El “boom chino” por la carne genera preocupación en el futuro de la ganadería argentina

En materia de políticas agroindustriales, uno de los pocos logros genuinos que el macrismo puede atribuirse es el sostenido crecimiento de las ventas al exterior. Con China como destino excluyente en los últimos tres años, los frigoríficos exportadores trabajan al tope de su capacidad y, según estimaciones privadas, 2019 cerraría con un volumen comercializado en mercado externos de unas 650 mil toneladas. 

El gigante asiático experimenta un crecimiento sostenido, que entre otros puntos se refleja en un cambio de los hábitos alimenticios y, por ende, una mayor demanda de proteína de calidad. Sin pausa, la carne bovina de todo el mundo va ganando espacios en las mesas chinas. Para tener una idea, el consumo anual de carne bovina en ese país se ubica sobre los 4 kilos por habitante. Con solo duplicar esa cifra en la próxima década, la demanda de este producto crecería de manera notoria.

A este escenario favorable para la exportación de carne bovina, se suman dos factores que ya presiona sobre este negocio a nivel global: la peste porcina africana y la crisis comercial entre chinos y norteamericanos.

En el caso de la enfermedad, está diezmando el rodeo porcino chino y los asiáticos han salido con prisa a buscar proveedores. A nivel local, esta situación se percibe a diario en el mercado de Liniers, donde la vaca (por ahora la principal categoría exportada a ese destino) aumentó sus cotizaciones de manera considerable.

La contracara de esta situación es el mercado interno, con un nivel consumo por debajo de los 50 kilos anuales por habitante, una de las cifras más bajas de los últimos diez años. Frente a este panorama, surge un interrogante: ¿La ganadería argentina está preparada para absorber esta mayor demanda sin dañar su producción?

China viene por todo y en la actualidad un 70 por ciento de las ventas externas tienen como destino ese país. Esta situación constituye una amenaza a tener en cuenta para la producción en el mediano plazo, por un factor determinante: en su afán de satisfacer al cada vez más exigente mercado chino, los productores no dudan en enviar a faena hembras preñadas. Algunos analistas del sector estiman que, para el próximo año, la producción de terneros registrará una caída. 

Más allá de la Mesa de Carnes (espacio sectorial compuesto por gobierno, industria y producción) queda claro que esta situación sobrepasó al gobierno, que no logra equilibrar una mesa de tres patas: la demanda china que crece sin parar, el consumo interno que cae por un salario erosionado y una producción que podría sufrir un revés el próximo año. 

Como todo lo relacionado con China, los números son reveladores. En 2014, los asiáticos compraban 1 de cada 10 toneladas de carne bovina que exportaba nuestro país. En la actualidad, 7 de cada 10 se embarcan hacia ese país. 

¿Podrá la ganadería argentina soportar esta fuerte demanda? Al menos por lo que se percibe al momento de analizar variables productivas, todo parece indicar que tras un 2019 con una faena de hembras que supera el 50 por ciento del total, en el transcurso del próximo año los campos ganaderos argentinos verán caer su producción de animales livianos. 

Un dato que suma preocupación es que además de la vaca, los chinos empezarán a demandar otros cortes de más calidad. De ocurrir esta situación, los exportadores argentinos podrían tener que recurrir a cortes que se consumen en el mercado interno para satisfacer el apetito cada vez más insaciable de China. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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