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20 de octubre de 2019 | Cultura

Enrevista REALPOLITIK

Sergio Pujol: “Spinetta no encajó del todo bien en ningún partido político en ningún momento de su vida”

El reconocido investigador platense habló con REALPOLITIK de “El año de Artaud”, el libro que le dedicó a ese disco fundamental del “Flaco” y también al contexto social y político de 1973.  

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por:
Juan Provéndola

Historiador, docente, investigador y periodista: Sergio Pujol se mueven entre distintos ámbitos y saberes del conocimiento con audacia y curiosidad. Ambos valores fueron fundamentales para que publicara “Jazz al Sur: la música negra en la Argentina”, “Discépolo: Una biografía argentina” e “Historia del baile: De la milonga a la disco” (entra otras de las obras fundamentales de su su autoría), pero acaso haya sido en el rock donde más se movió y diversificó. 

Con el antecedente de “Rock y dictadura” (material obligatorio para analizar esa cultura en aquel contexto), apareció ahora “El año de Artaud: Rock y política en 1973” como su muestra más acabada. El libro -tal como indica su título- profundiza de manera paralela pero a la vez relacionada tanto la creación del disco emblemático de Luis Alberto Spinetta (que fue publicado a nombre de Pescado Rabioso pero en verdad se trató más bien de un álbum solista) como el avance mes a mes conforme se tramaba el regreso de Perón a Argentina y la vuelta del Partido Justicialista al poder. 

 

RP.- ¿Por qué elegiste este tema en particular y por qué te tomaste tantos años (creo que cuatro) en la investigación?

Después de haber publicado “La década rebelde. Los años 60 en la Argentina” en 2002 y “Rock y dictadura” en 2005, empecé a elaborar la idea de un libro que, en términos cronológicos, abarcara los años 70, tomando como eje las relaciones entre juventud, música y política. Obviamente publiqué otras cosas después de 2005, pero sentía que, en esa línea de mis investigaciones, me falta algo importante.

Efectivamente, “El año de Artaud. Rock y política en 1973” me demandó cuatro años de trabajo, con algunas discontinuidades propias de mi trabajo como docente, investigador y periodista cultural. El proyecto original era hacer un libro sobre la música y la política en 1973, porque ese año es clave – y bisagra – para la historia sociopolítica del país y al mismo tiempo hubo, entre 1972 y 1973, un crecimiento exponencial en la actividad del rock como género de música popular bien delimitado. Crecimiento discográfico (en 1971 salieron 8 discos LP de rock argentino; en 1972, 27; y en 1973, 29), de número de recitales, de la tirada de la revista Pelo y de presencia de “la música joven” en medios masivos, si bien aún más en la agenda de “vida cotidiana” y “sociedad” que en la estrictamente musical. En definitiva, el vértigo político del 73 coincide – aunque sostengo en el libro que no se trata de una simple coincidencia – con una afirmación de una cultura musical disidente, de fuerte identidad juvenil y de marco ideológico contracultural. Tanto la radicalización política de sesgo democrático/revolucionario (se vota dos veces para presidente en un año) como el deseo de músicos jóvenes de convertir el rock en una suerte de vanguardia estética forman parte de un mismo ánimo de cambio y transformación. 

Es verdad que política y rock transitan andariveles diferentes, pero podemos decir que van en igual dirección. Hay en ambas prácticas una narrativa de futuro muy enfática. El “mañana es mejor” de “Cantanta de los puentes amarillos” dialoga con los proyectos revolucionarios de la primavera camporista.

 

RP.- En tu libro pareciera que Spinetta se interesa por la política, pero no termina de convencerse, al menos en esa etapa, más allá de que luego vendrán fotos junto Alfonsín y Kichner. ¿Lo ubicarías al “Flaco” en algún sector ideológico? ¿Era peronista? ¿Socialdemócrata, acaso? ¿O nada de eso?

En efecto, Spinetta no encajó del todo bien en ningún partido político en ningún momento de su vida, y seguramente su personalidad tendía a cuestionar o a resistir toda forma de disciplina, aun la necesaria para un accionar político coherente. Genéricamente podríamos decir que era progresista, y en el 73 el progresismo era peronista de izquierda, sin ninguna duda. Además estaba el antecedente peronista de su familia; y Spinetta era un tipo muy apegado a sus padres (a diferencia de Charly García, por ejemplo) que no parece haber experimentado, al menos en contexto de su familia, la brecha generacional. 

Sin embargo, creo que lo notable de Spinetta y particularmente del disco “Artaud” es que su visión del arte y de la música tenía el hálito utópico de las más osadas de las revoluciones. Hay un permanente malestar con la industria cultural – como la entendía Adorno-, a la que por un lado necesita para proyectar colectivamente sus canciones pero de la que también abjura al punto de desafiar a Microfón con la célebre tapa deforme, o con una canción de nueve minutos imposible de pasar por radio, y otra de dos minutos hecha de una serie inconexa de sinónimos. Es cierto que el plano de referencia del rock argentino de los 70 era el rock progresivo inglés – era la tendencia del momento, de ahí venía la idea del álbum conceptual, por ejemplo -, pero en Spinetta todo está llevado a un grado de rareza e inconformismo mayores.

RP.- En el libro describís distintos posicionamientos del rock frente a la politización que implicaba la vuelta de Perón. ¿Podemos decir que 1973 fue el año de la primera grieta entre rockeros frente al debate político? ¿Lo ves de ese modo?

No veo que en ese punto haya habido demasiadas diferencias dentro de los rockeros. Cabe recordar que el acto de cierre de la fórmula radical fue musicalizado por el grupo Banana (César Banana Pueyrredón), mientras el triunfo de marzo del FreJuLi tuvo como corolario aquel Festival rockero en cancha de Argentino Juniors. Obviamente había diferentes grados de entusiasmo o de ganas de participación política dentro de la escena rockera. Pero no veo allí una grieta. Quizá sí más tarde, en 1974 o 75.

RP.- ¿Creés que la desazón que generó ese Perón inclinado a la derecha fue uno de los motivos por los cuales el rock posteriormente se haya mantenido alejado o indiferente en relación a las discusiones políticas? Tu libro “Rock y dictadura” resalta en cierto punto que el rock no fue -en general- un espacio de resistencia, sino más bien de refugio.

Sí, no tengo dudas de que al girar el peronismo a la derecha y al volver o intensificarse la lucha armada de las organizaciones revolucionarias el rock perdió entronque político. Obviamente no podía seguir siendo peronista en la versión Isabelita / López Rega y no comulgaba con la violencia foquista. Más tarde, con la dictadura, el discurso rebelde y anticonformista del rock se resignificó políticamente.

RP.- Un aporte notable es tu mención al frustrado concierto que se pretendió organizar en el palco principal tras la vuelta de Perón. ¿Cómo reconstruiste ese trazo intenso pero poco relevado de aquel día?

La información de ese episodio tan singular – y poco conocido – me la brindó Jorge López Ruiz, director y músico de jazz amigo de Leonardo Favio (fue su arreglador), a la sazón a cargo del operativo musical del regreso de Perón. También el guitarrista Ricardo Lew me contó algunas cosas. Al principio dudaba si darle tanto espacio en el libro, ya que no tuvo mucha relación con el rock (a los músicos de rock no se los convocó porque se requería capacidad para leer partituras casi a primera vista, dado el poco tiempo que hubo para ensayar). Pero no pude resistirme a reconstruir esa microhistoria casi farsesca en un contexto trágico. Mientras López Ruiz le contaba los hechos recordé situaciones de las novelas de Osvaldo Soriano.

RP.- Gracias a tu libro muchos pudimos comprender que el primer gran show de rock foráneo en Argentina fue justamente en 1973 y gracias a Santana, quien además manifiesta su conocimiento por el interés local en el género. ¿Manejabas esa información antes de iniciar tu investigación?

Sí, la conocía bastante bien. Cuando Santana vino a la Argentina por primera vez yo estaba en segundo año del Colegio Nacional. Un compañero de entonces fue a verlo a San Lorenzo. A la mañana siguiente hicimos ronda en el patio para escuchar su crónica. En 1973 Santana era para nosotros un dios de la música. En aquel momento no hubiera podido imaginarme que muchos años más tarde reconstruiría, ya con el oficio de historiador, aquel concierto. Y tanto otros. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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