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La injerencia de Estados Unidos en Paraguay ha sido un tema de preocupación en los últimos años. Durante décadas, Estados Unidos ha buscado ejercer su influencia política, económica y cultural en ese país. Si Brasil mantenía el eje Washington-Brasilia, Paraguay funcionaba como un articulador y base logística en la región sudamericana.
Uno de los ejemplos más notables de la injerencia de Estados Unidos en Paraguay fue durante la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos utilizaron a Paraguay como base para operaciones de inteligencia en América del Sur. La CIA y otras instituciones estadounidenses trabajaron con frecuencia con los gobiernos paraguayos de la época, a menudo respaldando a líderes autoritarios y violando los derechos humanos en nombre de la lucha contra el comunismo. De todos estos gobiernos colaboracionistas, el mayor y mejor socio y aliado, fue el presidente de facto Alfredo Stroessner. Estados Unidos fue permisivo a su política del terror y le dejó “la vía libre” para que ejecutara su plan económico. En contrapartida, Estados Unidos mantenía bases logísticas y operaciones de inteligencia en el país para ramificarse en toda Latinoamérica.
Stroessner también se benefició de la ideología de la Guerra Fría de los años 50 y 60 en los Estados Unidos, que favoreció a los gobiernos anticomunistas. En 1957, Paraguay estableció relaciones diplomáticas con Taiwán. Al llegar a Asunción durante su gira por América Latina en 1958, el vicepresidente Richard Nixon elogió al Paraguay de Stroessner por oponerse al comunismo con más fuerza que cualquier otra nación en el mundo. La principal preocupación estratégica de los Estados Unidos en ese momento era evitar el surgimiento de un régimen de izquierda en Paraguay, que estaría idealmente situado en el corazón del continente sudamericano para proporcionar un refugio para los radicales y una base para las actividades revolucionarias en torno al hemisferio. Desde 1947 hasta 1977, Estados Unidos suministró aproximadamente 750.000 dólares en equipo militar cada año y entrenaron a más de 2 mil oficiales militares paraguayos en contrainteligencia y contrainsurgencia. En 1977, el Congreso de Estados Unidos redujo drásticamente la asistencia militar a Paraguay.
Paraguay votó regularmente a favor de las políticas de los Estados Unidos en las Naciones Unidas y en la Organización de los Estados Americanos. Stroessner, probablemente el aliado más confiable de los Estados Unidos en América Latina, comentó una vez que el embajador de Estados Unidos “era como un miembro adicional de su gabinete”. Las relaciones fallaron un poco durante la administración del presidente John F. Kennedy, cuando los funcionarios de los Estados Unidos comenzaron a pedir el gobierno democrático y la reforma agraria y amenazaron con retener los fondos de la Alianza para el Progreso (una cantidad equivalente a aproximadamente el 40 por ciento del presupuesto de Paraguay) a menos que Paraguay progresara. Aunque una presión de este tipo sin duda alentó a Stroessner a legalizar algunos partidos de oposición interna, no logró que el gobernante paraguayo no se convirtiera en un dictador personalista. Los opositores al régimen que aceptaron jugar la farsa electoral de Stroessner recibieron recompensas de privilegios y reconocimiento oficial. Otros opositores, sin embargo, enfrentaron detención y exilio. Influido por el apoyo de Paraguay a la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana en 1965, Estados Unidos se volvió más amigables con Stroessner a mediados de los años ‘60 bajo el presidente Lyndon B. Johnson. Los nuevos gobiernos estadounidenses apoyados por los gobiernos de Brasil y Argentina también mejoraron los lazos entre Estados Unidos y Paraguay.
Sin embargo, y con el paso del tiempo, sostener a Stroessner se volvió cada vez más complicado. Los organismos de derechos Humanos criticaron constantemente al gobierno de facto que cumplía cerca de 32 años en el poder. Eso hizo que (junto a un cambio en la administración en la presidencia estadounidense) el embajador estadounidense se volviera el enemigo número uno del dictador. Durante más de seis meses, Stroessner se dedicó a criticar al embajador norteamericano en el país y a recriminarle su posición ambivalente entre el apoyo y la crítica, al punto tal que, en cierto momento Stroessner amenazó a Washington con iniciar conversaciones con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El tiempo pasó, Stroessner cayó y se restableció la democracia en Paraguay de la mano de Andrés Rodríguez, que con el apoyo de Estados Unidos organizó las primeras elecciones democráticas del país (aunque con críticas de fraude). Desde entonces, los electos presidentes paraguayos no eran finalmente presidentes hasta que visitaban la embajada estadounidense y eran reconocidos como tales por el embajador quien cortésmente los recibía.
En años más recientes, la injerencia de Estados Unidos en Paraguay se ha centrado en gran medida en el comercio y la inversión. Estados Unidos ha buscado fomentar la liberalización económica y la apertura de mercados, a menudo a costa de la soberanía económica y política de Paraguay. Además, Estados Unidos ha tratado de imponer sus valores culturales y políticos en Paraguay, promoviendo agendas como la lucha contra el narcotráfico y la democracia, a menudo sin tener en cuenta las necesidades y realidades locales. Su agenda cultural, contradice principios propios del pueblo paraguayo, al tiempo que lo sume en una corriente de “progreso” que no termina bajo ninguna fórmula de asentarse en una cultura caracterizada por la humildad, la bondad y la solidaridad comunitaria.
A pesar de los esfuerzos de los Estados Unidos para influir en Paraguay, muchos paraguayos han resistido esta injerencia, exigiendo un mayor respeto a la soberanía nacional y a los derechos humanos. Además, algunos líderes políticos y movimientos sociales han buscado fortalecer las relaciones con otros países de América Latina y otras regiones del mundo, en lugar de depender exclusivamente de los Estados Unidos.
Ya en este siglo, y durante el gobierno de Horacio Cartes, hubo una estrecha relación con Estados Unidos, que se centró en temas de seguridad y cooperación en la lucha contra el narcotráfico. Además, el gobierno de Cartes promovió políticas económicas y comerciales que favorecieron a empresas estadounidenses, lo que podría haber llevado a un mayor interés de los Estados Unidos en las elecciones paraguayas.
En las últimas elecciones, los Estados Unidos jugaron un rol crucial. Dos de los principales contendientes fueron denunciados por la Oficina de Control de Activos Extranjeros(OFAC) por tráfico ilegal de tabaco y malversación de fondos. Entre ellos, el anteriormente mencionado Horacio Cartes (ex presidente del Paraguay desde el 2013) y Velázquez, actual vicepresidente de Mario Abdo Benítez.
Si bien no quedan completamente claras las intenciones estadounidenses (dado que con sus investigaciones golpearon la credibilidad de su histórico aliado Partido Colorado) se puede evidenciar la influencia de los Estados Unidos en la política paraguaya: Velázquez (quien era el principal candidato a las elecciones) quedó automáticamente fuera de carrera luego de las denuncias por lavado de activos.
En los últimos años, una nueva arista se sumó a este eje que complica la cuestión: se trata de la injerencia de China en la región. Por primera vez, uno de los candidatos (Efraín Alegre) trajo la posibilidad de reconocer a China en vez de Taiwán (principal aliado de Estados Unidos en el sudeste asiático). Se estima que Paraguay pierde 500 millones de dólares por año al negarse a reconocer a China, ya que, para llegar a Pekín, Paraguay debe vender sus productos a bajo precio a Brasil y este triangularlos con la China continental.
La pulseada entre las dos potencias hace ruido en todo el continente, y Paraguay, histórico socio y aliado de los Estados Unidos, no queda exento del remolino diplomático que parece llevar a todo el globo hacia un lado u otro. Con la victoria de Santiago Peña, Estados Unidos todavía puede confiar en que tiene un aliado clave en la región (más aún luego de que Brasil se aleja del eje Washington), pero nada asegura que en las próximas elecciones eso pueda cambiar. Por el momento, el embajador estadounidense en Paraguay, puede caminar tranquilo por las calles de Asunción al tiempo que respira un cálido olor a jazmín.
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