
Judiciales
No daba para más. El juego de provocaciones y amenazas impulsado por Cristina y La Cámpora para mellar la autoridad de Axel Kicillof encontró su respuesta en la conferencia de prensa que brindó el gobernador este lunes, en la que anunció el desdoblamiento de las elecciones, fijando la realización de los comicios provinciales para el 7 de agosto.
La perversa estrategia que caracterizó a la expresidenta y a la agrupación liderada por su hijo Máximo Kirchner consistente en ningunear y desprestigiar a candidatos y funcionarios ajenos, bendecidos en su momento por el dedo empoderador de Cristina Fernández de Kirchner y su primogénito que tanto sufrieran Daniel Scioli en la carrera electoral de 2015 y Alberto Fernández durante toda su gestión encontró un límite en la determinación de Axel Kicillof.
Progresivamente sus márgenes de acción se venían recortando, en el marco de la iniciativa para “albertizarlo”, mientras que el hastío social sobre una disputa en la que nadie quería aparecer como el responsable de la ruptura del cristinismo provincial había alcanzado su límite. En efecto, ante la determinación de Cristina de avanzar sobre las competencias institucionales del ejecutivo provincial, intentando sin éxito imponer en la Legislatura provincial la fecha de los comicios el pasado jueves, la ejecución se convirtió en la única opción posible para un Kicillof que, entre la desesperación y la necesidad, debió quemar las naves.
"La única manera de llevar adelante la elección es en dos días diferentes. Ya firmé el decreto para que la elección sea el 7 de septiembre. Mi obligación es garantizar un proceso claro y transparente", se excusó el gobernador, sosteniendo su anuncio sobre argumentos operativos para la realización de los comicios. "Es una decisión pensada, debatida y necesaria", completó.
Ni Cristina ni Máximo parecen haber reparado aún que la estrategia de degradación de funcionarios y candidatos de su propio espacio fue una de las razones que posibilitó el malestar social que terminó convirtiendo a Javier Milei en presidente de la República. O tal vez si, y deliberadamente fueron desgastando en su momento a Scioli y Alberto Fernández para conservar el liderazgo dentro de un panperonismo cada vez más debilitado. Con Kicillof la política fue similar, pero con un desenlace diferente.
Cristina, a toda costa, consideró desde hace tiempo que, para tratar de fortalecerse frente al nefasto panorama judicial que afronta, y que más tarde o más temprano terminará en la confirmación de su prisión domiciliaria y su exclusión de la posibilidad de ejercer cargos públicos, primero se apropió -con la colaboración de la jueza María Servini de Cubría- de la presidencia del Partido Justicialista Nacional, para luego apuntar sus cañones frente a la principal alternativa de recambio para su liderazgo, el gobernador bonaerense. Pero sus jugadas, en ambos casos, terminaron por explicitar, de manera incuestionable, que su liderazgo ya no es lo que supo ser. El “operativo clamor” para conducirla a la jefatura partidaria que lanzó La Cámpora fue un rotundo fracaso, y -una vez consumada la operación que garantizó su consagración- ningún gobernador ni intendente, fuera de los encuadrados en el camporismo, asistió a su ceremonia de asunción. La decisión de Kicillof de desdoblar los comicios obró en sentido similar, ya que es la primera vez que alguien decide pararse de manos para cuestionar su autoridad.
La determinación del gobernador implica un quiebre en el peronismo bonaerense, ya que resultará muy difícil evitar la presentación de dos listas en los comicios de septiembre. De hecho, Teresa García, alineada con la exvicepresidenta, había advertido que, en caso de producirse la discriminación de fechas, la propia Cristina se presentaría como cabeza de lista de diputados provinciales para la tercera sección electoral, justamente aquella que incluye a dos de los principales apoyos de Kicillof: Jorge Ferraresi y Mario Secco.
El nuevo escenario que se plantea pone en un aprieto a Fernando Espinoza, intendente de La Matanza, y a Verónica Magario, vicegobernadora provincial, a quien Máximo intentó vetar, sin éxito, su reelección en 2023, ante la determinación de Kicillof de repetir la fórmula victoriosa en 2019. ¿Cómo decidirán jugar ambos ante una eventual candidatura de la exvicepresidenta? Sabido es que La Matanza es uno de los distritos en los que la figura de Cristina alcanza mayor popularidad entre la población.
Kicillof intentó evitar a toda costa la ruptura, pero la reunión del pasado domingo, que compartió con Sergio Massa, Máximo Kirchner, Carlos Bianco, Federico Otermín, Facundo Tignanelli y Mayra Mendoza en la casa de Julio Alak en La Plata, y que se extendió por más de ocho horas, demostró que no había posibilidad de entendimiento posible. Por esta razón convocó a una conferencia de prensa para anunciar su determinación, agregando además que enviaría al Senado de la provincia de Buenos Aires un proyecto de ley, con artículo único, para eliminar las PASO.
En el entorno de Cristina el anuncio de Kicillof cayó muy mal y desde La Cámpora explicitaron estar "sorprendidos" por la decisión de Kicillof. "Quedamos en otra cosa y nunca avisó lo de ahora", sostuvieron: "Es una decisión unilateral. En vez de ampliar, dividió y partió el peronismo. Un suicida. No quiere enfrentar a Milei, prefiere romper con Cristina. Es responsable del desmembramiento de un proyecto nacional", enfatizaron, apelando a la victimización.
El argumento es endeble, ya que el propio gobernador recordó que “nunca, ni un solo día, nos desentendimos de la cuestión nacional. Les recuerdo que hace pocas semanas Milei pidió mi renuncia por redes sociales y amenazó con intervenir la provincia”. Pero para Cristina y Máximo el enemigo interno siempre es más incómodo que cualquier otro, de lo que podrían dar cuenta tanto Daniel Scioli como Alberto Fernández.
La decisión de Kicillof obligó a suspender la sesión de la Legislatura pautada para ayer, en la que se iba a votar la coincidencia entre ambas elecciones, tras un cuarto intermedio acordado en la del jueves pasado, pasando por encima de las atribuciones del gobernador.
Paradójicamente, en el momento de mayor debilidad de Javier Milei, Cristina y Máximo, con la intervención de Kicillof, volvieron a generar las condiciones para la ruptura del peronismo en la provincia. Algún mal pensado podría suponer que se trata de un gesto para lograr el apoyo del gobierno nacional para evitar la prisión de la expresidenta. Alguien que sólo ate cabos, seguramente, llegaría a la misma conclusión. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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