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Eduardo Frezza y Osvaldo Zabala celebran los 50 años de la emblemática banda de La Matanza.
Cuando en Argentina el rock era apenas el deseo de un puñado de porteños que ni siquiera se animaban a usar esa etiqueta (entonces preferían hablar de beat, incluso de música pop), al otro lado de la General Paz un grupo de amigos daban acaso más pasos de los que su tiempo estaba dispuesto a comprender.
Así, en la populosa La Matanza, surgió a principios de los '70 uno de los auténticos grupos de cultura de nuestra cultura rock: El Reloj. El cerebro de Willy Gardi, la garganta de Eduardo Frezza, la orquestación de Luis Valenti y la potencia de Juan Espósito coincidieron en el mismo tiempo y espacio para dejar una incandescencia despampanante, aunque quizás fugaz para todo lo que hubiesen merecido perdurar: apenas dos discos de larga duración quedaron como testimonio antes de que esa formación se separara un mes antes del Golpe de Estado de 1976.
Lo que continuó de ahí en más fue una sucesión de experiencias bajo el nombre de El Reloj pero solo con parcialidades (primero fue Gardi quien rearmó el grupo con otros músicos, luego Valenti y Espósito, más adelante estos dos y Osvaldo Zabala), a excepción de un regreso con la formación emblemático que duró menos de dos años por el inesperado fallecimiento de Willy tras un accidente automovilístico.
Al otro lado del camino y de la historia, el bajista y cantante Frezza finalmente repensó todas sus negativas y aceptó reencontrarse con el guitarrista Zabala, el otro Reloj vivo, en 2018, dos años después de la muerte de Locomotora Espósito. Lo que sucedió de allí en adelante fue la conformación de un grupo pensado para refrendar el repertorio que ambos habían compartido en el grupo matancero que sentó las bases del hard rock y el heavy metal criollo, incluso en un tiempo donde esas denominaciones ni siquiera existían. Era una justa combinación entre las armonías distorsionadas que había descubierto Deep Purple no mucho antes (El Reloj se forma en 1971, apenas tres años más tarde que el primer disco del conjunto inglés) más el rock progresivo que cundiría por esos tiempos.
Pandemia de por medio, ambos llegaron a la cuenta de que el grupo cumplía 50 años de su formación y era una picardía no celebrarlo. Así se impone el proyecto bautizado "Frezza Zabala El Reloj" que el fin de semana pasado conmemoró oficialmente ese medio siglo en el ampuloso auditorio de la Universidad de Belgrano.
Durante dos horas, la formación se concentró principalmente en los dos discos de la alineación histórica más las canciones de los dos singles anteriores. De hecho, el primero de ellos trazó el arco histórico de la lista, ya que el inicio y el final del repertorio lo marcaron sus dos canciones: "Vuelve el día a reinar" y "El mandato".
En el medio se despacharon con otros clásicos de la época setentas como "El viejo Serafín " (tema que abre el primer LP), "Más fuerte que el hombre", "Hijos del sol y la tierra", "Harto y confundido" y, naturalmente, el combo supremo de las composiciones del eterno Willy Gardi: "Alguien más en quien confiar" y "Blues del atardecer" (este en coautora con Eduardo Frezza).
También hubo lugar para invitar a miembros de otras formaciones de El Reloj como el cantante Vikingo Martínez (quien se encargó, entre otras, de una gran versión de "La ciudad desconocida") o su colega Petty Guelache, a quien Gardi había acudido en el primer intento de reamar la banda para 1983. Además estuvieron Beto Ceriotti (ex bajista de Logos, Almafuerte y esa curiosa formación relojera ajustada por el Tano Marciello) y Carlos Mira, tercera guitarra de la era setentora, quien apareció de sorpresa luego del intervalo para hacer en soledad una exquisita versión con guitarra acústica de "Tema de todas las épocas", creación suya y grabada en el segundo LP.
Además de tributar aquellas canciones que tallaron la trama histórica de El Reloj, Frezza y Zabala también se despacharon con algunas composiciones nuevas, tales los casos de "América siente" y "Sentimiento eterno", ésta última dedicada a los compañeros de siempre. En todos los casos, el dúo se apoyó en los tres compañeros que completaron la banda: el baterista Maxi Zabala (hijo de Osvaldo), el eximio tecladista Richard Arenas y Alan Left, virtuoso guitarrista y reconocido luthier que, de hecho, manufacturó las dos violas que sonaron sobre el escenario.
Cuando se acercaba la medianoche, el combo llegó al final de su faena. El teatro quedó cimbrando un largo rato. Y las agujas de El Reloj quedaron en la aguja justa de su historia. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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