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16 de marzo de 2020 | Nacionales

Empleados y prestadores, la última trinchera

Argentina y un sistema de salud en crisis

Alberto Fernández finalmente decidió subirse a la ola de las exigencias y tomó una serie de decisiones indispensables para combatir la propagación del coronavirus: suspensión de clases, disminución drástica de la circulación de personas, licencias para mayores de 65 años, cierre de fronteras y suspensión de espectáculos masivos, entre otras.

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No le quedaba mucho margen de acción, ya que los anuncios realizados en la conferencia de prensa del jueves pasado generaron resistencias muy marcadas en la sociedad civil y en los medios de difusión. Entre líneas deslizó en su discurso que había tomado las nuevas decisiones “con criterio de abogado”, aunque asesorándose con los especialistas. Atacar las causas y actuar con sentido preventivo para evitar que la situación se desmadre. Algo muy distinto de lo que afirmó días atrás, cuando se amparó en las recomendaciones de algunos organismos internacionales especializados para postergar la toma de decisiones más radicales.

El gran derrotado de esta jornada fue, sin dudas, el ministro de Salud, Ginés González García, quien quedó pésimamente posicionado en las últimas semanas. Debe reconocerse que Ginés no quería asumir esa cartera, atendiendo a razones de edad y de salud, pero se vio obligado por la insistencia de Alberto Fernández.

Durante todo el proceso que terminó en la pandemia, el maduro ministro apareció actuando siempre tarde, formulando recomendaciones y diagnósticos equivocados y confusos. Le erró a los tiempos de desarrollo de la pandemia, se referenció en las recomendaciones de los países que peores decisiones tomaron y que hoy han trasladado el foco virósico a Europa occidental y dio conferencias de prensa en las que sus movimientos eran contradictorios con las recomendaciones formuladas por los especialistas. Hasta que finalmente el gobierno decidió cortarle el micrófono y designar a una vocera de prensa para evitar nuevas complicaciones.

A punto tal Ginés cayó en desgracia que los medios comenzaron a pedir su cabeza, y ayer por la mañana el presidente debió salir a declarar que era el “mejor ministro de su gabinete” y que “confiaba plenamente en él”. Sin embargo, llamó mucho la atención que los expertos que ayer concurrieron a Olivos a asesorar al gobierno nacional no formaran parte de su equipo y que Ginés fuera uno de los últimos en llegar a la residencia presidencial, sólo después de que la reunión con los especialistas hubiera concluido.

La decisión del gobierno fue primordialmente política. Respondió a las demandas de la sociedad y de los medios cuando le quedaba estrecho margen de decisión. Mucho sorprendió que los sindicatos y asociaciones médicas no fueran consultadas oficialmente, ni mencionadas siquiera en el discurso presidencial. También que no salieran a hablar públicamente los ministros de Salud provinciales, ni los secretarios de esa área de los diversos niveles estatales.

Tampoco los gobernadores fueron convocados a Olivos, a excepción de Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. Ni siquiera Juan Manzur, gobernador de Tucumán y exitoso ministro de Salud durante la epidemia de Gripe A, fue consultado -ni mucho menos invitado a participar-, siendo que Manzur forma parte del Frente de Todos y fue el gestor de la candidatura de Alberto entre los gobernadores.

Queda claro que las decisiones que adoptó Alberto se basaron en criterios políticos más que en el diagnóstico médico. La razón es comprensible, ya que, en el estado actual de la pandemia, apunta a mantener en pie al sistema público de salud -arrasado durante el gobierno de Cambiemos-, que no tiene ni por asomo la capacidad de afrontar un incremento geométrico de los casos, según la curva expansiva que manifestó el coronavirus en las sociedades más afectadas. De lo que se trata es de aplanar esa curva, frenar la velocidad de su expansión, para tratar de extender en el tiempo el universo de afectados, para que el sistema no colapse. No hay equipamientos, presupuesto, instalaciones ni profesionales como para soportar picos de demanda, por lo que, en caso de que la curva incrementase, los médicos deberían elegir a los sobrevivientes, al estar imposibilitados de dar atención a todos.

Sobre todo, lo que más ruido hace es que se defina una cuarentena prescindiendo de las autoridades de Salud, tanto a nivel de la nación como de las provincias y de los municipios. ¿Serán ahora estas autoridades las encargadas de diseñar los protocolos y políticas de intervención sanitaria a lo largo del territorio nacional?

La cuenta regresiva de la gestión de Ginés González García parece acelerarse. Si continúa en el cargo se debe únicamente a la inconveniencia política de su reemplazo en las actuales circunstancias. Si las medidas adoptadas por Alberto Fernández tienen éxito, tal vez todo quede en una simple anécdota.

Pero el coronavirus vino para quedarse y con un sistema de salud desfinanciado desde hace tiempo y destruido prácticamente por Mauricio Macri, el mejor escenario no radica en limitar el número de casos únicamente, sino, sobre todo, difuminarlos en el tiempo. Esto, sin dudas, será posible gracias al compromiso de empleados y prestadores de las áreas de Salud que, aunque mal remunerados y sin reconocimiento social, político y sindical, son los que diariamente le ponen el cuerpo a este tipo de crisis.

La pregunta que a todos desvela es qué pasará cuando llegue el invierno y las bajas temperaturas propicien un incremento de la circulación del virus. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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