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25 de enero de 2020 | Nacionales

¿La peor astilla de Alberto?

Las conductas erráticas de Kicillof generan preocupación en el entorno presidencial

La provincia para Cristina, la nación para Alberto. Ese era el reparto que se rumoreaba en el marco de la campaña electoral, aunque nadie saliera a confirmarlo explícitamente. Y hoy el presidente lo sufre. 

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No siempre las relaciones entre los presidentes y los gobernadores bonaerenses fueron armoniosas y, constantemente, los perjudicados fueron quienes ejercían la autoridad provincial. Pero en este caso parece ser distinto, ya que Axel, por incapacidad propia y de su entorno, o deliberadamente para minar las fuerzas del presidente, toma una decisión tras otra que afectan y repercuten en la administración nacional. 

Con paciencia, diálogo y concertación, Alberto Fernández fue tratando de desarmar la bomba de tiempo financiera y social que le dejó Mauricio Macri. Aprobó su paquete de leyes a fines del año pasado, inició negociaciones exitosas con el FMI, viajó a Israel para recomponer relaciones con Estados Unidos y su principal aliado en el oriente medio, impulsó su tarjeta alimentaria y auxilió a los jubilados con dos bonos veraniegos. Mucho más no se le podía pedir. El riego país bajó a 1800 puntos, y un nuevo milagro argentino parecía ponerse en marcha. 

Alberto Fernández fue capaz de negociar con los gobernadores de Juntos por el Cambio, con los intendentes propios y ajenos, con diversas corporaciones y organizaciones sociales. Un verdadero capolavoro. Pero estaba Axel. La piedra en el zapato de cualquier administración exitosa. 

Creyendo que aún hace política universitaria y facciosa, el gobernador bonaerense le cerró el juego a los intendentes, tanto oficialistas como opositores. Armó una administración de académicos de su palo, y sólo cedió cuando Cristina le indicó la designación de algunos cuadros -muy pocos- de probada experticia y experiencia política. 

Axel y los suyos desconocen la provincia. Sospechan de todo y de todos, y sobre todo de los propios. Por esa razón evitan la consulta con los intendentes y evitan hacer designaciones más allá de las primeras líneas. Hasta ahora han preferido mantener al personal de Vidal antes que reemplazarlo por integrantes del Frente de Todos. No saben cómo, con quién y ni siquiera si quieren cerrar con alguien.

Fueron a la discusión legislativa por el presupuesto desarmados. Sin garantizar ni siquiera los votos propios. Los salvaron Alberto Fernández y Sergio Massa de un papelón mayor. Y, en lugar de agradecer el favor, dieron por terminadas las conversaciones con la oposición cuando ya estaba prácticamente acordado todo el paquete. Con moñito y todo. 

El resultado del voluntarismo ideologicista fue una espantosa ley de Presupuesto, en la que debieron resignar 8 de los 9 puntos principales. Podría haberles servido de experiencia, pero no fue así. Inmediatamente el gobernador anunció que la provincia entraba en default, o “reperfilamiento” de sus compromisos, tal el término que se ha puesto de moda. 

La decisión de Axel impactó por debajo de la línea de flotación de Alberto Fernández. El anuncio de la decisión unilateral de la primera provincia argentina disparó el riesgo país a más de 2000 puntos básicos, hizo subir el dólar blue y el contado con liqui, impidió seguir bajando las tasas e hizo caer el índice Merval 3 por ciento este viernes. 

Con parsimonia, el presidente lo invitó a acompañarlo en la visita a Israel para tratar de hacerlo entender razones. Fue en vano. Ni bien llegó, Axel anunció que quería incluir a Buenos Aires en la mesa de las provincias petroleras, aunque no tuviera yacimientos petrolíferos, argumentando que contribuye con la refinación, el transporte y el consumo. Si sigue adelante, pronto intentará sumarla a la OPEP, aunque no sea un país. 

También, desde su entorno, dejaron trascender que el gobernador no vería con malos ojos -más bien todo lo contrario- la estatización de la empresa Vicentín, involucrada en un gravísimo caso de corrupción con la gestión Macri. Apostar a la estatización de una empresa privada, más allá de su reprobable maridaje con el gobierno anterior, en medio de la negociación con el FMI equivaldría a un verdadero suicidio político del gobierno nacional.

Pero Axel avanza y no se preocupa por las consecuencias, ya que está confiado que tras de sí, tal como ocurrió durante su gestión ministerial, está la mano protectora de Cristina. Aunque esté a punto de incendiar la provincia de Buenos Aires, al provocar tanto a los intendentes del Frente de Todos como a la oposición. Por no hablar de los temores que instaló en los mercados.

Sólo resta saber si ha sido la consecuencia de la impericia o del cinismo. Y si Alberto Fernández podrá seguir ignorando los costos que le genera el gobernador bonaerense o deberá cambiar su estrategia provincial para consolidar su liderazgo nacional. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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