
CABA
Los preocupantes vínculos de la vicepresidenta con represores detenidos por asesinatos, violaciones y desapariciones conforman una larga lista. La estrecha relación y la coautoría de un libro con “El Gato” González, actualmente condenado a dos cadenas perpetuas.
Que la vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel, mantiene un vínculo cercano con numerosos condenados y procesados por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, no es un secreto para nadie. Ella misma, tanto durante sus diatribas como diputada como en los debates televisados durante la campaña presidencial, se ha encargado de dejarlo bien en claro.
Uno de sus vínculos más polémicos es el que tuvo, y tal vez aún tiene, con el ex marino de la ESMA Alberto González. Actualmente, “El Gato” cumple dos cadenas perpetuas junto a otro tristemente célebre protagonista de la dictadura: Jorge “Tigre” Acosta. Es que, además de las torturas y los asesinatos, tanto a González como a Acosta les gustaba manosear, tocar y violar a las prisioneras de la ESMA.
De acuerdo a los relatos de Silvia Labayrú, una de sus víctimas, la perversión de González era tanta que incluso su esposa participaba activamente de las torturas y las violaciones. “Ya me podrá decir usted en qué sirve ser violada por la esposa de un oficial a la lucha antisubversiva. ¿Qué tiene que ver esto? Es complicado de decir en estos tiempos, pero el hecho de haber sido violada también por la esposa de este señor, que a mí me costó mucho entender que ella también era una violadora. Pero cuando lo entendí, lo entendí”, aseguró Labayrú en declaraciones a la prensa.
La historia de González terminó en la cárcel, cuando el Tribunal Oral Federal Nro. 5 de la Ciudad de Buenos Aires lo condenó a 20 años de prisión por abusos, manoseos y violaciones contra tres mujeres que permanecieron secuestradas en el Casino de Oficiales del predio de la Armada entre 1977 y 1978. Sin embargo, la historia del vínculo entre González y Villarruel apenas está saliendo a la luz.
Con su credencial de abogada en mano, Victoria Villarruel solía visitar a represores presos, incluyendo al propio Jorge Rafael Videla. Por aquel entonces, disfrazaba su admiración por los represores con la excusa de estar investigando material para la creación de un libro. En efecto, en el año 2009 escribió “Los llaman jóvenes idealistas” y, en el 2014, publicó “Los otros muertos”.
Fue en el marco de estas investigaciones cuando Villarruel conoció al “Gato” González. Incluso la siempre polémica Cecilia Pando, también una cara conocida entre las visitas a los penales, aseguró en sus redes sociales que “yo conocí a Alberto González por Victoria Villarruel. Fuimos juntas al penal y él nos mostraba un libro que estaba escribiendo, que luego firmó Victoria”. Así, el reconocido violador y torturador de la ESMA cimentaba su amistad con la que hoy es la vicepresidenta del país y compañera de fórmula de Javier Milei.
Lejos de arrepentirse de tales vínculos, Villarruel redobló la apuesta asegurando, en otro libro compilado por el militar procesado Alberto Crinigan, que “Raúl Alfonsín, Ricardo Gil Lavedra y Estela de Carlotto contribuyeron a un proceso de “invisibilización” de las víctimas de los atentados cometidos entre 1969 y 1979 por organizaciones paramilitares, como el ERP y Montoneros.
En el confuso infierno de las relaciones de la vicepresidenta con numerosos represores, aún queda mucha tela para cortar. A modo de ejemplos, Luis Abelardo Patti, quien cursa tres condenas a prisión perpetua por secuestros y asesinatos, fue uno de sus principales aportantes de campaña en el 2021. Lo mismo hizo Raúl Granillo Ocampo, ministro de Justicia durante la década del 90, imputado por enriquecimiento ilícito y autor de indultos para casi dos centenares de oficiales de las Fuerzas Armadas que eran investigados por crímenes de lesa humanidad.
Tal vez, el más oscuro de sus vínculos haya sido el del comisario Miguel Etchecolatz, mano derecha del general Ramón Camps. Pocas semanas después de la desaparición de Julio López, la celda del penal de Marcos Paz del temible ex comisario fue allanada. Allí se encontró, entre otras cosas, un cuaderno en el que Etchecolatz garabateaba frases para su defensa. De entre todas las febriles reflexiones del genocida, se rescató un nombre escrito en lapicera: Victoria Villarruel. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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