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Ocho muertos en cinco días. La ciudad de Rosario alcanzó la poco gratificante marca de 146 asesinatos en lo que va del 2020. Ante la prescindencia de las autoridades y de las fuerzas de seguridad, las bandas de traficantes y los delincuentes comunes deciden sus disputas de la manera más directa conocida: el homicidio.
La mayoría de las víctimas de los asesinatos son jóvenes sin futuro, que viven en barrios carenciados y villas, y disputan el control territorial de la distribución clandestina en beneficio de terceros. Sólo en este mes de septiembre se corroboró más de un crimen por día. Muchas de las víctimas son inocentes: pasaban por el lugar o alguna bala perdida ingresó en sus domicilios.
María Eugenia Iribarren, fiscal General de Rosario, se limitó a describir la situación. “Hay días que tenemos veinte balaceras”, afirmó. Lo que no dijo es qué se piensa hacer para revertirlo. Si es que algo se piensa.
Tal como sucedió en el resto del país, durante las semanas iniciales de cuarentena los índices de delincuencia cayeron. Pero a medida que comenzó la apertura, la violencia y los crímenes rápidamente recuperaron el tiempo perdido. Por más que los vecinos se desgañiten reclamando protección policial, esta es prácticamente inexistente.
Sin vida nocturna, fútbol ni espectáculos masivos, queda liberada casi la mitad de los efectivos policiales. Pero, llamativamente, no se incrementa la presencia policial en las calles. Sólo las restricciones que impone la pandemia evitan que se repitan los indicadores de 2012 y 2013, los peores años en materia de seguridad.
A diferencia del comportamiento histórico de la curva del crimen, que se incrementaba los fines de semana, ahora la violencia no reconoce días ni horarios. Pero sí concentración geográfica. El sur de Santa Fe y el departamento La Capital concentran el 80 por ciento de los asesinatos de 2020.
Según el diputado provincial Carlos Del Frade, más del 50 por ciento de los homicidios "tuvo una planificación previa en los meses que van de enero a agosto inclusive", y se concretó cuando la apertura se fue incrementando.
Mientras tanto, las autoridades municipales hacen la vista gorda y las policiales no ensayan respuesta. El poder judicial sólo describe, pero no actúa. Y los vecinos se aprestan, como siempre, a que su buena estrella los proteja. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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