Los menores y la inseguridad

Cual escena del Titanic, donde no alcanzaban los botes salvavidas, el sistema que atiende a los jóvenes en conflicto con la ley penal suma día tras día nuevos incidentes. El 22 de marzo pasado, los dos menores que presuntamente fueron autores materiales del homicidio del empresario Andrés Blaquier intentaron darse a la fuga en una escena digna de Hollywood.

Mientras volvían de una rueda de reconocimiento en Pilar, uno de los menores tomó por el cuello al asistente que iba en el asiento del acompañante, tratando de ahorcarlo, mientras que el otro menor se trenzó a golpes con el acompañante que iba en el asiento trasero. El chófer logró desabrochar el cinturón de seguridad del asistente que viajaba adelante y finalmente este pudo defenderse. En el término de unos cuantos minutos lograron frenar el intento de fuga.

Durante los últimos días, fueron varios los noticieros que se hicieron eco de lo sucedido. Sin embargo, además de lo grave del incidente, las razones de fondo tienen que ver nuevamente con las negligencias del organismo. Pese a las recomendaciones de los juzgados y abogados que insistieron en que ambos jóvenes sean trasladados de manera separada, la orden que recibieron los trabajadores del sector fue la de llevarlos en un solo móvil y juntos en un mismo viaje. Por muy poco no termina en otra tragedia.

Ahora los trabajadores de Mar del Plata que dependen del OPNYA se movilizarán para reclamar mejores salarios dado a la inacción y complicidad de los gremios tradicionales. El hastío y desgaste físico y emocional de la gran mayoría de los trabajadores del organismo está en uno de sus puntos máximos históricos.

El reciente cierre de uno de los institutos más grandes de la provincia (Pablo Nogués), las constantes fugas en varios de los institutos de menores; los hechos violentos de los que en reiteradas oportunidades dieran cuenta distintas publicaciones de la prensa, sumado a los constantes motines, incendios, abusos, amenazas y un oscuro manejo de los recursos que incluso han costado hasta la vida de algún interno, evidencian que el sistema penal juvenil fracasó.

Si bien la decadencia no ha sido de la noche a la mañana, la última gestión aceleró el proceso a puntos inadmisibles. En un contexto en que la sociedad vive un alarmante aumento de la violencia y en gran parte tratándose de crímenes cometidos por jóvenes cada vez de menor edad, asistimos al peligro de desborde y quiebre en cuestiones tan sensibles.

Sin dudas el próximo gobierno no solo tendrá que desactivar una bomba financiera sino que necesariamente se verá obligado a hacer de “los menores y la inseguridad” una cuestión central en la política de estado. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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