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18 de octubre de 2021 | Nacionales

Frente para la Derrota

Alberto, el Duhalde de Larreta

La coalición de gobierno actual se articuló con un fin explícito: impedir la reelección de Mauricio Macri. Pero los hechos demostraron que la verdadera motivación era otra: impedir la prisión de Cristina Fernández y avanzar varios casilleros en el proceso de disolución del peronismo que inició el establishment con el bombardeo de Plaza de Mayo.

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Al día de hoy ese objetivo se encuentra muy avanzado: la mayoría de las conquistas sociales de los años dorados del movimiento nacido el 17 de octubre de 1945 han sido eliminadas o tienen un alto nivel de cuestionamiento dentro de la dirigencia real de la Argentina. Si durante la denominada “Década Ganada” el andamiaje político se sostuvo sobre la creación del Frente para la Victoria, el nuevo producto horneado por Cristina Fernández de Kirchner es mucho más modesto. Sólo cabe definirlo como “Frente para la Derrota”. 

Desde un principio quedó claro que la alianza electoral no podría traducirse en una gobernanza eficaz. Las contradicciones, los intereses contrapuestos y las luchas facciosas y hasta de egos salieron rápidamente a la luz, así como también la dificultad para alcanzar acuerdos mínimos que permitieran definir un programa de gobierno. A los 99 días de asumir la presidencia, Alberto Fernández no podía exhibir ni un solo resultado acorde con sus promesas electorales. Sí, en cambio, se honró en todos sus términos el pacto celebrado por el nuevo presidente con Mauricio Macri con la bendición del círculo rojo. Olvido y perdón para los responsables de la peor catástrofe de la economía, la deuda y la fuga de capitales. Los compromisos con los votantes propios pasaron a arcón de los recuerdos.

El inicio de la pandemia, en el día 100, fue una bendición para el nuevo gobierno, que le concedió dos meses de tolerancia y un incremento notable en la intrascendente imagen presidencial. Como sucede con todo lo que tiene a mano, el presidente lo desaprovechó. Consumió su impensada popularidad, le aplicó nuevos golpes mortales a la economía, justificó el perdón al macrismo y su incumplimiento del contrato electoral aduciendo manejarse en el recortado escenario que le marcaban las relaciones de fuerza existentes en la sociedad. Tensó la cuerda todo lo posible con Cristina y, de manera solapada, fue reapareciendo el Alberto Fernández de las críticas demoledoras al cristinismo que ocupó la escena pública después de su salida del gabinete de la actual vicepresidenta. No en los discursos sino en los hechos.

El acto del día de la Lealtad impulsado finalmente por las Madres de Plaza de Mayo y diversos colectivos K significa un quiebre y un salto al vacío. Fue convocado, suspendido, vuelto a convocar y nuevamente suspendido por el gobierno, en otros tantos gestos de sumisión a sus verdaderos patrones, que no son –precisamente– sus votantes de 2019, sino los denominados “factores de poder”. Finalmente Alberto Fernández convocó a una estudiantina en todas las plazas del país, tratando de convertir a una jornada de reivindicación del programa electoral del Frente de Todos en una día de picnic, con guitarreadas y expresiones artísticas.

Pero algo quedaba claro y era el hecho de que, por quiénes convocaban y por la insistencia de Alberto Fernández en “mojarle la oreja” a sus votantes con sus políticas impopulares y sus acciones –personales y públicas– incalificables, sólo podría convertirse en un acto de repudio a su gestión desde el corazón mismo del colectivo del Frente de Todos.

Por eso no extrañaron las palabras de Hebe de Bonafini: “Hace tiempo que veíamos que esto no iba bien. No nos escuchaban ni nos daban bolilla. Casi todo el discurso se lo voy a dedicar al presidente”. Y su anuncio de que “este acto es el inicio de una lucha hasta que consigamos no pagar la deuda”.

“Usted siempre se junta con los ricos y nos quiere hacer pagar un robo”, denunció la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo. Tanto esta como el resto de sus críticas explican las razones de la derrota electoral en las PASO, y anticipan otra peor para el 14 de noviembre.

Pese a que se trataba de un acto convocado también –sobre la hora– por el gobierno nacional, no apareció ninguna de las cabezas de los tres espacios políticos que componen el Frente de Todos. Por diversas razones. Tanto Alberto como Sergio Massa están hoy día mucho más cerca de Horacio Rodríguez Larreta que de Cristina Fernández. Y la vice prefiere exhibirse en los actos de La Cámpora antes de dar la cara a quienes aún piensan que alguna vez tuvo alguna clase de programa transformador. 

Mientras que Alberto Fernández avanza con éxito en su objetivo de convertirse en el Eduardo Duhalde de Horacio Rodríguez Larreta, y así recibe apoyos opositores frente al “ataque” de Hebe de Bonafini, Cristina se hunde en el propio pozo que cavó. No puede romper con el Frente de Todos a riesgo de ir presa. No puede seguir, a riesgo de liquidar lo que le queda de su capital político avalando las políticas de ajuste de Guzmán y Kulfas y aceptando un acuerdo con el FMI que sumará durísimas condiciones a las ya existentes en la Argentina.

Incapaz de dar respuesta a su electorado, el oficialismo prácticamente abandonó todo intento de hacer campaña para revertir el resultado electoral de las PASO. Las ayudas que anunció el presidente no llegan, y el malhumor social crece sin contención alguna. 

Así el Frente para la Derrota se limita a realizar control de daños, encerrándose cada vez más en disputas facciosas. Mientras le quede gas. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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