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Una encuesta desfavorable llevó a Cristina Fernández de Kirchner a aceptar a regañadientes el calendario electoral de Axel Kicillof, pero solo como maniobra para preservar su poder en la provincia de Buenos Aires, aún a costa de una posible derrota del peronismo y una ruptura interna que amenaza con condenar al espacio a la irrelevancia.
Días atrás le acercaron a Çristina Fernández de Kirchner una encuesta muy detallada, elaborada por un consultor que se ha mantenido en el anonimato, sobre los escenarios electorales en la provincia de Buenos Aires. Los resultados eran francamente desalentadores, ya que consignaban que, aún presentando una lista de unidad, si La Libertad Avanza y el Pro –o los referentes del Pro- conformaban una lista común, al peronismo apenas le alcanzaba para ganar en dos secciones electorales, la primera y la tercera, perdía en cinco y estaba en dudas la octava. La ecuación final daría una victoria pírrica por apenas 2 o 3 puntos en el mejor de los casos. Pero, si finalmente el axelismo y el cristinismo marchaban separados, la derrota sería apabullante.
Esos datos convencieron a la exvicepresidente de aceptar el calendario electoral disociado anunciado el pasado lunes por Axel Kicillof, y de ordenar a sus senadores que depusieran todo intento de insistir con las elecciones concurrentes. También les indicó que debían aceptar la anulación de las PASO, aunque con unos plazos que complicaran el esquema oficial. No era cuestión de hacérsela tan fácil al cordero descarriado.
A esta altura de su trayectoria, resultaría muy difícil convencer a la exvicepresidente de tomar alguna decisión que no la beneficie, aunque eso suponga una derrota electoral y un nuevo retroceso del peronismo a nivel provincial y nacional. De hecho, fueron sus decisiones las que terminaron convirtiendo al kirchnerismo nacional en un mero cristinismo bonaerense, una fuerza provincial que, a duras penas, lucha por su supervivencia.
Pero si bien Cristina aceptó el cronograma electoral del gobernador, su determinación de aniquilarlo se mantuvo intacta. No sólo insistió en su determinación de encabezar la lista electoral de la tercera sección, sino que a esa confirmación se sumó el anuncio de Sergio Massa de presentarse como cabeza de lista de la primera sección provincial. ¡Oh, sorpresa! Justamente las dos secciones en las que el panperonismo no debería tener inconvenientes en imponerse.
Con perversa determinación, la exvicepresidente hizo saber, además, que como presidenta del Partido Justicialista armaría las listas provinciales en colaboración con el presidente del PJ bonaerense, nada menos que su hijo Máximo Kirchner. También La Cámpora comunicó informalmente que no estaba dispusta a perder ninguno de los escaños que detenta ni en la Legislatura ni en el Congreso de la Nación Argentina, por lo que ocuparía los lugares expectables de las boletas, acordando con el Frente Renovador el otorgamiento de algunos de esos lugares de privilegio.
De este modo, como el tero -que esconde sus nidos en un lado y lanza su graznido en otro-, Cristina desmontaba, bajo la forma de una aparente concesión, la estrategia del gobernador de terciar en la confección de las listas para evitar su “albertización”. Cabe destacar que muchos de esos lugares que pretende para sí La Cámpora son codiciados también por los intendentes que respaldan a Kicillof. En idioma liso y llano, Cristina no pretende otra cosa más que forzar la ruptura, para utilizar las elecciones provinciales como una competencia que permita dejar en claro cuál es su capital político para imponerlo en la interna para las elecciones generales de 2027, aunque condene al panperonismo en conjunto a una derrota que se lleve puesta la gobernanza del actual gobernador, obligándolo a “albertizarse” si desea completar su mandato.
Pero, aunque Cristina se crea aún la soberana de un reino en disolución, no juega sola en el PJ a nivel nacional. Y, ni lerdo ni perezoso, Gildo Insfrán, presidente del consejo nacional partidario, convocó a una reunión del cuerpo para el próximo viernes. Y, aunque el temario será variado, hay una cuestión que, sin ser enunciada, es la única realmente importante: garantizar la unidad en la provincia de Buenos Aires, pero no de cualquier modo, sino dándole participación activa a Axel Kicillof en la conformación de las listas.
Insfrán dialogó dos veces en las últimas semanas con la exvicepresidente, y le acercó la posición de los gobernadores: el futuro será con Massa o con Kicillof, sugiriéndole que abandone su política suicida de insistir en imponer su voluntad a toda costa, sin importarle los efectos que suponga para el partido.
Aunque no se lo admita públicamente, entre los gobernadores y referentes reconocidos por sus pares dentro del peronismo, hay una gran preocupación por el futuro, que va mucho más allá de los actos electorales de este año. “Nos ven como a objetos de museo de la Edad de Piedra” los jóvenes que expresan el 40 por ciento del padrón electoral. “El sindicalismo es asociado a un conjunto de gordos coimeros que hace demasiado tiempo han perdido toda relación con la sociedad real”, expresaba atribulado un importante dirigente nacional. “Y ni qué decir de Cristina, La Cámpora, y su absurda acción sistemática de destrucción interna, primero con Alberto y ahora con Axel”, completaba.
Más que nunca a lo largo de su historia, el peronsimo corre peligro de supervivencia. ¿Será capaz de reinventarse y así evitar su declinación definitiva, tal como ya les sucedió a la UCR y al Pro, o el baño de realidad habrá llegado demasiado tarde? (www.REALPOLITIK.com.ar)
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