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La Cámpora fue, durante los años del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, la agrupación estelar que se identificó con “el” proyecto. La Cámpora “era” Cristina, y eso lo sabían el resto de las agrupaciones K, y también el resto de las fuerzas políticas que debían sufrir sus desplantes.
Una agrupación sin formación ni coherencia ideológica, imponía brutalmente el poder y la caja que le otorgaba el dedo benefactor de la jefa, a punto tal que las otras agrupaciones encontraron una denominación adecuada para definirla: era el “stalinismo K”.
La Cámpora ejerció su poder sin retaceos y así consiguió multiplicar cargos legislativos y ministeriales, poblar los organismos y oficinas públicas de hijos, amigos y entenados, sin otra capacidad que la que les daba la bendición de Cristina. La Cámpora era el abuso convertido en agrupación política. Es comprensible que ese abuso no sólo se ejerciera hacia afuera. Hoy está saliendo a la luz aquella parte de la historia que, cuando algunas de las víctimas intentaron denunciarla, fueron amenazadas, perseguidas y agredidas. Las violaciones y los abusos, la cosificación de las mujeres, eran códigos impuestos que debían aceptarse para continuar en la agrupación.
Si bien las denuncia sobre los abusos y violaciones en La Cámpora han alcanzado una gran resonancia en los últimos días, a partir del boomerang que provocó la denuncia sobre Juan Darthés, en realidad llevan muchos meses de formuladas. Una de las primeras en abrir el juego fue Tefi Caló, quien denunció a mediados de año a su ex pareja, referente de la agrupación, por violencia física y psicológica. Recientemente amplió esa denuncia, extendiéndola al miembro de la mesa de conducción de la agrupación y mano derecha de Andrés “el Cuervo” Larroque, Jorge “El Loco” Romero, quien actualmente se desempeña como senador provincial. Según Caló, Romero, en evidente estado de ebriedad, intentó obligarla a practicarle sexo oral a él y a otros dos miembros de la agrupación en un baño, en el año 2017. “Me dijo: ‘Ahora vas a tener sexo oral conmigo, con él y con él’. El primero me avanza y le dije que no tenía ganas. El chico me respetó el no. Pasado lo mismo con el siguiente. Me trataron como una trabajadora sexual que estaba por turno”, explicó.
La joven señaló que no se había animado a denunciar antes la situación por miedo: “Siempre se rumorea que son pesados, que no te podés meter. ‘El Loco’, a muchas que las quería chamuyar, les decía: ‘Yo jugué a la pelota con Néstor Kirchner’; ‘yo soy amigo de Máximo’”. En el día de ayer, Tefi Caló presentó una denuncia judicial por “tentativa de abuso”, ya que el mismo no llegó a concretarse.
Tefi Caló consiguió escapar como pudo de la gravísima situación, y trató en su momento de encontrar ayuda dentro de la agrupación. Pero la respuesta que encontraba era siempre la misma: “Para ‘El Loco’ las chicas son putitas. Si quieren seguir acá deben someterse a su voluntad”. Lo peor es que la espiral de silencio que protegía abusos y violaciones era compartida por hombres y mujeres, muchas de las cuales se presentaban como luchadoras por los derechos de género, pero que privilegiaban la “lealtad debida a la orga”. Quien se animara a romper el silencio, automáticamente era tratado como traidor/a, y agraviado o agredido de las formas más crueles. "La Cámpora encubrió, encubre y va a seguir encubriendo a estos abusadores hasta que nosotres dejemos de callarnos".
Otra de las denunciantes iniciales fue Aylén Borda, quien contaba al momento de ser abusada (2016) con apenas diecisiete años. La adolescente se puso de novia con su jefe político, quien no dejó de maltratarla física y psicológicamente a partir de entonces. Con ingenuidad, trató de hallar contención en el “Loco” Romero, a quien le contó sus penurias. La respuesta del senador provincial fue mandar a otra mujer de la agrupación para “apretarla”.
Angustiada, Aylén recuerda: "Sufrí violencia sexual y psicológica por parte de mi pareja y a raíz de mi denuncia otras mujeres de varios distritos me contaron que ellas sufrieron violencia a manos de otros compañeros”. “Andrés Larroque, Mariano Recalde y Mayra Mendoza estaban al tanto de todo, pero ocultan a los denunciados”, aseguró.
Asustadas por las agresiones y amenazas sufridas dentro de La Cámpora, las chicas trataron de llevar la cuestión a los medios. Pero la espiral de silencio incluía a los medios K y al “periodismo militante”. Sólo TN las escuchó en un principio, lo cual les valió soportar vejámenes de todo tipo.
La denuncia de Teffi Caló sobre el “Loco” Romero, en los últimos días tuvo una especie de efecto dominó. El senador acusado reconoció su culpabilidad, aunque adjudicándola a cuestiones “culturales”, y anunció que presentaría su renuncia, cosa que a la fecha no ha hecho. La organización insignia del cristinismo, profundamente fracturada por pujas de intereses, celos y ambiciones cruzadas, entró en una especie de colapso. Apenas sí hubo acuerdo para presentar un comunicado titulado “Sororidad como forma de construcción política”, que a modo de justificación sostiene: “Ésta situación no nos es ajena, la desnaturalización de prácticas violentas y la visibilización de denuncias en nuestro propio espacio político nos llevan a afirmar que como organización del campo popular en nuestro seno viven y se reproducen las mismas prácticas machistas que se dan en la sociedad”.
“Desde que comenzamos a problematizar la política con perspectiva de género hemos tomado una decisión irreversible: a las compañeras se les cree y se las acompaña, con el fin de hacer político lo personal, para visibilizar las situaciones de injusticia y construir una organización mejor que dé respuestas a las nuevas demandas sociales”.
La respuesta de la conducción de La Cámpora fue complementada por una intervención de Máximo Kirchner en un evento realizado en La Plata por Unidad Ciudadana: "Tenemos que ser mejores. No puede ser un calvario para las compañeras militar en una organización sindical y política. Deben tener todos los resguardos necesarios". Y enseguida ensayó el contragolpe, tratando de transferir la responsabilidad al periodismo: "Que los que mercantilizaron a la mujer no nos vengan a correr con la vaina de la moralina y la ética". "Las organizaciones políticas, sociales, culturales y sindicales –concluyó el diputado camporista- deben ponerse al frente de las demandas como las del colectivo de mujeres".
Tanto el comunicado de La Cámpora, como las inconsistentes justificaciones ensayadas por el “Loco” Romero o Máximo Kirchner generaron repudio dentro y fuera de la agrupación. Tefi Caló recordó: “A mí no se me acompaño nunca. Ni en su momento cuando hablé con mis responsables, ni ahora que tomo conocimiento público”. Las excusas terminaron provocando el efecto inverso al buscado, al decidir a otras militantes a salir a denunciar situaciones por las que habían pasado que de las que habían sido testigos.
Marisol de Ambrosio, ex militante de la agrupación, calificó como una “locura” que en La Cámpora se animen a hablar de “sororidad”: "Creo que el patriarcado toma formas distintas según los espacios donde se ejecuta. En el caso de la militancia, tenía esta cosa del silencio y la complicidad. Había muchas personas que naturalizaban esta situación". Y destacó el daño que hace "sentir que el silencio apoya al político de turno". "Estoy esperando que salgan a hablar las mujeres del mundo del sindicalismo y las empresas. Las mujeres somos relegadas de todos los espacios de poder, sistemáticamente, recién ahora estamos saliendo a hablar".
“Hay que poner sobre la mesa qué es lo que hace el poder, la cuota de maldad que tiene. Me estoy enterando de compañeros que cometieron abusos y golpearon mujeres". Y denunció que Juan Cabandié la “acosó verbalmente” en un campamento en Cañuelas, donde sufrió también violencia de género de parte de su novio. Tal como Caló, de Ambrosio dijo que no habló antes por miedo, y porque "estaba mal visto entre los compañeros".
Sofía Amarillo, otra militante de la organización, denunció a través de las redes sociales la situación de violencia de género que sufrió por parte de Gustavo Matías, cuando ella tenía dieciocho años, en el año 2014. Matías la invitó a su casa para “hablar de política”, y la hizo pasar a buscar por otro compañero en auto. Sin embargo, Sofía fue llevada engañada a un hotel alojamiento, donde fue maltratada y presionada para consumir cocaína, mientras se exhibían armas de fuego para amedrentarla.
Los casos de abusos en La Cámpora se suman sin esfuerzo. Una ex militante de Hurlingham acaba de denunciar que tres compañeros la manosearon durante un acto de CFK en la casa de gobierno en 2015, y Marisol de Ambrosio –también ex militante-, afirma que, para conseguir su ascenso dentro de la organización, debió soportar abusos y violencia de toda clase.
Los casos de violencia de género registrados en La Cámpora permiten inferir que no se trató de hechos aislados, sino de la dinámica propia de una agrupación que tenía en su mesa chica a cinco hombres y a ninguna mujer, hasta que Cristina llamó la atención sobre eso y fue agregada inmediatamente Mayra Mendoza, para “agradar a la jefa”. Curiosamente Mendoza, quien fue una de las primeras en denunciar violencia de género en el año 2012 de parte de José Ottavis, uno de los jerarcas de La Cámpora con quien estaba, por someterla durante años a “violencia psicológica y física”, hoy se encuentra prácticamente inhallable. Al respecto, varias de las denunciantes han coincidido en que, a partir de su incorporación en la mesa chica de la agrupación, la diputada silenció sus críticas, y fue una de las tantas cómplices en el silenciamiento del sufrimiento de las víctimas. Muchos suponen que ese ascenso fue el precio que exigió por su silencio. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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