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Más pequeñas, más grandes y hasta gigantescas, todas las ciudades tienen sus propios mitos y leyendas urbanas que no dejan de sorprender. Buenos Aires no podía ser la excepción. Allí encontramos numerosos relatos de fantasmas, de asesinos seriales, de envenenadoras, que nos invitan a observar de otra forma el apacible espacio urbano.
Uno de estos casos situados en el límite entre la historia y la leyenda es el de Rufina Cambaceres, hija del escritor Eugenio Cambaceres y la bailarina italiana Luisa Bacichi.
Rufina había nacido en Buenos Aires el 31 de mayo de 1883. Justo en el día en que cumplía 19 años, en 1902, una amiga le confesó que su propia madre, Luisa Bacichi, era amante de su novio. El momento elegido para formular una revelación de esa clase no parece haber sido el más conveniente. Rufina, impactada y visiblemente afectada por la noticia, corrió a encerrarse en su cuarto. Sería la última vez que la vieran con vida.
Como el tiempo transcurría y Rufina no daba señales de vida, su madre, Luisa, se dirigió a su cuarto. El espectáculo era estremecedor, ya que Rufina yacía tirada, sin mostrar señal vital alguna. Para tratar de silenciar los rumores y comentarios que no tardaron en expandirse por toda la ciudad, se decidió enterrarla esa misma noche en el coqueto cementerio de la Recoleta.
Sin embargo, el morboso relato familiar no concluye allí ya que algún tiempo después pudo comprobarse que el ataúd estaba movido de su posición original. La leyenda urbana comenzaría a completarse a partir de entonces, asegurando que Rufina, en realidad, habría sufrido un ataque de catalepsia en su habitación, que habría sido confundido con su deceso. Al recobrar el conocimiento la joven se habría encontrado enterrada viva y trató de luchar desesperadamente para salir de su mausoleo. Su esfuerzo habría sido en vano, y finalmente un infarto habría motivado el inevitable final.
Para volver a este relato aún más tétrico, se asegura que el raso del interior del sepulcro apareció rasgado de manera desordenada, a consecuencia de los desesperados esfuerzos de la joven para tratar de salir al exterior.
La tumba de Rufina fue realizada por el escultor alemán Richard Aigner, en 1903. De inconfundible estilo art nouveau, es una de las más fotografiadas del cementerio de la Recoleta. Como no podía ser de otro modo, la construcción contribuye a validar la leyenda de su horrible muerte. Nos presenta a una joven rodeada de flores, con una mano apoyada sobre un picaporte, que expresa su voluntad de salir de su sepultura, horas después de tomar conocimiento de la horrible traición de su madre y su prometido. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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