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2 de marzo de 2018 | Radiopasillo

Dicen que dicen

Rinku Gohain, el experto que viajó a ver a Pelusa y terminó tomando fondos blancos de cerveza

La salud de la emblemática elefanta Pelusa, su recuperación y el próximo traslado a Brasil son asuntos que la sociedad de la ciudad de La Plata se toma muy enserio. A sus cincuenta años de vida, el histórico animal se ha transformado en un símbolo para varias generaciones de platenses, que crecieron vislumbrando sus ternuras y morisquetas.

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La salud de la emblemática elefanta Pelusa, su recuperación y el próximo traslado a Brasil son asuntos que la sociedad de la ciudad de La Plata se toma muy enserio. A sus cincuenta años de vida, el histórico animal se ha transformado en un símbolo para varias generaciones de platenses, que crecieron vislumbrando sus ternuras y morisquetas. 

Todas las historias, incluso las más trágicas, guardan también sus pequeñas anécdotas hilarantes, picarescas situaciones que nos pintan de cuerpo entero y nos llaman a la reflexión. La de Rinku Gohain, el experto que vino desde la India a la ciudad de La Plata para evaluar a Pelusa es ciertamente una de ellas. 

La negociación que lleva adelante el municipio platense con el santuario de elefantes ubicado en un predio privado de Mato Grosso  no se detuvo pero se encuentra actualmente en un punto de análisis. Si bien se caracterizan por recibir donaciones de zoológicos de todo el globo, los veterinarios cariocas sostienen que “a caballo regalado, sí se le miran los dientes”, y cuidadosamente. De este modo, antes de aceptar un animal se lleva a cabo un exhaustivo examen físico del mismo y del papeleo concerniente a sus seguros para el caso de que ocurra un imprevisto durante el viaje, que suele ser estresante para las nuevas incorporaciones. 

En este caso puntual, el santuario brasileño manifestó sus dudas en torno a si aceptar o no a Pelusa, por miedo a su delicada condición. El parte fue posible gracias a la llegada de Rinku Gohain, un experto en la materia que, de este modo, se trasladó desde Assam, India, hasta la ciudad de las diagonales con el firme propósito de examinar al animal y elevar un informe al santuario. 

Los preparativos para la llegada del experto fueron planeados con sumo cuidado. Las autoridades del santuario enviaron un correo con el plan completo de comidas del especialista y de Kat Blais, su asistente, incluyendo una variedad de tartas de verdura, bruschettas y lenguado. Se alojaron en el hotel San Marco, un 3 estrellas ubicado en la calle 54 entre 5 y 6, que cobró un total de 47.580 pesos por el servicio.

Sus pasajes aéreos, que fueron cubiertos con dinero de las arcas de la municipalidad de La Plata, lo llevaron desde Nueva Delhi a Londres, y desde la capital inglesa hasta el aeropuerto Ministro Pistarini de Ezeiza. En un gesto humanitario digno de su holgada trayectoria, el experto animalista decidió no cobrar honorarios por atender a Pelusa.

Lo insólito, lo impensado, ocurrió en su escala en Londres. Para sorpresa de todos, sonó el teléfono en las oficinas de la municipalidad anunciando que al experto en elefantes “le vieron pinta de terrorista” las autoridades del aeropuerto de Heathrow y no le permitieron volver a subir al avión.

En La Plata, los funcionarios no estaban seguros si reír o llorar. Intentaron resolver el problema desde sus despachos, pero en Londres les comunicaron una y otra vez que “Gohain es musulmán y tiene una pinta rara. Los policías le preguntaron por qué viajaba a la Argentina y él les respondió que iba a ver a un elefante. Imaginate”. 

Finalmente, el avión partió sin él y desde la comuna platense se giró el dinero para la compra de un nuevo pasaje, esta vez desde la aerolínea Emirates, con la que finalmente arribó a la ciudad.

Apenas pisó tierra platense, lo recibió un estruendoso comité de bienvenida, compuesto por dos pequeñas delegaciones de funcionarios. Nadie lo sabía en ese entonces, pero tres de los locales ya se habían bebido sus buenas dosis de cerveza. La primera, comentan las malas lenguas, la habían destapado durante las primeras horas del día. 

A pesar de que Rinku explicó, una y otra vez, que no bebía alcohol por cuestiones religiosas, fue arrastrado entre gritos y cánticos hasta un bar situado en el corazón del Bosque de La Plata, a pocos metros del zoológico, para tomar unas cervezas y festejar el encuentro. “¡Fon-do! ¡Fon-do!”, exclamaba un grupo de beodos en mangas de camisa mientras el pobre indio hacía lo que podía con una pinta de cerveza. Uno se atrevió a encenderle un cigarrillo, que el experto rechazó de forma rotunda. 

Cuando llegó la moza a recibir el pedido de alimentos, Rinku Gohain pidió una tarta de verdura y una bruschetta. Ahí nomás se evidenció otro problema: aún no había llegado su intérprete. Los funcionarios no se hicieron el menor problema y le pidieron un sándwich de lomito, ignorando que el animalista era vegetariano. 

A las 23.00, la noche se había salido por completo de control. “¡Gohain! ¡Gohain!” le gritaba un grupo mientras golpeaba la mesa. “¡Conan! ¡Conan!”, respondía el otro. Después de la tercera pinta, el experto comenzó a perder el equilibrio y a hablar de elefantes en hindi, sin que nadie tuviera en claro de qué hablaba. Un funcionario se puso de pie y comenzó a hacer la mímica de una escena de Esperando la Carroza, exclamando: “Es lo que todos decimos, ‘¿Purcuá?’ ‘¿Purcuá?’”.

Cerca de las 24.00, el dueño del establecimiento se acercó para avisarles que estaba cerrando y se tenían que ir. Un funcionario sacó una chequera y le quiso comprar el bar. Finalmente, y luego de los numerosos ruegos del animalista indio, aceptaron llevarlo al hotel a descansar. 

Al otro día, Rinku Gohain estaba junto a la elefanta Pelusa a las 6.00 de la mañana en punto, como lo haría durante toda la semana. Cuentan que cuando un cuidador del Zoo le abrió la puerta, el animalista le dijo, en un extraño español: “Locos, usted todos locos”. (www.REALPOLITIK.com.ar


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Pelusa, Rinku Gohain

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