Miércoles 16.07.2025 | Whatsapp: (221) 5710138
7 de noviembre de 2023 | Nacionales

Lo esencial es invisible a los ojos

Encuestas y operetas electorales

En los últimos días las encuestadoras han sido reacias a comunicar los datos de sus mediciones. Cuando lo hicieron, aclararon que se trataba de conclusiones provisorias, sujetas a modificaciones, y que nada estaba definido.

facebook sharing button Compartir
twitter sharing button Twittear
whatsapp sharing button Compartir
telegram sharing button Compartir
print sharing button Impresión
gmail sharing button Correo electrónico

por:
Alberto Lettieri

Llama incluso más la atención que las consultoras que trabajan con el oficialismo se haya resistido sistemáticamente a dar a publicidad sus guarismos y, cuando se proveyó de alguna información, se hizo a través de los canales “ensobrados” de la oposición y adjudicándose los orígenes de los datos a “filtraciones”.

Cabe preguntarse si este fenómeno se debe a los reiterados papelones que debieron afrontar en los últimos años, al ser desmentidas casi sistemáticamente por los resultados electorales, o hay otras razones de ocultas que les imprimen este comportamiento.

Sin demasiados datos concretos, el diagnóstico de que La Libertad Avanza se estaría imponiendo sobre UxP por 52 a 48 por ciento en promedio resulta muy difícil de fiar. Por un lado, las muestras de las que son dadas a publicidad –generalmente contratadas por el arco opositor- son estrechas en el número de casos y han sido tomadas por vía telefónica, fija o celular. Dejando de lado la pobreza de las muestras que invalidan su relevancia, la metodología de la recolección conduce a una segmentación social de votantes que permite sobredimensionar al voto JxC/Pro. Pretender justificar esos guarismos extrapolando la sumatoria de los votos de LLA y JxC resulta una grosería supina. En las sociedades contemporáneas, donde el encuadramiento de la ciudadanía resulta cada vez más extraño, pretender que alguien pueda ser “el dueño de sus votos” resulta, simplemente, inadmisible.

Los encuestadores, por ejemplo, no han evaluado cuál será el impacto del contubernio entre Macri y Milei dentro del electorado. Han habido algunos signos muy claros de más de una veintena de legisladores en rebeldía contra el libertario, y este lunes se lanzó una campaña de desacreditación de su figura -y la de su hermana- a través de generosa cartelería urbana. Más allá del impacto que puedan tener ambas variables, resulta razonable suponer que el video emitido por Milei a fines de la semana que pasó, donde aparecía recluido, sin control de su voluntad, y leyendo ostensiblemente un paper que alguien le había acercado (¿el entorno de Patricia Bullrich, tal vez?) y con el que claramente mostraba su disconformidad a través de sus gesticulaciones y tono de voz, podría haber tenido un fuerte impacto sobre sus votantes originales. Ya no era el león rugiente anunciando el estallido, dolarización y fin de la casta mediante, sino el gatito domesticado por la brutalidad de la realidad.

Podríamos preguntarnos cuánto de ese casi 30 por ciento que lo acompañó en las PASO y en la elección general sigue reconociéndolo como canal de expresión de sus frustraciones y sus expectativas antisistema. Ahora que Milei debió aceptar tener un jefe, todas las fantasías sobre la dolarización y el fin de la casta parecen haber naufragado. Sus votantes tienen en claro que ahora Milei pasó a integrar la casta. Más aún, es la expresión de los sectores más recalcitrantes de esa casta: los de mayor poderío económico.

Si saltamos al otro lado del contubernio, resulta difícil explicar las razones por las que un radical podría votar a quien usaba a Raúl Alfonsín como punching-ball y se hartó de descalificar y ridiculizar al centenario partido. Más allá de las banderías políticas, para buena parte del electorado de JxC o de Juan Schiaretti que tenga algo que perder en lo referido a bienes, emprendimientos o estabilidad laboral, no va a resultar sencillo inclinar sus preferencias hacia un candidato que se propone licuar nuestras acreencias con sus propuestas de dolarización sin dólares, o convertir a nuestra sociedad en una selva eliminando la educación pública, por no hablar de sus indignantes reflexiones sobre el tráfico de órganos o de niños. Por ahora parecen contenerse con el argumento de que “no podrá hacer lo que propone”, pero es difícil justificar un voto en favor de alguien de quien se espera que deba resignarse a gobernar con las manos atadas. ¿Quién saldría a respaldarlo cuando las cosas se pongan difíciles? ¿Con qué fundamentos lo harían? La defensa del comercio de personas, del negacionismo o la reivindicación de la dictadura no parecen ser causas muy honorables a la hora de poner el cuerpo para sostener a un gobernante declinante.

Continuando con el paneo del universo de posibles votantes de Javier Milei, podríamos preguntarnos si los católicos -o quienes practican otras religiones de salvación- se sienten representados por un candidato que define al Papa como el anticristo, o el enviado del "maligno"; o bien que asegura que ha presenciado tres veces la resurrección de Cristo.

Para los opositores institucionalistas, la copia de creación de un clima de sospecha sobre un fraude electoral para luego intentar la toma de la Casa Rosada ante un eventual resultado adverso, tal como lo intentaron Jair Bolsonaro con el Planalto y Donald Trump con la Casa Blanca, no puede significar otra cosa que la confirmación de los desvaríos psíquicos de un candidato desequilibrado. De hecho, muchos de quienes rodean a Patricia Bullrich han expresado su desacuerdo, más aún cuando la Cámara Nacional Electoral formuló una dura advertencia al respecto. Nadie sale ganando de un eventual conflicto de poderes: mucho menos quienes ni siquiera son capaces de controlar a un candidato de estas características.

En la misma línea de reflexión podríamos inscribir a quienes, superada su capacidad de asombro, escucharon atónitos las declaraciones de Milei prefiriendo a las mafias por sobre el estado, ya que aquella, al menos, tendría códigos. Ni qué decir sobre los ambientalistas ante su propuesta de contaminación y privatización de los lagos y ríos, o su negación del cambio climático; o la finalización de las obligaciones de los padres respecto de los hijos concebidos fuera del matrimonio que, tras una eventual prohibición del aborto, alimentarían las redes de trata de personas de todo el planeta.

Cierto es que tal vez Mauricio Macri no se sienta demasiado espantado por este programa, y hasta quizá podría apoyarlo a dos manos. Pero aquí aparece un nuevo problema: si, tal como coinciden los estudios sociológicos, buena parte del electorado propio de Milei votó al Frente de Todos en 2019, para escapar a la “tierra arrasada” que dejó su gobierno, a lo que se sumó la inoperancia del gobierno de Alberto Fernández -sujeto a absurdas tensiones internas, y que además debió afrontar la pandemia, la guerra de Ucrania, la sequía y la deuda ilegítima tomada por el gobierno de Cambiemos con el FMI y con la banca privada-, ¿por qué razón insistirían en votar al candidato de ese mismo Mauricio Macri al que repudiaron en las urnas cuatro años atrás?

En síntesis, ¿es tan fuerte el odio al peronismo como para justificar ese pretendido 52 por ciento que insisten en asignarle las encuestadoras a la nueva Unión Democrática? En realidad, el único punto programático común entre LLA y JxC corresponde a la consigna que llevó a Patricia Bullrich a ser destrozada en las urnas: “Exterminar al kirchnerismo”. Un slogan que era rechazado por Milei hasta la fatídica noche de las PASO, y al que ahora se aferra su ambición desmedida de alcanzar la presidencia sin importar a qué costo.

Para cualquier compatriota con mínima capacidad de disquisición queda en claro que Sergio Massa poco tiene que ver con el cristinismo. Más aún, construyó su propio espacio político, el Frente Renovador, en confrontación con él y lo derrotó en las urnas en 2013. En su equipo aparecen figuras como Roberto Lavagna, Juan Manuel Urtubey, Emilio Monzó y hasta Carlos Melconian, una vez escindido su vínculo con la fundación Mediterránea. Resulta difícil encontrar allí a algún integrante de La Cámpora.

Volviendo al dilema original sobre los guarismos mágicos 52 a 48 por ciento, puede considerarse que resulta una ecuación cómoda para todos. Para el contubernio Macri-Milei, porque los mantiene en carrera a pesar del desorden y de los cortocircuitos que atraviesan constantemente esa inestable convivencia. Para Sergio Massa, porque significa una presión y una demanda de militancia electoral adicional para quienes ya consolidaron sus posiciones municipales o provinciales en la elección general. Afirmar que el debate presidencial será determinante o que los votos indecisos se definirán en las últimas 72 horas son verdades de perogrullo, aplicables a cualquier balotaje. Quizá deba concederse que en el caso actual esas instancias podrían resultar más significativas. Pero, ¿resultarán determinantes? 

Tal vez, de manera inesperada, quien planteó en sus justos términos la pregunta clave al momento de definir el sufragio fue nada menos que Aldo Rico, quien la reformuló en los términos del sentido común: “¿Usted dejaría al cuidado de sus hijos a alguien como Javier Milei?”. Ese es, al fin, el interrogante de fondo al que deberemos responder en este plebiscito denominado balotaje.

Y usted, estimado lector, ¿lo haría? (www.REALPOLITIK.com.ar)


¿Qué te parece esta nota?

COMENTÁ / VER COMENTARIOS

¡Escuchá Radio Realpolitik FM en vivo!