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La actual vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, mantiene aún hoy una fría distancia con quien fuera su mano derecha en el ministerio de Justicia durante su gobierno. Una historia sin retorno.
La ex presidenta y actual vice de Alberto Fernández no es de perdonar a quienes les tendió la mano y no supieron estar a la altura de las circunstancias. Esto es lo que ocurrió durante su gobierno con Julián Álvarez, por entonces un joven abogado con nula trayectoria política pero de profunda amistad con Wado de Pedro, otro mimado de Cristina, ex integrante de la llamada mesa chica de La Cámpora, a quien designó como secretario de Justicia de la Nación.
Desde ese lugar, Álvarez inició la política de los “carpetazos”, una serie de acciones sistemáticas y amenazadoras hacia sectores afines y no tanto, mediante las cuales La Cámpora señalaba a quienes fuesen en contra de los intereses y objetivos de la mismísima agrupación. Esas acciones intimidatorias lo posicionaron en una primera etapa como el pequeño gran monje negro del círculo rojo K y le valió que Máximo Kirchner lo bendijera para ser el candidato a intendente por el peronismo en Lanús. De este modo, dejó afuera de esa instancia a Darío Díaz Pérez, un servil intendente que el kirchnerismo aprovechó para sacarse de encima después de ocho años de cuestionable gestión.
Pero ese camino que recorrió a Álvarez entre mediados de 2014 y casi todo el 2015, hizo que descuidara el rol que le había asignado Cristina. Ese descuido de Álvarez consistió en no prever ni desactivar la ondanada de maniobras judiciales que le tenía preparada el macrismo ante un eventual triunfo, cosa que finalmente sucedió.
Con la derrota de Daniel Scioli como candidato a presidente y con Mauricio Macri ya instalado en la Casa Rosada, una lluvia de juicios de todo tipo cayeron sobre la cabeza de CFK. Así la ex presidenta comenzó a pasearse por cuanto juzgado hubiese mientras caían tras las rejas numerosos allegados: José López, Lázaro Báez y Julio de Vido, entre otros. En ese marco, Julián Álvarez se fue del país por dos años, luego de ser expulsado de La Cámpora e insultado en primera persona y en duros términos por la mismísima Cristina.
A su regreso del país, Álvarez, gracias a su amistad con Wado de Pedro, consiguió el perdón de Máximo Kirchner y fue puesto a dedo como precandidato a concejal en una lista del Frente de Todos en Lanús (hay dos nóminas más que competirán en las PASO en ese distrito), un municipio en donde Juntos por el Cambio gobierna desde el 2015 cuando le arrebató el triunfo precisamente al ex viceministro de Justicia
Sin embargo, lo que no consiguió Álvarez fue el perdón de la jefa, ni siquiera a pesar del pedido explícito de su hijo Máximo. Dicen que, ante la requisitoria, ella habría respondido: “Por este pelotudo me pasearon por cuanto juzgado se le dio la gana a Macri y sus jueces amigos. Perdónalo vos si querés, para mí se murió”.
Tanto sería el enojo con Álvarez que, recientemente, Wado de Pedro lo acercó a la vicepreisndenta en un acto político y, frente a un puñado de periodistas, le dijo: “Mira quién se quiere sacar una foto con vos, Cristina”. La cara de la ex mandataria habló por sí sola.
Presionada por la situación, CFK terminó por aceptar la foto, que es la que poco después hizo circular Álvarez entre sus seguidores y redes sociales. Es, además, la misma imagen que utiliza para justificar el apoyo de CFK a su candidatura.
Cuentan quienes estuvieron presentes aquella jornada que, luego de posar para la foto y con cierto disimulo, Cristina se llevó a ambos dirigentes a un costado y les reprochó la situación: “¿Para qué me traes a este pelotudo que me dejó montones de agujeros? No te quiero ver ni cerca de mí, para mí sos un traidor hijo de puta”, habría señalado, en referencia a la figura de Julián Álvarez.
Para Cristina, un traidor sin retorno. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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