el registro civil de San Vicente.

Acostumbrado al papel por sobre la tecnología, Mauricio Gómez, intendente de San Vicente, había pedido que le acerquen una versión impresa del Boletín Oficial a primeras horas de la mañana. De este modo, mientras tomaba el mate cocido y devoraba unas medialunas de manteca, se desayunó con la noticia de que, tal y como sospechaba desde un principio, el presidente Mauricio Macri había cumplido con su amenaza y decretado el fin del nepotismo en la Administración Pública Nacional. Un trozo de almíbar mal derretido se le atragantó entre las amígdalas y las cuerdas vocales, y con un hilo de voz ordenó reunir a su familia.

Primos, tíos, cuñados, padres e hijos de las familias Gómez, Cantó y Ameri, los tres clanes que dominan la vida pública de San Vicente, colmaron el enorme salón de reuniones de la municipalidad. En honor a la verdad, eran tantos que bien podrían haber llenado el auditorio. Allí estaba Marcial Gómez, hermano del intendente y secretario de Política Institucional, Miriam Gómez, hermana y directora de Turismo, Renata Giorgi, sobrina y directora en el Hospital Carrillo, Mauro Suazick, cuñado y subsecretario de servicios, Pablo Chingolani, yerno y secretario privado, Gonzalo Romero, yerno y también secretario, Jorge Firpo, yerno de Marcial y director de Suministros. Valeria Sargiotti, esposa del jefe de Gabinete Federido Cantó y subsecretaria de Cultura, Claudia Cantó, prima y directora de Ceremonial, Mariano Pizzi, cuñado y director de Deportes. Más allá, sobre un rincón y apoyados sobre la pared en una pose desafiante, estaban los parientes de Rodolfo Ameri, subsecretario de Educación de San Vicente. El que se comía las uñas era su hijo Andrés “El Panda” Ameri, secretario de Servicios Públicos, junto a Leando “El Yanki” Ameri, su hermano y asesor de Comunicación. Pegó el faltazo, más por falta de lugar que de buena voluntad, Mariano Carrillo, quien recientemente asumió en un cargo que él mismo describió como “difícil de interpretar”: el de asesor externo. Sí, lo leyó bien. Asesor externo, un cargo que hasta ahora solo existía en las grandes corporaciones privadas, fue trasplantado a un municipio con menos de cien mil habitantes. Mariano debió estar asesorando externamente a alguien, porque no fue a la reunión y tampoco llevó a Natalia Sánchez Jáuregui, su mujer y secretaria general del municipio. Carrillo descansa en la tranquilidad de saber que, por más bizarro que suene, el suyo no es el cargo más ridículo del municipio. Hay una persona que es Director de Idiomas. Aplaude la platea baja de la viveza criolla.

El intendente Gómez, entonces, se puso de pie frente a su familión y anunció: “Ya está muchachos. La gobernadora va a reproducir el decreto de Macri en la provincia, y de ahí a los municipios hay un paso. Se terminó. Mañana quiero la renuncia de todos ustedes en mi escritorio. Vamos a comenzar de cero, con un San Vicente limpio y con la gente correcta ocupando los cargos que corresponden”.

Entonces Luciana abrió los ojos. Sobre la mesa de luz tenía las fotocopias de DNI y del estudio de sangre. Todo estaba en orden. Se sentía cansada como si no hubiese logrado conciliar el sueño en toda la noche. Su padre había salido temprano para el mercado a comprar las frutas y las verduras para la venta de aquel día. Tenía una hora o dos para hacer el trámite en el Registro Civil. Se levantó, se lavó los dientes y se tomó el tiempo necesario para batir el café Dolca suave con bastante leche. Con agridulce certeza, supo que todo había sido un sueño. No iba a tener ningún inconveniente en llevar a cabo el trámite en el Registro. Con toda seguridad, iba a haber un pariente del intendente tomando mate en la puerta. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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