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7 de junio de 2023 | Literatura

La parisina, capítulo X

Foxtrot en el navío

El comedor principal en el que cenaban Albertine y Muniagurria ostentaba el fastuoso esplendor de comienzos de la década del '20.

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por:
Juan Basterra

De estilo Luis XV, se encontraba ubicado en el centro del puente de cubierta y estaba coronado por una amplia escalera ornamental de piso de mármol y pasamanos de roble.

Una cúpula de hierro labrado ocupaba el centro de un cielorraso de yeso festoneado en los bordes con motivos celestiales y silvestres: ángeles guardianes, ramos de vides y ciervos rampantes.

Todas las paredes, de color gris desvaído, y con azulejos grises y azules, estaban guarnecidas por cuadros de la etapa prerrafaelita. La sólida chimenea, ubicada a pocos metros del piano de cola, tenía en su centro una réplica en miniatura del "Laocoonte" de Atenodoro de Rodas, Polidoro y Agesandro.

Una araña de cristal, de forma octogonal, se emplazaba a pocos metros de la cúpula central. Los sillones de terciopelo de color lila bordeaban las mesas ubicadas en el centro de la estancia. Las alfombras de Axminster daban basamento a las mesas acompañadas de dos, cuatro u ocho sillas. En una de las mesas pequeñas se sirvió el menú que compartieron Albertine y Muniagurria: hongos alsacianos, codornices a la suiza y macarrones con queso. Una pequeña orquesta armonizaba sus sonidos con la elegancia del entorno.     

Albertine preguntó al argentino:

—¿Qué música le gusta?

Muniagurria contestó:

—Como en todo, soy algo ecléctico -Muniagurria acompañó su afirmación con una amplia sonrisa-. Me gustan Wagner, Brahms, Richard Strauss, el jazz de New Orleans, y algunas de las formas de mi país: el tango y la milonga.

Albertine preguntó:

—Eso último que menciona, ¿en qué consiste? 

—Son formas populares ejecutadas con piano, bandoneón, guitarra y, en algunas ocasiones, violín y contrabajo -dijo Muniagurria-. Tienen letra. Se las considera formas populares y son propias de las orillas, los puertos y los lugares más pobres de las ciudades. De todas maneras, también se las canta y se las baila en el centro. De hecho, tengo amigos compositores y cantantes.

—Otra pregunta -inquirió Albertine-: ¿Cuál es su ocupación?

—Tengo ganado vacuno en la provincia de Buenos Aires. También, algo relacionado al cultivo de la caña de azucar en una zona ubicada en el corazón de mi país: una provincia llamada Tucumán.

—¿Y lo del alpinismo, con lo cuál trató de conquistarme? -Albertine miró fijamente y con una sonrisa a Muniagurria.

—Es una ocupación subalterna -dijo Muniagurria después de una carcajada-. Tiene, como tantas de las cosas que hacemos en nuestra vida, un valor subsidiario y aparente.

Albertine observaba subyugada a Muniagurria. Cada palabra y cada gesto del argentino le parecían preciosos e insustituibles. Preguntó:

—¿Le gustaría bailar conmigo? -en las palabras de Albertine se adivinaba una súplica-. La orquesta ejecutará lo que nosotros deseemos.

—Pediré un foxtrot -dijo Muniagurria-. ¿Sabe bailarlo?

—Por supuesto -contestó Albertine-. Las baldosas de "Le Moulin de la Galette", en París, pueden dar buena cuenta de eso.

 

Continuará...(www.REALPOLITIK.com.ar)


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Juan Basterra, La parisina

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