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9 de abril de 2021 | Opinión

Inequidades en la educación

La panacea de la pseudovirtualidad

Como producto de una investigación que realicé en los primeros meses del confinamiento producto de la pandemia en el este de Mendoza, cuyo eje principal se basó en la escucha a los estudiantes de escuelas secundarias técnicas y de Educación de Adultos (CEBJA), se pueden extraer algunas ideas que trataré de sintetizar a continuación.

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por:
Ana María Trinidad Pardo

Los estudiantes manifestaron que: les gusta la presencialidad por las implicancias que tiene en lo social y en las prácticas educativas y profesionales; hay deficiencias edilicias en las escuelas que es necesario atender; es necesario contar con dispositivo y conectividad de buena calidad aunque se vuelva a la presencialidad completa y que eso es muy caro para ellos; las explicaciones de los profesores y las consultas les resultan más prácticas en la presencialidad, pero que también fueron muy útiles las video llamadas; les gusta la virtualidad por la flexibilidad de la autogestión del tiempo, porque les permite trabajar dentro o fuera de su casa, que es económico si tienen dispositivo y conectividad porque no tienen gastos en transporte ni en indumentaria, además de no pasar frío en las mañanas o en las noches; al principio de la virtualidad los trabajos se acumulaban pero luego se fueron dosificando y que con el apoyo de los docentes y preceptores, pudieron ponerse al día para ir acreditando sus materias; sería muy importante que los docentes estén mejor formados en el uso de las TICs y que se unifiquen criterios para impartir la enseñanza.

Es decir que existen ventajas y desventajas en la presencialidad y en la virtualidad y que es necesario atender con precisión y ajuste a los datos porque no puede haber espacio para dogmatismos en educación, ni maniqueísmos ni contradicciones.

Recordemos que a principio de la cuarentena la educación fue vertiginosamente llevada hacia una modalidad virtual a como diera lugar. Hubo resistencia por buena parte de los docentes porque entendían las enormes deficiencias y desigualdades que ello implicaba para los estudiantes y para ellos mismos. Desigualdades que estaban antes de la pandemia con cifras alarmantes de abandono y de sobre edad en todos los niveles, sobre todo en el secundario, que además se diferenciaban si eran estudiantes de escuelas de gestión estatal o privada. Las inequidades de las condiciones de origen se elevaron y se pusieron al desnudo con una pandemia que escondió a todos en sus hogares, pero que afloró en las ausencias por falta de dispositivo o conectividad.

En el inicio del ciclo lectivo 2021, con una situación epidemiológica peor que en el 2020, se insiste en una pseudo presencialidad que expone a docentes, estudiantes y familias, sin que esta bimodalidad garantice mejores resultados y por ello, emergen resistencias de los docentes, pero tampoco son escuchados por quienes deciden sobre la salud y las vidas en pos de una panacea que soluciona las desigualdades. Consideremos que cualquier curso tiene tres o cuatro burbujas y que ello disminuye las posibilidades de presencialidad real para los estudiantes, lo que tampoco aporta a la organización de las familias trabajadoras en su cotidianeidad.

De manera que en 2020 eran casi retrógrados quienes se resistían a la virtualidad y hoy son lo mismo quienes se resisten a la presencialidad, mientras tanto no hay datos concretos de la realidad, porque no son creíbles dado que no se referencian en ningún estamento institucional que se dedique a la investigación educativa y social. Simplemente es la voz de un político ocasional a cargo de la cartera correspondiente cuyas palabras son axiomas sin sustento en datos concretos. Lo que resta lo que la virtualidad y las redes han puesto en la mano de gran parte de la sociedad, enterarse de tal o cual que no llegó a vacunarse, se enfermó y murió esperando la cama y atención adecuada. Son cifras cargadas de sentimientos de impotencia porque es el amigo, el familiar, el colega, el padre de...

Indudablemente se conjugan los derechos, todos importantes, pero que es necesario priorizarlos, porque la vida y la salud están primero. También, que más allá de las presiones en el cargo circunstancial que el político esté ocupando, apelo a que hagan lo que está bien, porque es lo correcto, porque les interesa su prestigio de buena persona, que explique y resista los avatares de inescrupulosos que usan los altavoces de los medios de comunicación que forman parte del poder real para hablar con sinceridad y obrar con la valentía que la hora demanda y no carguen de por vida la vergüenza de haberse escudado solamente en su interés personal del sueldo y los despachos, con todos los privilegios que conllevan.

Tenemos una gran oportunidad para revisar el sistema educativo completo, en esta etapa en donde estamos aún transitando la pandemia y focalizarnos en lo importante en educación para nuestros estudiantes, para los docentes, instituciones y para la sociedad argentina.

Es imperioso que el sistema educativo se ajuste a su razón de ser en los objetivos directrices, en donde se ponga el foco en los procesos de enseñanza – aprendizaje y esto se relacione con el mundo laboral de la empresa, el comercio, el estado, el asociativismos, el pensamiento político – crítico y ciudadanía.

La presencialidad puede ser por reunión física en un mismo espacio concreto o de manera sincrónica remota mediante las herramientas tecnológicas que permitan un intercambio directo. Hablemos entonces de soberanía tecnológica y de conectividad. Eso equipara los puntos de partida de los estudiantes y docentes evitando que su condición de origen sea determinante para el acceso a los bienes culturales.

La educación requiere un abordaje holístico, creativo, hermenéutico, científico, tecnológico y ético que acompañe las trayectorias de los estudiantes. Para ello se requieren docentes que no sean pobres, que sean jerarquizados académicamente, socialmente y económicamente; que trabajen articuladamente entre sí y con el mundo laboral para explicar y/o resolver problemas y dilemas desde la práctica concreta, que se desarrollen experiencias valiosas comprometidas con el aprendizaje y sus resultados, y también, que permitan anticipar nuevos escenarios.

Para ello es imperioso revisar la currícula de todo el sistema educativo, para que el ideario de los derechos y valores de la patria estén garantizados en el ejercicio de todas las profesiones y de la ciudadanía en general, valorando y sopesando la opinión de los miembros de la comunidad toda y también, se requiere una Ley de Formación Docente Argentina, para que las instituciones educativas provinciales sean casas de estudio jerarquizadas y no estamentos del poder de turno.

 

(*) Ana María Trinidad Pardo es doctora en Gestión y Planificación de la Educación, magíster en Evaluación Educacional, licenciada en Educación, profesora y licenciada en Creatividad Educativa. Referente del Grupo Descartes.


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