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10 de julio de 2019 | Nacionales

Exclusivo REALPOLITIK

Gustavo Bordet habría ocultado la causa de cientos de muertes en Concordia

Ocurrió en el 2008, cuando Bordet era intendente de la ciudad. Un equipo de científicos estudió el agua de Concordia y comprobó que la represa volcaba PCB en grandes cantidades en el Río Uruguay, provocando cientos de casos de leucemia. El político decidió no hacer nada.

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En las primeras horas de una mañana de marzo del 2008, Víctor Daniel Szewczuk, dóctor en química del prestigioso laboratorio de análisis industriales Cromaquim, se comunicó con el médico que había ordenado el estudio. “Tenías razón, contaminaron todo con PCB. La gente se está muriendo con cánceres blandos por culpa de la represa de Salto Grande. Te mandé por correo los resultados”.

El médico aceleró su viejo Renault 18 para llegar más temprano a Concordia y presentarle los informes a Gustavo Bordet, por entonces intendente de Concordia y actual gobernador de Entre Ríos. Lamentablemente, todo había resultado como el médico lo sospechaba. Los técnicos de la central hidroeléctrica de Salto Grande estaban volcando el PCB, un producto químico altamente contaminante utilizado para aislar y enfriar los equipos eléctricos, en el Río Uruguay, contaminando todo a su alrededor.

Las alarmas habían saltado un año atrás, cuando el galeno –especializado en medicina nuclear- confirmó que los casos de cáncer en Concordia superaban en mucho la media del país. La enorme mayoría de ellos eran cánceres blandos, especialmente leucemia. Inmediatamente, le pidió a un colega que lleve adelante una serie de entrevistas con vecinos de la zona. En las mismas, llegó a detectar 60 casos de leucemia en sólo 16 manzanas.

“Hablabas con el carnicero, y confirmaba que tenía leucemia. Le preguntabas si alguien más estaba enfermo de lo mismo, y te mencionaba a uno o dos miembros más de su familia, al vecino de la esquina y al comerciante de enfrente. Todos con lo mismo: Leucemia”, afirma el reconocido médico. Había otro dato igualmente alarmante. La mayoría de los enfermos se iban a tratar a Buenos Aires. Allí lograban estabilizar sus valores y, al volver a Concordia, volvían a empeorar. “Llegamos a la conclusión que había algún factor ambiental contaminando a todos los habitantes de Concordia”, explicó.

La primera medida fue tomar muestras de agua en busca de restos de metales pesados. Se recolectó agua de red, del lago de Salto Grande y del Río Uruguay. Se hicieron dos pruebas, y ambas arrojaron resultados negativos. No había metales pesados en el agua.

“El resultado nos desconcertó. Estábamos seguros que había algo en el agua contaminando a todos los habitantes de la ciudad, pero no podíamos dar en el clavo”, explicó el médico. La toma de muestras era todo un acto de coraje, dado que la noticia de la investigación se había propagado y al gobierno no le había caído simpática. “Nos acercábamos al lago con un bidón para tomar la muestra, y esperábamos que en cualquier momento nos ataque alguien desde algún rincón”, aseguró.

Luego de los dos fracasos iniciales, decidieron dejar de hacer pruebas hasta encontrar una solución al dilema. Al calor de uno de los tantos viajes entre Capital Federal y Concordia, al médico se le ocurrió la solución. Llamó inmediatamente al laboratorio Cromaquim, donde lo atendió el mismo científico que había llevado a cabo los análisis anteriores. “Buscá PCB”, le ordenó.

Los resultados fueron apabullantes. Con una extraña mezcla de sorpresa e indignación, encontraron varias veces la cantidad máxima permitida de PCB en el agua del río Uruguay. Hasta el momento, la contaminación del río y del lago de Salto Grande era conocida, pero el gobierno local aseguraba que se debía a basurales a cielo abierto y residuos de empresas industriales. Pero esto era mucho peor.

Con el correr de las semanas, la investigación se intensificó. Resultados de los análisis químicos en mano, hasta lograron la declaración de un técnico de Salto Grande, que admitió que el PCB se volcaba directamente en el río porque la represa no tenía hornos catalíticos para incinerar el peligroso producto, y mucho menos la infraestructura para tratar la nube contaminante resultante.

“Los pasos a seguir eran claros. Debíamos contactar a un estudio jurídico internacional para demandar a Salto Grande. Literalmente habían contaminado y enfermado a cientos de personas con el correr de los años. Además, el PCB no es biodegradable, lo que implica que aún hoy podemos exhumar los cadáveres y demostrar que la gente murió contaminada por ellos”, explicó el médico.

Finalmente, en una fría mañana de 2008, el intendente Gustavo Bordet recibió al médico y a un representante de la delegación argentina de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, Juan Carlos Chagas, en el lobby de un coqueto hotel céntrico. La respuesta del actual gobernador de Entre Ríos fue impactante: “Primero dudó. Nos dijo que no podía ser. Le explicamos que el río Uruguay tiene entre 8 y 12 veces el límite tolerable de PCB para la vida humana. Literalmente, cuando la gente se baña en el río o simplemente se toma un mate, se está enfermando de cáncer”, aseguró el especialista.

A pesar de las apabullantes pruebas que afirmaban que los habitantes de Concordia enfermaban día a día de leucemia por culpa de la central hidroeléctrica, Bordet decidió que no haría nada. Ni siquiera pidió explicaciones. Días después, la decisión del gobierno se hizo aún más clara: Un funcionario público los contactó y les aseguró en tono de amenaza: “Muchachos, acá la plata de la represa banca calles, asfaltos, alumbrados públicos y hasta centros comerciales. Va a ser mejor que se dejen de joder con esta gente”.

Con los médicos, científicos, laboratorios y declaraciones de los propios técnicos en la mano, Gustavo Bordet habría decidido no hacer nada. La gente estaba muriendo de cáncer a manos de la represa de Salto Grande, era cierto, pero el poder y el dinero pesaron más que algunos cientos de vecinos. Al fin y al cabo, en la arena política, todo pasa. Todo se olvida. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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