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Las políticas autoritarias y económicas de Robert Mugabe llevaron a Zimbabwe al colapso económico. Pese a la llegada de Emmerson Mnangagwa en 2017, el país sigue atrapado en la represión y la crisis, en contraste con el enfoque reconciliador de Nelson Mandela en Sudáfrica.
La República de Zimbabwe es conocida internacionalmente por su prolongada crisis económica, destacada por el emblemático billete de 100 billones de dólares, símbolo de la hiperinflación que afectó al país hasta 2009. Este colapso económico fue el resultado de una serie de decisiones políticas desastrosas bajo el liderazgo de Robert Mugabe, quien, aunque comenzó su mandato con grandes esperanzas, terminó perpetuando un régimen autocrático que llevó a millones de personas a la pobreza extrema. Tras su salida del poder en 2017, luego de un golpe militar, se esperaba que el nuevo gobierno encabezado por Emmerson Mnangagwa trajera un cambio real, pero la realidad ha demostrado lo contrario: la represión y la inestabilidad económica persisten.
En 2017, Mugabe fue derrocado tras casi cuatro décadas en el poder, un hecho que generó expectativas de cambio en Zimbabwe. A pesar de haber sido aclamado como un héroe de la independencia, sus últimos años estuvieron marcados por corrupción, represión y un colapso económico. Su controvertida reforma agraria, que implicó la expropiación de tierras a agricultores blancos, exacerbó la crisis económica, sumiendo al país en una hiperinflación devastadora y provocando sanciones internacionales. Mnangagwa, su sucesor y aliado en el partido ZANU-PF, asumió el poder con promesas de reformas, pero el país sigue atrapado en un ciclo de inflación, desempleo masivo y represión política.
Mugabe fue una figura central en la lucha por la independencia de Zimbabwe, liderando la Guerra de Liberación de Rhodesia y obteniendo el reconocimiento internacional en 1980. Tras su ascenso al poder, se presentó como un líder de reconciliación, promoviendo la unidad racial y políticas de inversión en educación y salud que inicialmente convirtieron a Zimbabwe en un modelo para otras naciones africanas. Sin embargo, a medida que consolidaba su poder, comenzó a eliminar a sus rivales políticos, culminando en la brutal campaña de Gukurahundi, que dejó profundas cicatrices en la historia del país.
Con el tiempo, Mugabe adoptó una política cada vez más autoritaria y su gobierno quedó marcado por la corrupción y las malas decisiones económicas. El gasto público sin control y la falta de inversión extranjera condujeron a una crisis económica que culminó en la hiperinflación. En 2017, cuando la crisis alcanzó su punto más crítico, Mugabe intentó posicionar a su esposa Grace Mugabe como su sucesora, lo que provocó divisiones en el ZANU-PF y un golpe militar que puso fin a su mandato.
El ascenso de Mnangagwa fue recibido con esperanza tanto a nivel interno como internacional. Prometió atraer inversión extranjera, restaurar la estabilidad económica y permitir mayores libertades políticas. Sin embargo, en la práctica, su gobierno ha mantenido muchas de las prácticas autoritarias de su predecesor, y las elecciones de 2018 y 2023 estuvieron plagadas de denuncias de fraude. A nivel económico, aunque se han hecho algunos intentos por revitalizar la economía, el país sigue sufriendo de inflación y una grave crisis de deuda, lo que ha llevado a muchos a considerar que, a pesar de las promesas, Zimbabwe sigue atrapado en un ciclo de inestabilidad.
Comparado con Mugabe, Nelson Mandela optó por una política de reconciliación tras su llegada al poder en Sudáfrica. En lugar de venganza, Mandela impulsó un proceso de perdón y reconstrucción, uniendo a su país y promoviendo una democracia inclusiva. Mientras Mugabe consolidaba su poder a través de la represión, Mandela se centró en construir instituciones que protegieran los derechos humanos y garantizaran la libertad. Este contraste se refleja también en sus políticas económicas: mientras Mugabe desmanteló la productividad agrícola de Zimbabwe, Mandela mantuvo un enfoque moderado que permitió un crecimiento económico más estable.
Thomas Sowell, profesor de economía y miembro senior del Hoover Institution, explica que las políticas intervencionistas, como las implementadas por Mugabe, pueden distorsionar los mercados y generar consecuencias devastadoras. La expropiación de tierras en Zimbabwe, sin un plan claro para mantener la productividad, condujo al colapso agrícola y a una crisis alimentaria, lo que exacerbó la hiperinflación. Según Sowell, los mercados dependen de incentivos claros para funcionar adecuadamente, algo que Mugabe ignoró. En cambio, Mandela preservó la propiedad privada y promovió políticas económicas que permitieron que Sudáfrica, aunque con desafíos, lograra un crecimiento sostenido.
La historia de Zimbabwe bajo el mandato de Mugabe es un ejemplo de cómo las malas decisiones políticas y económicas pueden llevar a un país al colapso. A pesar del cambio de liderazgo en 2017 con la llegada de Emmerson Mnangagwa, Zimbabwe sigue enfrentando muchos de los mismos problemas estructurales que surgieron durante el régimen de Mugabe: inflación desenfrenada, altos niveles de corrupción, y una represión constante contra la oposición política. En la actualidad, Zimbabwe continúa luchando con una crisis económica agravada por el impacto global de la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania, lo que ha exacerbado los desafíos en la cadena de suministro de alimentos y combustibles. Mientras tanto, el legado autoritario sigue vigente, con elecciones marcadas por irregularidades y denuncias de fraude. El contraste con el enfoque de Nelson Mandela en Sudáfrica destaca la importancia de la reconciliación, el respeto a los derechos humanos y una política económica moderada para garantizar la estabilidad y el crecimiento a largo plazo. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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