
Cultura
La impactante respuesta de un gobernador hacia el presidente del partido en el cual milita amplificó una imagen de división o grieta interna. También disparó varias reflexiones sobre la coyuntura de un radicalismo que es una constante incubadora de incógnitas.
“Me importa tres carajos”, fue la opción -en un esquema de múltiples posibilidades- que eligió el mandatario de Corrientes, Gustavo Valdés, respecto de las críticas que le dedicó el presidente del comité nacional, Martín Lousteau por la foto que aquél se sacó con el presidente Javier Milei.
Cabe resaltar que, si bien el protocolo exige que un gobernador reciba a un presidente en su arribo a tierras provinciales, también hay lecturas e interpretaciones que van más allá de los manuales de estilo.
En este sentido, el senador nacional por CABA apuntó con mira telescópica a cierta intencionalidad que advirtió en su correligionario de Corrientes. El contexto era por demás polémico: Milei iba a esa provincia a un plenario de una fundación libertaria “químicamente pura” para seguir destilando veneno, entre tantos otros, para los amigos del partido de Alem.
Es cierto también que, en tren de generar señales políticas, Valdés fue mucho más allá de lo que consideraba una “obligación protocolar” y no se preocupó por el derroche de una cobertura periodística y comunicacional que lo puso en el centro de la escena política. Más allá de interpretaciones, da la impresión que si no era con este episodio en cualquier momento todo explotaba con alguna otra manifestación de esta confrontación política y, un poco, de carácter personal.
UNA ESTELA QUE SIGUE
Una confrontación que viene desarrollándose y que agiganta una estela que nunca terminó de desaparecer y que marca límites ideológicos y metodológicos en el seno partidario.
De un lado persiste un sector que podría denominarse “Grupo Malbec ampliado” o de íntima cercanía con la Casa Rosada, que tiene a Valdés, pero también cuenta con el orgullóso aporte de otros colegas como el mendocino Alfredo Cornejo, el senador nacional Maximiliano Abad y otros que siguen generando ruido como el ex senador nacional Luis Naidenoff, hoy integrante del comité nacional.
En otro rincón hay que ubicar a Martín Lousteau, a cierta parte de su entorno de la corriente “evolución” con Emiliano Yacobitti a la cabeza, a los seguidores de su antecesor Gerardo Morales y, con algún esfuerzo de interpretación, a otros más ortodoxos como Federico Storani, Enrique “Coti” Nosiglia y Juan Manuel Casella. Habría también un sector de “difusos” a partir de observar su recorrido en los últimos meses, pese a que tienen acreditadas credenciales en algunos sectores internos.
Es el caso de dos gobernadores como Leandro Zdero, de Chaco, y Maximiliano Pullaro, de Santa Fe. Sobre el primero, mucho se decía, en la noche de su elección como mandatario que era un claro seguidor de Gustavo Valdés, a quien mucho debía agradecerle por su apoyo simbólico y material en la campaña. Sin embargo, Zdero no hizo alarde de una pomposa recepción a Milei aquél día del gesto polémico de Valdés. También es cierto que no tenía la obligación porque no jugaba de “local”.
Otro “difuso” que hay que encasillarlo en la categoría de “destacados” es Pullaro quien, si bien se define como cercano a Lousteau, tuvo declaraciones y actitudes en la previa de la segunda vuelta que indicarían que es un interlocutor con “linea abierta” con el senador porteño, pero que dificilmente sea un soldado incondicional sino, a lo sumo, un nuevo socio en grandes debates.
En un terreno aún más híbrido entre difusos y definidos se encuentran otras corrientes como por caso la que lidera Gustavo Posse en conurbano norte, dirigentes “sin tierra” pero que son importantes referentes puertas adentro como los De Loredo, Negri y Mestre en Córdoba; Martín Berhongaray en La Pampa y otros que individualmente o en conjunto han aportado a buenos resultados en las últimas elecciones.
AMAGAN PERO NO JUEGAN
También hay que seguir con detenimiento a ciertos legisladores que dan pequeñas muestras de querer jugar, pero que prefieren hacerlo en sectores de la cancha no comprometidos y allí hay una larga lista de legisladores nacionales y de provincias. También depara una incógnita, como se viene sugiriendo desde hace unas semanas, el papel de Facundo Manes, quien pese a personalizar su proyecto, desde el punto de vista político dio sobradas evidencias de su antipatía con las propuestas libertarias de Milei.
En esta simplísima radiografía se presentan las antítesis políticas y doctrinarias que se vienen sucediendo dentro de un organismo partidario complejo como la centenaria UCR. Como aquellas históricas entre “personalistas” y “antipersonalistas” en épocas del yrigoyenismo y alvearismo o, más recientes entre “frondicistas” y “balbinistas” o “alfonsinistas” y “antialfonsinistas”.
En algunos casos hubo fuertes rupturas y en otros hubo diásporas importantes que incubaron espacios de espíritu radical sin el sello partidario. Ese modelo lo exprimieron al máximo Elisa Carrió y Margarita Stolbizer, entre otros dirigentes.
En estos momentos, hay que saber que la radiografía muestra a un iceberg importante debajo de la disputa entre Lousteau y Valdés y que el exabrupto de este último es, tal vez, una señal espasmódica de que las divisiones, lejos de resolverse, recién empiezan a discutirse con fuerza. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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