Viernes 19.04.2024 | Whatsapp: (221) 5710138
27 de julio de 2019 | Historia

A 67 años de su muerte

Evita, la inclaudicable 

Es un lugar aceptado por propios y extraños que Evita fue el nexo entre Perón y los sindicatos. En efecto, los gremios fueron sus mejores aliados y, seguramente, los únicos en el ámbito corporativo, y jugaron un papel fundamental en el financiamiento y el funcionamiento de la Fundación Eva Perón. 

facebook sharing buttonCompartir
twitter sharing button Twittear
whatsapp sharing buttonCompartir
telegram sharing buttonCompartir
print sharing buttonImpresión
gmail sharing buttonCorreo electrónico

por:
Alberto Lettieri

Esa relación se fundó no solo en la convergencia de miras, intereses y proyectos, sino también sobre la base de principios de solidaridad, lealtad y compromiso con los intereses de los menos favorecidos por el reparto de bienes y competencias sociales. 

Si bien el acercamiento inicial entre Evita y los sindicatos estuvo favorecido por la condición de ministro de Trabajo del general Perón, a menudo se invisibiliza su condición preexistente de presidenta del Sindicato de Trabajadores Radiofónicos, la Asociación Radial Argentina, no debe minimizarse.  

El discurso de Evita estaba impregnado de cierto espontaneísmo visceral, producto de su propia experiencia de vida, de las postergaciones y humillaciones sufridas. Y a eso sumaba su condición de mujer, que la llevó a preocuparse activamente no solo por los trabajadores en actividad, sino también por los más humildes y desprotegidos: los niños, las madres solteras, las embarazadas, los ancianos, los enfermos, los presos… Y hacia ellos dedicó su acción inclaudicable, y la mayoría de las iniciativas de la fundación Eva Perón, con el auxilio indispensable de los trabajadores organizados.

No todas fueron rosas en la relación entre Evita y los sindicatos. No solo porque un sector caracterizado del sindicalismo se había alineado con la Unión Democrática, aunque luego verificó un significativo cambio tras la victoria electoral de Perón, sino porque la concepción de comunidad organizada requería de un sindicalismo que optara por el consenso y la reivindicación en clave nacional y popular, en reemplazo de las matrices internacionalistas y confrontativas del pasado. 

También estaban, naturalmente, fuera del juego las posturas radicalizadas de aquellos dirigentes que sintonizaban Radio Moscú, y replicaban en sus discursos los puntos de vista de la Sociedad Rural, la oposición apátrida, los medios oligárquicos asociados a la United Press y la Asociated Press y los imperialismos de turno. Para el peronismo –tanto el visceral de Evita, como el institucional de Perón- quedaba claro que no había nada más extraño al campo popular que una dirigencia obrera alabada por la Sociedad Rural. 

Para un sindicalismo que procedía de una matriz clasista, su inclusión en el campo nacional y popular demandó un conjunto de gestos y de concesiones reciprocas, que permitieron solidificar drásticamente el vínculo. Los trabajadores eran peronistas, y sus sindicatos se sumaron al movimiento nacional y popular como columna vertebral.

El cambio de década significó un desafío que acabaría por afectar drásticamente la perdurabilidad del proyecto nacional y popular. Las malas cosechas, el cerco impuesto por los EE.UU. para las exportaciones argentinas, las operaciones de la prensa, las FFAA y las conspiraciones oligárquicas; la disminución de la actividad industrial debido al boicot a la venta de insumos y repuestos por parte de los EEUU y el paso de la iglesia a la oposición, irían corroyendo sistemáticamente al gobierno popular.  Desde 1949 los indicadores económicos comenzaron a debilitarse, debido a la síntesis de estos factores, en tanto la acción despiadada de ganaderos e intermediarios especuladores comenzaron a debilitar los ingresos de los trabajadores. 

En esa disyuntiva, Evita le puso el cuerpo a los nacientes conflictos gremiales, desempeñándose como hábil mediadora y defensora del proyecto nacional y popular. Por esa razón, a medida que se aproximaban las elecciones nacionales de 1952, Evita fue mechando su discurso visceral y reivindicativo tradicional con nuevos contenidos, originados en la necesidad de consolidar el modelo, para así estar en condiciones de impulsar un nuevo despegue, cuando los vientos de la economía internacional lo permitieran: “Tenemos que parar la carrera desenfrenada hacia la obtención de mejores salarios. Tenemos que buscar una dedicación constante de los obreros a sus tareas. Mejoremos la producción. Ha llegado la hora de que todos los dirigentes se sacrifiquen. Con mayor producción lograremos la baja de todos los precios’’.
Evita apostaba así a la productividad, a la producción, a la economía real para así salvaguardar los intereses del pueblo argentino. Las corporaciones que temían su influencia sobre los trabajadores incrementaron su campaña de desprestigio sobre la “abanderada de los humildes”. Algunos principios de 1951, un paro nacional de obreros ferroviarios, por tiempo indeterminado afectó gravemente el transporte de cargas y de pasajeros. Evita evidenció allí toda su capacidad negociadora, y consiguió revertir la difícil situación. 

El vínculo entre Evita y los sindicatos consiguió surfear los altibajos de la política económica y los conflictos puntuales, a punto tal que, en 1952, la CGT y el Partido Peronista Femenino confluyeron para levantar su candidatura a la vicepresidencia de la Nación. Esa iniciativa resultó demasiado para las fuerzas de la reacción y para las fuerzas armadas. Perón, presionado por el ejército, vetó su candidatura para preservar su frente interno militar. En vano. Antes de transcurrido un mes, el fallido levantamiento del general Menéndez le demostró a Perón toda la crudeza de la sanción de Evita: “El peronismo será revolucionario, o no será nada”. Al poco tiempo, Evita falleció, producto de un cáncer irreversible. 

En su descarnado discurso del 17 de octubre de 1951, Evita comenzó a despedirse de ese pueblo que tanto amaba, con un mensaje muy claro: "Mis descamisados, yo quisiera decirles muchas cosas, pero los médicos me han prohibido hablar. Yo les dejo mi corazón y les digo que estoy segura, como es mi deseo, que pronto estaré en la lucha, con más fuerza y más amor, para luchar por este pueblo al que tanto amo, como lo amo a Perón... Pero si no llegara a estar por mi salud, cuiden al general, sigan fieles a Perón como hasta ahora, porque eso es estar con la patria y con ustedes mismos". 

En un nuevo aniversario de su fallecimiento, que se conmemoró el día de ayer, Evita continúa viviendo eterna, en el alma de su pueblo. (www.REALPOLITIK.com.ar)


¿Qué te parece esta nota?

COMENTÁ / VER COMENTARIOS

¡Escuchá Radio Realpolitik FM en vivo!