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7 de septiembre de 2023 | Historia

Revolución tecnológica

Los orígenes de la industrialización en Francia

Las industrias pioneras en Francia fueron las mismas que en Inglaterra: la textil y el hierro. Estas industrias se organizaban en torno del trabajo doméstico o protoindustria. Posteriormente, se fueron creando algunas unidades productivas de mayor envergadura con la concurrencia de un conjunto de obreros en un mismo taller.

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por:
Alberto Lettieri

Bajo el sistema doméstico, el burgués le entregaba la materia prima –algodón o lana– a una familia de trabajadores; éstos eran por lo general campesinos que aprovechaban sus ratos libres para la manufactura de la materia prima. La historia francesa muestra que el pasaje a un moderno sistema industrial con alta tecnología no determinó la muerte del trabajo doméstico sino que coexistieron ambos modelos de producción hasta el siglo XX.

La principal característica de la industria francesa fue la ausencia de un sistema industrial integrado. Las unidades productivas solían concentrarse en determinados rubros de producción y distribuirse como enclaves industriales en contadas ciudades. Por ejemplo, la industria de la seda en Lyon, Normandía, y la industria del hierro en el noroeste.

La revolución ofrecía expectativas auspiciosas para la industria y el crecimiento económico de una burguesía nacional. Pero los problemas no se desvanecían con la simple eliminación de los viejos elementos feudales. Una de las primeras medidas fue la redistribución del territorio, imponiendo un marco geográfico y político uniforme.

Dada la desigualdad espacial de las ciudades y los poderes políticos locales, la nueva planificación territorial alteró las relaciones entre el poder económico y político, al situar a las ciudades que eran poderosas en el comercio – como Lyon y Burdeos– a la misma altura de pequeñas ciudades donde aún persistían rasgos del Antiguo Régimen.

Las disputas intestinas entre los componentes revolucionarios y la guerra externa afectaron también el desarrollo industrial. Cuando Francia entró en guerra en 1792 contra la alianza de potencias monárquicas europeas, la exigencia del Estado para obtener fondos y la necesidad de reclutamiento de hombres provocó la misma enérgica oposición que suscitaba con el absolutismo.

Para superar esa resistencia, los revolucionarios crearon nuevos controles, exacerbando el conflicto entre el poder central y el local. En las regiones donde la burguesía era fuerte la oposición fue moderada, pero en las regiones rurales poco desarrolladas no contaron con el auxilio de la burguesía celosa de guardar las prerrogativas que comenzaba a otorgarle la revolución, y fue allí donde se dio la mayor resistencia al poder centralizado ejercido desde París.

Este fue el caso de La Vendée donde el campesinado se resistió a las levas para la guerra y lograron dominar los territorios de Sèvre y Loire. Todo este convulsionado período repercutió negativamente en la economía, ya que todos los recursos fiscales y productivos tuvieron como destino los gastos de guerra y la industria se paralizó.

El apaciguamiento de los conflictos dio un nuevo impulso al comercio. El movimiento comercial más importante en el período posrevolucionario estuvo en manos de aquellas ciudades que habían gozado de mayor libertad durante el Antiguo Régimen y que por ello habían logrado extender su economía a través del intercambio: Marsella, Burdeos, Lyon, Caen Saint-Étienne, Roubaix, Castres y Nimes. En materia laboral, si bien los salarios siguieron siendo bajos, descendió la presión de los trabajadores por la gran cantidad de hombres destinados a las contiendas bélicas.

Durante el período de Napoleón Bonaparte se comenzó a importar maquinaria textil desde Inglaterra incrementando la importancia de las hilaturas de algodón frente a las tradicionales de lana y seda. Esto requirió también el desarrollo de la energía hidráulica.

A partir de la década de 1840, cuando el capitalismo como régimen de acumulación entraba en su etapa triunfal, Francia había establecido todas las pautas de una sociedad industrial. A partir de entonces Francia sería, junto a su antiguo rival, la más ferviente defensora del librecambio.

La configuración de un sistema de transporte ferroviario nacional caracterizó este período; aquí, como en la fase precedente, la tecnología provino de Inglaterra, al igual que la mayoría de la materia prima para la combustión de las locomotoras. Francia no se autoabastecía de carbón ni de hierro como para hacer frente al proceso de revolución de los transportes.

En ello radica la importancia económica de la región de Alsacia-Lorena, la cual suscitaría tantos conflictos bélicos con Alemania en el último tercio del siglo XIX y durante las guerras mundiales.

El advenimiento del Segundo Imperio con Napoleón III, quien gobernó entre 1851 y 1870 hasta su caída con la Comuna de París, imprimió el carácter definitivo de la industria francesa. Este país pudo ampliar la gama de actividades manufactureras, crear un sistema financiero nacional y generar un equilibrio económico, que la colocó en virtual equilibrio con otras potencias europeas industriales. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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